“Hemos ahorrado más de 7 millones de metros cúbicos de agua, el equivalente a 2.913 piscinas olímpicas”, dijo el martes pasado el alcalde Carlos Fernando Galán, como balance positivo de los primeros 45 días de racionamiento de agua en Bogotá.
Combinada con las lluvias que empiezan a caer, la estrategia ha resultado en un aumento de 15 puntos porcentuales en el nivel de los embalses de Chuza y San Rafael, los dos que componen el Sistema Chingaza, responsable del 70% del suministro del agua potable de Bogotá. En la última medición, su volumen superó el 31% de la capacidad.
Según la Alcaldía, el racionamiento ha contribuido en casi un tercio del aumento de los embalses. Pero para los cinco expertos consultados, el aumento en los embalses responde a la llegada de las lluvias. Muestra de ello es que, en los 50 días que lleva el racionamiento, en solo una ocasión la ciudad alcanzó la meta de consumo que se puso la administración.
La meta menos conocida por la ciudadanía fue bajar en un 20% en consumo de agua que viene del sistema Chingaza. En los 50 días que lleva la medida, este ha bajado 22 puntos porcentuales.
La Silla Vacía consultó al despacho del alcalde, que remitió las preguntas al Acueducto.
Estos son los huecos que ha tenido la estrategia del alcalde Galán:
1. La comunicación poco efectiva
En la mañana del martes, la Alcaldía cambió la gráfica del racionamiento a la que ya se habían acostumbrado los bogotanos. “Queremos reflejar ahora hasta dónde tenemos que llegar en octubre de este año”, dijo el alcalde.
Desde que empezó el racionamiento, Galán publica a diario un balance del consumo del día anterior y el nivel de los embalses del Sistema Chingaza. Con el paso de los días, los mensajes dejaron de invitar al ahorro y se convirtieron en un “así vamos con el agua”.
La redundancia se volvió objeto de burlas en redes sociales, que le quitaron la profundidad al tema de fondo de las gráficas. “Cuanto más específica y mejor calidad de información se dé es posible avanzar en una reducción efectiva del consumo”, afirma un estudio de dos semilleros de investigación de la Universidad de Los Andes, con los que Galán se sentó a discutir sobre su estrategia.
“Después del chiste sobre bañarse juntos, la comunicación del alcalde Galán se fue apagando. Para generar cambios de comportamiento es importante tener agendas coordinadas con todas las entidades e insistir en medidas claras y pedagógicas que resalten cambios de comportamiento positivos y no regañen a la gente”, dice Henry Murraín, director del semillero de Cultura, Comportamiento y Políticas Públicas de Los Andes y exfuncionario de la alcaldía de Claudia López
Esa falta de claridad, según Murraín no ha ayudado a que funcione la estrategia comunicativa. En promedio, en el último ciclo de racionamiento, al tiempo que los memes, se registró el mayor consumo.
“Los datos y mensajes los veo muy confusos. Yo soy más o menos técnico, porque manejé el tema con mucho cuidado, pero en este momento no sé cuál es la estrategia de comunicación de la alcaldía”, dice Paul Bromberg, quien en la administración de Antanas Mockus en el 1995 encabezó la estrategia para ahorro. Bromberg entonces era director de cultura de la Alcaldía, pero terminó montando una aproximación de cultura ciudadana para ahorrar, con la que la ciudad evitó los racionamientos.
“Se nos olvidó todo lo que aprendimos con las restricciones de 1997”, dice Carmenza Saldías, directora de planeación de las alcaldías de Mockus y “Lucho” Garzón. “Cuando el alcalde sale hacer un racionamiento parece que todas las experiencias de cultura ciudadana dejaron de importar y volvemos a prácticas gastadas que incitan a la acumulación”, agrega.
2. Las sanciones han sido impracticables
El sistema de agua en Bogotá tiene características estructurales que han dificultado el seguimiento del racionamiento. Particularmente, el sistema de medición del consumo, que se factura cada dos meses. Por eso, no han llegado los cobros que lanzaron para penalizar el consumo excesivo. “La multa por consumo excesivo no se ha empezado a cobrar, por el cobro bimensual del agua. Solamente hasta las facturas de julio se verá reflejada”, explicó la gerente del Acueducto, Natasha Avendaño, el martes pasado.
“El anuncio de las sanciones funcionó apenas se hizo, pero ya ahorita no. El tema con las sanciones es que son efectivas a corto plazo, porque la gente se asusta con el anuncio, pero a largo y mediano plazo no funcionan si no hay consecuencias inmediatas”, explica Diego Restrepo, consultor de la Fundación Riparia, que investiga sobre gestión del agua de cara a la crisis climática y la seguridad hídrica.
Restrepo menciona una estrategia que puede ser útil, la de impacto positivo o premiar a quienes tengan una mejor cultura de ahorro. No es el primero en proponerlo. El concejal Juan Daniel Oviedo, quien llegó a esa curul tras ocupar el segundo puesto en la alcaldía, también mencionó la posibilidad de premiar a las zonas que más ahorren en entrevista con La Silla.
Los semilleros de Los Andes afirman que más que las sanciones, este tipo de mensajes son incluso más efectivos: “Es fundamental mostrar intensamente qué están haciendo las personas que ahorran agua y generar comparaciones del comportamiento con respecto al resto de individuos”. Ninguno de estos incentivos positivos se ha materializado.
Desde el Acueducto le respondieron a La Silla que están ejecutando una serie de medidas para automatizar la medición del consumo. Es decir, para que se puede ver automáticamente cuánto es el consumo y no cada dos meses que vaya el técnico a hacer una diferencia en el registro del agua. “Los primeros usuarios vinculados son los grandes consumidores como industrias, hoteles y grandes superficies. A la fecha hay más de 978 grandes clientes con este sistema de medición”, dicen desde la empresa.
También hay obstáculos legales. “No tenemos posibilidades legales de prohibir la utilización de tanques de reserva, no podemos prohibirlos y entrar a sancionar a alguien que los utilice”, dijo el alcalde Galán. Los tanques se han convertido en el gran vacío de la medida, pues las propiedades horizontales los llenan el día antes de la restricción, para no sentir los cortes del sector. Y al día siguiente los vuelven a llenar, causando un gasto adicional y más demoras para que les llegue el agua a quienes están después en la tubería.
3. Las metas son confusas
Las metas que se puso la Alcaldía son en tres frentes, dos de las cuales no se ha cumplido. Los objetivos originales tenían plazo para el final de abril.
Un frente es reducir el consumo del agua que llega a la ciudad, una medida que está en metros cúbicos por segundo, haciendo referencia a la cantidad o el volumen de agua que entra de los embalses. Un día antes del racionamiento, este indicador era de 17,39 m3/s, y el objetivo inicial fue bajarlo a 15 m³/s. A final de abril, quedó en 15,79, casi un punto por encima de la meta.
Por otro lado, está el porcentaje de los embalses, que mide la capacidad del Sistema Chingaza. La idea era que alcanzaran el 20%, pero en el último día de abril, los embalses estaban en 17,18%.
La meta cumplida fue la reducción de la dependencia que la ciudad tiene del sistema Chingaza, el objetivo era bajarlo un 20%. En promedio, esta reducción ha sido del 22%, pasando de alerta roja por suministro de agua, a amarilla.
Murraín, de Los Andes, y quien trabajó en cultura ciudadana con Mockus desde la fundación Visionarios, dice que cuando las metas no se cumplen y no pasa nada pierden su efectividad. “Es como cuando le dicen a uno que apague el celular en el avión”, afirma.
La semana pasada, Galán insistió en que si se cumple la meta de consumo podría haber a un relajamiento del racionamiento. “Si logramos reducir el consumo por debajo de 15 m³/s por segundo y tenemos este nivel de afluencias, llegará un momento en donde eventualmente estaremos en una tendencia suficiente para poder reducir las medidas (de racionamiento)”, dijo.
Pero el único día que se ha alcanzado el objetivo, el lunes festivo 13 de mayo, cuando el consumo estuvo en 14,86 m³/s, apunta a que la meta está planteada sin reconocer aspectos claves, como los ciclos de consumo. “Nosotros encontramos es que el consumo de agua en Bogotá es cíclico, los sábados la gente lava la ropa, por ejemplo”, explica Bromberg.
Para el festivo 13 de mayo se calcula que 2 millones de personas salieron de Bogotá desde el viernes 10, según la Secretaría de Movilidad.
Bromberg dice que en su paso por la Alcaldía, encontraron “un patrón de consumo de agua y entonces tratábamos de entender la estrategia que teníamos que seguir para la promoción del ahorro de acuerdo a esa ciclicidad”. Este elemento, hasta ahora, no se ha mencionado.
Sin haber alcanzado la meta de reducción de consumo, la nueva meta sobre el nivel de los embalses del Sistema Chingaza es que lleguen al 70% de su capacidad para finales de octubre del 2024. Este es el nivel mínimo, según la Alcaldía, para poder enfrentar el verano de 2025. Aquí no es claro cuánto de ese nivel dependerá de las lluvias y cuánto de la reducción de consumo.
La proyección del Ideam daba un 80% a la posibilidad de que se desarrollara un fenómeno de La Niña, que trae fuertes lluvias al país, en la segunda mitad de este año. Aunque en el boletín de abril sigue contemplando la llegada de La Niña, en el mundo el pronóstico ha cambiado.
Según la oficina de meteorología australiana —una de las más respetadas en el mundo—, con las temperaturas actuales del Océano Pacífico, La Niña está “En Observación”. Es decir, “hay algunas señales de que La Niña podría formarse en el Océano Pacífico al final del 2024. Pero En Observación no garantiza que La Niña se vaya a desarrollar”. De hecho, cuatro de siete modelos que corren los australianos muestran que no se materializaría.
Para Bogotá, eso implica que no se puede asegurar una temporada de lluvias más fuerte de lo normal en lo que resta del año. E incluso si llegara a ocurrir La Niña, las lluvias que trae no llegarían al principal suministro de agua potable de la ciudad, pues no hace que llueva más en la cuenca alta del río Guatiquía, en Meta, el río que alimenta Chingaza, como ha reconocido el mismo Galán.
“El gran error de la Alcaldía es vender esto como tema coyuntural”, dice el exconcejal Diego Laserna, quien desde el 2019 ha advertido por la falta de sostenibilidad del suministro del agua potable en la capital. “En vez de estar rezando para que llueva, deberíamos tratar de controlar lo que sí podemos controlar, que es el consumo”, agrega.
4. En el Plan de Desarrollo no hay un norte claro
Desde 2015, el Acueducto dice que se necesita ampliar la capacidad de las plantas que potabilizan el agua de los tres sistemas que suministran a la ciudad. Las intervenciones debían ampliar la capacidad de las plantas de Wiesner (que potabiliza el agua del sistema Chingaza), la de Tibitoc (que se encarga de la del sistema Norte), y la de Vitelma (del sistema Sur). El objetivo, del Plan Maestro del Acueducto, es lograr un procesamiento de 21 m3/seg, superior a los 17 y pico que se producen hoy.
Sin embargo, las obras de las plantas no se han entregado, como denunció el exconcejal Laserna.
Desde el Acueducto, le respondieron a La Silla que, a modo de previsión sobre la posibilidad de que bajaran los embalses del sistema Chingaza, el año pasado empezaron a traer más agua del sistema Norte, que abastece cerca del 25% del agua potable de Bogotá. Desde julio del 2023, aumentó el volumen que entra por la planta de Tibitoc de 4,5 a 7,5 m3/seg, un incremento del 67%. Pero todavía no alcanza la meta que se plantean las obras de expansión, con las que debería llegar a 10,5 m3/segundo.
En el Plan de Desarrollo que el Concejo de Bogotá le aprobó a Galán, el tema aparece en dos lugares, pero en ninguno es claro sobre cuál es la estrategia de fondo. El programa 29 propone “servicios públicos inclusivos y sostenibles”. En 2025 debería empezar la estructuración de obras nuevas que contribuyan al abastecimiento de agua potable, para que en 2040 entren en funcionamiento. Para hacerlo, la Alcaldía dispone de $20 billones.
Aún no están claras las obras que surjan de esa inversión. Es un tema espinoso. Por un lado, está la posibilidad de construir un nuevo embalse en el sistema Chingaza, del que hablaba la exalcaldesa López. El presidente, Gustavo Petro, un exalcalde muy activo en los temas de Bogotá, ha afirmado que eso generaría “sequía en la Orinoquía y alza del precio de los alimentos en Bogotá”, trinó.
Los páramos han sido la fuente principal de agua de buena calidad de Bogotá y el sistema Chingaza es del Acueducto, lo que le da independencia a la ciudad. Sin embargo, el cambio climático los hace muy vulnerables al aumento de las temperaturas. Por otro lado, depender de la cuenca del río Bogotá, que nutre el sistema Norte, pone a Bogotá a negociar con la CAR Cundinamarca y exige mayores esfuerzos de potabilización.