La alcaldía de Carlos Fernando Galán ha enfrentado dos grandes emergencias climáticas en los cuatro meses que lleva su administración. Aunque expertos ambientales elogiaron el manejo que tuvo de los incendios en los Cerros Orientales, el diagnóstico que hacen sobre el racionamiento y ahorro de agua es que actuó demasiado tarde.
Las alertas desde el año pasado
Desde octubre del 2023, el Ideam lanzó la alerta sobre la llegada del fenómeno de El Niño. Dentro del desglose mes a mes, el instituto climático hablaba de una reducción del 10 al 20 por ciento de las lluvias en Cundinamarca desde noviembre del 2023.
Con esas alertas, la administración de Claudia López empezó a organizar reuniones de la Secretaría de Ambiente, Hábitat, el Instituto de Gestión de Riesgos y Cambio Climático (Idiger), el Acueducto, el Grupo de Energía y el Ideam. El objeto de estas reuniones era revisar los riesgos de abastecimiento de agua y energía eléctrica.
Pero el punto ciego frente al riesgo de desabastecimiento viene de la alcaldía anterior. Según supo La Silla por un funcionario que participó en esas reuniones, pero pide no publicar su nombre porque ya no tiene competencia, no había preocupación por el suministro de agua. “Sabíamos que el fenómeno de El Niño le iba a pegar duro a Chingaza, pero teníamos al Sistema Norte ahí como backup”, cuenta el funcionario.
Por eso, el Idiger de López sacó un plan de preparación y contingencia ante el fenómeno. Desde entonces, ya se contemplaba la posibilidad de que El Niño afectara las prestaciones de servicios como agua potable y electricidad.
El Niño llegó a la conversación del empalme entre los gobiernos Galán y López. Pero no se habló del impacto en el agua potable o en los niveles de los embalses, porque no había certeza sobre cuándo empezarían a sentirse los efectos del fenómeno. Después de la revisión de las actas de ese equipo, un alto funcionario de la alcaldía, le confirmó a La Silla que no hubo alertas por desabastecimiento por el nivel de los embalses.
Aun si no tuvo mensaje de urgencia en el empalme, el primer boletín hidrológico que hace Acueducto en enero, mencionaba los descendentes niveles de los embalses del Sistema Norte. “En el embalse del Neusa se registró un volumen descendente, respecto al día de ayer, por lo tanto, se recomienda a la población en general hacer uso racional y responsable de los recursos hídricos”, se lee. Y desde el 1 de febrero de este año, se sabía el descenso del nivel de agua en Chingaza había sido acelerado y estaba en el 32% de su capacidad.
Desde que llegó la nueva gerente del Acueducto, Natasha Avendaño, empezó la primera iniciativa para ahorro de agua. Esa campaña se llamó #PilasConElNiño y estuvo al aire entre el 7 de enero y el 9 de abril. A través de publicaciones en redes, según los resultados de la entidad, alcanzaron una reducción de 1 m³/segundo en marzo.
Galán solo le hizo eco a la campaña en una ocasión en sus redes, y su tono no transmitía un riesgo inminente de desabastecimiento.
Una fuente del Distrito, quien pide la reserva de su nombre porque no tiene la vocería en estos temas, reconoce que la iniciativa no fue tan efectiva como esperaban.
En el entretiempo, la ciudad se escandalizó por el agua amarilla que llegaba a sus casas. La coloración respondía, precisamente, a que el Acueducto cambió el flujo de las tuberías para aprovechar mejor el agua del Sistema Norte. Pero el debate se centró en la potabilidad del agua y no en las medidas de ahorro que estaban detrás.
Después de la campaña inicial, el alcalde tomó la vocería del tema solo cuando empezó el racionamiento. El 8 de abril anunciaron las medidas divididas en nueve zonas de la ciudad. Sin embargo, para los cuatro expertos consultados por La Silla sobre el tema, las restricciones llegaron tarde.
“En este momento nos estamos consumiendo el agua remanente, que es el agua de respaldo, ya ni siquiera es ahorro, estamos tasando el agua que nos queda y nos la estamos consumiendo”, explica Javier Pava, exdirector de la Unidad de Gestión del Riesgo y del Idiger de la alcaldía de Gustavo Petro.
Con el racionamiento, el objetivo es que los embalses que conforman el sistema Chingaza, que suministra el 70 por ciento del agua potable de la ciudad, alcancen el 20% (hoy está en 15%) y se baje el consumo promedio de 17m³/segundo a 15 m³/segundo. Sin embargo, tras seis días de cortes de agua, los niveles de los embalses siguen bajando y el consumo ha logrado disminuir, 1,8 m³/segundo en la última medición, pero aún no llega a la meta.
A la alcaldía se le han escapado detalles en el racionamiento, que generan pérdidas mayores al día siguiente. Por ejemplo, el concejal Juan Daniel Oviedo, quien llegó a la curul por quedar segundo en las elecciones, advirtió desde el 11 de abril que en aquellas localidades en las que viven más personas en apartamentos, el tanque de los edificios generaría un mayor gasto de agua al día siguiente del corte, porque se vuelve a rellenar. Oviedo dice que no recibió respuesta, pese a que el tiempo le dio la razón.
Mientras la emergencia por falta de agua se agrava con el paso de los días algunos expertos opinan que los mensajes de la alcaldía no demuestran esa urgencia. “Los ciudadanos necesitamos instrucciones precisas y claras. Se ha tomado con mensajes jocosos que tal vez para una campaña preventiva hubieran sido adecuados, pero esta es la atención de una emergencia”, dice Camilo Prieto, profesor de cambio climático de la Universidad Javeriana.
Tras siete días de cortes, con modestos resultados en el ahorro, el alcalde Galán, apretó las medidas de racionamiento. Ahora anunció cobros dobles y multas para quienes gasten demasiada agua, y los bogotanos empiezan a sentir que aumenta el llamado de urgencia.
La amenaza del 2025
Con las primeras lluvias sobre la ciudad, parece que lo peor del fenómeno de El Niño durante este año llega a su fin. Sin embargo, dentro de las preocupaciones de la Alcaldía está la temporada seca que llegará, con mayor fuerza, el próximo año.
“Tenemos que llegar a finales del 2024 con un 75% en los embalses porque el año entrante va a ser peor. El 2024 es el nivel más bajo de los embalses en promedio en más de 30 años y el 2025 es peor, según las predicciones que tenemos”, ha dicho el alcalde sobre el tema.
El lío es que la ciudad aún no alcanza las metas que se propone la administración, que espera acabar este año con el nivel de los embalses sobre el 70%. Sin embargo, para que ocurra esa recuperación depende, en buena medida, de los cambios de comportamiento en el consumo y la lluvia.
Los pronósticos ya le han quedado mal a la ciudad. Marzo y abril, que suelen ser meses lluviosos en la capital, se han vuelto soleados por cuenta de un fenómeno de El Niño extendido, que se espera acabe en las últimas semanas de abril.
Para Pava, existe la posibilidad de que Chuza, el embalse de Chingaza que ahora está por debajo del 16% de su capacidad, no alcance esa recuperación para el final del año. Esta es una discusión en la que también ha participado la ministra de Ambiente, Susana Muhammad, quien aseguró que desde el 2021, la demanda anual de los embalses es mayor al agua que alcanzan a acumular al final de cada año.
Sin embargo, el Ideam prevé la llegada de un fenómeno de La Niña desde junio y que se extenderá hasta enero del 2025. Las lluvias adicionales generadas por este fenómeno tendrían un impacto positivo en los embalses.
El tema será si esas lluvias son suficientes para enfrentar, nuevamente, a El Niño que volverá en 2025 y podría romper el récord como el año más caliente hasta ahora.
El debate sobre el futuro ambiental de la ciudad
Mientras los reflectores se posan sobre los embalses, desde comienzos de abril, la calidad del aire que se respira en la capital ha empeorado.
“Esta época del año y más con fenómeno del Niño e incendios es crítica para la calidad del aire”, dice Lina Quiñones, experta de la Red Cachaca.“Pero para decretar una alerta, como ocurrió en febrero, se siguen unos protocolos que no se pueden cambiar”, explica. En ese momento, la Alcaldía extendió el pico y placa al sábado.
Por ahora, esos protocolos no se han activado nuevamente y las medidas de la Secretaría de Ambiente son recomendaciones para evitar la exposición prolongada. Desde la entidad han declarado cuatro alertas en lo que va del año. Como medida adicional, en los 100 días que va de gobierno, la Secretaría declaró más de 63 mil m2 de bosque urbano, con el objetivo de mejorar la vegetación de la ciudad para luchar contra las emisiones de dióxido de carbono.
Las crisis ambientales en la ciudad reabren un debate más largo sobre el ordenamiento territorial de Bogotá y la presión que este le pone a los recursos naturales. El debate sobre el tema es largo y quienes han tenido la voz cantante son el presidente Petro y un sector cercano a él, de la izquierda del país.
Desde el anuncio de racionamiento de agua, la minAmbiente Muhammad ha dicho que se debe pensar en una solución más estructural. “Es la expansión inusitada de la sabana de Bogotá, sabiendo que cada año hay una relación más estrecha entre la demanda y la oferta de agua”, dijo la ministra. Por ahora ella y Petro se han opuesto a la construcción de un segundo embalse en Chingaza, por sus efectos ambientales en el páramo y la cuenca de la Orinoquía.
Es una discusión que se debe dar, pues según el único modelo climático que tenemos sobre el agua en Bogotá —que es un modelo sobre los ecosistemas, no sobre el abastecimiento de agua de la ciudad— a largo plazo la dependencia del sistema Chingaza podría no ser la mejor alternativa.
“No sabemos qué va a pasar con los páramos por el cambio climático. Los modelos hidrológicos, que estudian la cantidad de agua disponible en las cuencas de Bogotá-Región, muestran que a futuro lo que se espera es mayor precipitación en la cuenca alta del río Bogotá y menos en Chingaza”, explica Diego Restrepo, consultor en ciencias del agua y adaptación al cambio climático.
Dentro de ese cambio de modelo de abastecimiento de agua de la ciudad entra, por ejemplo, el corredor ecológico que se plantea desde los Cerros Orientales hasta el río Bogotá, conectado por la reserva Thomas Van der Hammen, en el occidente de la ciudad. La expansión urbana hacia ese sector, por ejemplo a través de corredores viales como la ALO Norte o la Avenida Boyacá, ha generado choques entre la Nación y el Distrito.
Y como frente a la crisis del agua, la alcaldía Galán no ha logrado consolidar aún una visión ambiental de la ciudad que reconcilie su mirada urbana expansiva con los retos de sostenibilidad.