Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
La posición de la alcaldía frente al racionamiento de agua ha sido que es el resultado de una reducción coyuntural en las lluvias y que si consumimos menos agua saldremos de la crisis y todo estará bien otra vez. No nos han dicho hasta cuándo va a durar el racionamiento, no nos han dicho si tenemos riesgo de que pase el año entrante y sobre todo no nos han dicho qué vamos a hacer para evitar que vuelva a suceder.
Pero tal vez lo peor de la reacción de la alcaldía es ocultar que Bogotá enfrenta unos retos urgentes e importantes para conseguir el agua que necesita a futuro.
La culpa no es solo del clima
Como expliqué en detalle en una columna hace unos días, la crisis no es solo por la falta de lluvia sino, sobre todo, porque el acueducto no ha cumplido con su propia planeación para hacer las obras que le darían a Bogotá el agua que necesita. Así es, a estas alturas, según el Plan Maestro de Abastecimiento que el acueducto contrató en 2013, las obras de optimización de Tibitoc, Wiesner, Río Blanco y Regadera-Vitelma deberían estar todas terminadas. Ninguna lo está y, por lo tanto, Bogotá no tiene el agua que necesita. La escasez de lluvia es un problema adicional a eso, no la explicación absoluta.
Ahora hay que cambiar el Plan
Hoy en día, alrededor del 70% del agua de Bogotá viene de Chingaza y detrás de la planeación del abastecimiento de agua hacia el futuro hay un supuesto muy importante: es que ese páramo va a ser seguir siendo la fuente abundante y generosa de agua que siempre ha sido.
De hecho, según el Plan Maestro de Abastecimiento, después de las obras de optimización que mencioné anteriormente, en 2032 debería entrar en funcionamiento Chingaza sureste, que es el primer proyecto de expansión del Plan y uno de los componentes de Chingaza II.
Pero hoy hay razones para empezar a reevaluar el supuesto de que Chingaza va a seguir siendo la fuente confiable de agua que ha sido y que Bogotá debe seguir poniendo todos sus huevitos allá.
Según el estudio de Escenarios de Cambio Climático, realizado por el Ministerio de Ambiente, a través de Conservación Internacional Colombia, Chingaza (y la cuenca del río Guatiquía en particular) es la zona más vulnerable al cambio climático en los próximos años, dónde va a aumentar más la temperatura y va a disminuir más la lluvia.
¿Con ese escenario tiene sentido seguirle apostando a Chingaza II?
La Secretaría de Ambiente ya tomó una posición pública diciendo que no, pero sigue habiendo mucha controversia al respecto. En cualquier caso, Bogotá va a necesitar más agua, especialmente para enfrentar los retos de la emergencia climática, ¿y si no viene de Chingaza II de dónde va a venir?
Y el nuevo Plan será más difícil…
El estudio del Ministerio de Ambiente muestra que a diferencia de Chingaza, donde va a llover menos, en la cuenca alta del Río Bogotá va a llover más y que tiene más sentido apostarle a que esa sea la fuente del agua que Bogotá necesita en el futuro.
Por supuesto, eso requiere restauración ecológica, volver más sostenibles las prácticas agrícolas de la zona, gestionar el consumo de agua y optimizar la infraestructura de los sistemas de abastecimiento. Pero hacer proyectos en la cuenca alta del río Bogotá tiene un problema que Chingaza no, y es que hay que involucrar a mucha más gente en la toma de decisiones, desde la Corporación Autónoma Regional (CAR), la gobernación, los municipios hasta los miles de campesinos que viven en la zona, al acueducto y la alcaldía de Bogotá.
Dispendioso, demorado, aburrido, ingrato, sí. Todo eso. Pero es lo que hay que hacer si queremos que Bogotá tenga agua en el futuro.
¿El alcalde Galán está haciendo lo suficiente o va a volver a cogernos la noche?