El 10 de febrero la libra de café llegó a 2,58 dólares en la bolsa de Nueva York, el precio más alto que se ha registrado desde septiembre de 2011. El 16 de febrero la libra cerró en 2,52 dólares y el cargamento de 125 kilos en más de 2 millones de pesos, el precio más alto que ha tenido en la historia.

Esto ha beneficiado a los caficultores colombianos porque reciben más por cada grano de café exportado, con una tasa de cambio que lleva varios meses rondando los 4 mil pesos. Más no por el volúmen que cada vez es menor.

Para entender por qué mayores precios y oferta de café no se traducen en nuestro país en mayores exportaciones, La Silla Académica entrevistó a Edisson Castro, Héctor Mauricio Serna y Alejandro Barrera, profesores de la Facultad de Ciencias Contables, Económicas y Administrativas de la Universidad de Manizales.

Serna y Barrera son coautores del artículo: “Prospectiva laboral en la región del eje cafetero. Caso cadena productiva de café” una investigación que realizaron en Caldas, Risaralda y Quindío con entrevistas estructuradas a 62 expertos y un cuestionario en escala Likert (para conocer su nivel de acuerdo o desacuerdo con ciertas opciones) para identificar escenarios deseables a futuro y estrategias para la generación de empleo en el Eje Cafetero.

Castro, por su parte, es coautor del artículo: “ Un análisis comparativo de la sostenibilidad de sistemas para la producción de café en fincas de Santander y Caldas, Colombia” un estudio aplicado a 81 caficultores.

Con base en estas investigaciones hicimos la entrevista. 

LSA:

La Silla Académica

A.B:

Alejandro Barrera Escobar

H.S:

Héctor Mauricio Serna Gómez

E.C:

Edisson Stiven Castro Escobar

LSA:

¿Cómo ha sido la evolución de la producción cafetera y de la exportación en el tiempo?

A.B:

La Constitución de 1863 de Rionegro que era de ideas liberales permitió la expansión del comercio internacional y eso fue muy importante para el café. Permitió cambiar la oferta exportadora que se había basado al menos hasta 1850, principalmente, en minerales, como el oro. En 1880 el café pasó a representar un 20 por ciento de las exportaciones. En esa época Cúcuta era el principal exportador. Veinte años después aparece Santander, Cundinamarca, Tolima.

Entre 1890 y 1910 subimos a un 35 por ciento en el marco de una demanda mundial alta de café. El Gobierno de Rafael Reyes, tras el fin de la Guerra de Los Mil Días, fue muy importante porque en él se dió paso a un proceso de consolidación del país que permitió que se desarrollara la industria.

La industrialización vino además de la mano del cultivo de café con las trilladoras, las máquinas descerezadoras de café, productoras de machetes, de puntillas. Toda la industria pesada para las actividades agrícolas. Lo que podríamos llamar un capitalismo silvestre.

Y de 1925 a 1960 las exportaciones colombianas llegaron a ser sólo granos de café entre un 70 y un 80 por ciento. ¡Una transformación tremenda!

En los 40 se da el famoso pacto de cuotas (Acuerdo Interamericano de Café) para garantizar mínimos de oferta de producción y de precio. La cuota con la que arrancó Colombia era cercana a los tres millones de sacos al año. Eso hizo que se estabilizaran los precios que por la Gran Depresión de los 30 eran muy volátiles. Algo que le dió cierta seguridad a los caficultores.

Entre el 73 y el 79 ocurre lo que hoy se conoce como la bonanza cafetera. Que fue golpeada en todo caso por la violencia política en el campo. Y tras años de intensificación de los cultivos hubo un agotamiento de las tierras que bajó la productividad. Eso marca el descenso de las exportaciones. Y al café que ya venía de capa caída, le dan una estocada final con la finalización del pacto de cuotas en el 89. Se abren los mercados y ahí produce y exporta el que sea más competitivo. 

H.S:

En efecto, en los 90 con la apertura económica los precios del café vuelven a ser volátiles. Luego la política minero energética que arranca entre el 2003 y el 2004, y se extiende hasta 2014 hace que tengamos una gran recepción de dólares por venta del petróleo (enfermedad holandesa) que genera un proceso de apreciación de la moneda (de aumento del valor del peso colombiano frente al dólar) afectando los beneficios por exportaciones de otros bienes y servicios, entre estos el café. Entre 2007 y 2014 el dólar llegó a estar frente al peso, en dos mil pesos.

En regiones como el Eje Cafetero empiezan entonces a migrar hacia nuevos cultivos. Hay un cambio en el número de hectáreas sembradas en café. Y de 560 familias cafeteras que había en la década del 2000 pasó a haber 540 mil.

Al mismo tiempo, hay una contrafuerza: en 2011 se reconoce el paisaje cultural cafetero como patrimonio mundial por la Unesco. Lo cual genera un incentivo para preservar la cultura cafetera.  

LSA:

¿Cómo fue que pasamos de una época del oro del café a su declive actual en términos del peso que tiene en nuestra economía?

A.B:

Por un lado, el declive de la caficultura está asociado al marcado deterioro de los precios de exportación de los productos agrícolas —deterioro de los términos de intercambio—, como lo relatan Luis Bertola y José Antonio Ocampo en su libro sobre la historia económica de América Latina desde la Independencia.

Nosotros cada vez tenemos que vender más café, más banano, más aguacate, para comprar los mismos productos industriales. Hasta el siglo XIX el principal producto de exportación era el oro. En todo el siglo XX hasta los 90 fue el café. Y luego lo reemplazó el petróleo y el carbón. Seguimos haciendo exactamente lo mismo.

El consumo de café a nivel mundial, además, aunque crece lo hace a unas tasas muy bajas. El consumo interno de café por más cultura que tengamos es un mercado muy pequeño. Si a una persona le suben el sueldo, lo más probable no es que aumente su consumo de café, en cambio, compra un celular o un computador de última generación. Los productos agropecuarios tienen un problema de marginalidad en el crecimiento frente al consumo de las personas.

Corea del Sur en los años 70 era más pobre que Colombia y en la vuelta de 45 años el ingreso promedio por persona pasó a ser tres o cuatro veces más que el de nuestro país. Hay muchos factores que incidieron en eso, pero uno de ellos es que pasó de exportar en un 60 por ciento animales, minerales, productos de la tierra, a exportar en esa misma proporción productos de baja y media tecnología. Cambiaron el chip del tejido productivo.

A principios del siglo XX, el 30, 40 por ciento de la población mundial, tanto ricos como pobres, estaban dedicados al agro. Hoy es menos del cinco por ciento. El empuje del sector de servicios en los últimos 80 años es el que más genera empleo, un 60, 70 por ciento.

El café está enmarcado dentro de un cambio estructural del sistema económico y productivo. De una participación del 80 por ciento de las exportaciones, pasamos hoy a un 7.5 por ciento de 41 mil millones que vendimos el año pasado.

Las exportaciones de café el año pasado decrecieron en volumen. Crecimos un 26 por ciento por precio y por efecto cambiario. Exportamos unos 3 mil millones de dólares al año. El cultivo de café no llega a representar el 1 por ciento del PIB ni del 15 por ciento del PIB agrícola (que es el 7, 8 por ciento del PIB). 

E.C:

Además de los problemas de valor agregado y de demanda, ha habido un deterioro integral del mercado.

El consumo de café mundial al año es del orden de 165 a 167 millones de sacos y se producen entre 168 y 169. Colombia está exportando alrededor de 13 millones de sacos de café al año.

Y hay un stock que se queda en bodegas de cuartos de enfriamiento esperando a ver si de pronto hay una helada en Brasil y ese stock puede entrar al mercado.

Lo que pasa con la Federación Nacional de Cafeteros es que se ha visto afectada por la participación en el mercado de otros oferentes con mayores volúmenes de producción y más baratos, como Brasil. Es café producido a escala, de forma costo eficiente. De menor calidad, a su vez, pero la preferencia por el café más amargo es mayoritaria en EE.UU., Europa y Asia. Prefieren un café para teñir costales como dicen vulgarmente.

En Colombia, en cambio, se consume en general un café de menor factor de rendimiento, más tostado, para disfrazar las imperfecciones y ponerle más acidez. Y es común el uso de endulzantes. Es un estilo diferente de consumo que ha venido en todo caso cambiando en los últimos años.

Otro de los factores que ha influido en la distribución del mercado mundial de café es el cambio climático. Se han modificado las alturas para cultivar y los ciclos de cosecha. Países como Etiopía, Uganda, Indonesia, Vietnam, inclusive Nicaragua, Honduras, México, en Centroamérica, están supliendo los déficit de producción de Brasil cuando sufre heladas, inundaciones o sequías, por ejemplo. 

LSA:

En las entrevistas que hicieron en 2015 ustedes encontraron que en promedio el 50 por ciento de los caficultores veían como muy factible especializarse en la producción de cafés especiales. ¿Tiene eso que ver con la disminución del peso del Eje Cafetero en la producción y exportación de café? 

E.C:

Aunque el país ha mejorado en producción de café especial, todavía es incipiente. Costa Rica, México y Perú están mejor. Los cafés certificados pueden tener una prima de venta de hasta el 50, 70 por ciento más de lo que vale una libra de café promedio en el mercado.

Nespresso y Starbucks fueron pioneros en el tema. Desde hace cerca de una década crearon su propia línea de café especial. Nespresso creó: “Triple A”. Y un porcentaje importante se produce en Antioquia, Caldas y Huila. Starbucks creó “Cafe Practices”.

Prestan asistencia técnica, entregan semillas y aseguran cuotas de compra.

Pero la saturación en los mercados ha hecho difícil mantener los sobreprecios de venta. Una forma de mitigarlo ha sido la tendencia cada vez más fuerte en el país de implementar sistemas integrales de producción agrícola: muchas de las fincas cafeteras, especialmente en el Quindío, han creado experiencias alrededor de la producción de café. Han ligado el turismo a catas de café. Han puesto sus propias boutiques. Se han asociado para lograr mejores precios en el mercado.

Aún así seguimos siendo grandes productores de café convencional. Y tenemos ventajas y también grandes desventajas. Al ser un cultivo artesanal que se basa en su mayoría en la mano de obra de familias campesinas, la almendra es más limpia, pero la falta de conocimiento de los campesinos hace que el despulpado y el lavado del café no sean los mejores, y eso se castiga en la comercialización.

Brasil por su parte, el mayor productor y exportador de café convencional en el mundo se basa en sistemas mecanizados que hacen que la almendra sea menos limpia y que el café sea más impuro, porque la recolección no se hace con tanta filigrana. Por eso son cafés más baratos que son rentables por el volumen más no por la calidad 

LSA:

Uno de los principales problemas que ha tenido el cultivo de café en los últimos años es la escasez de mano de obra. No hay recolectores suficientes. Y los jóvenes no quieren trabajar en el campo. ¿Qué desafío representa esto en términos de mercado laboral y de desarrollo del campo? 

A.B:

Vamos para menos recolectores. En nuestro estudio y lo han ratificado otras investigaciones, nos encontramos con el envejecimiento poblacional de los caficultores. El promedio de edad de un recolector de café estaba entre los 50, 55, 60 años. Ahorita con los migrantes venezolanos que se han insertado en el sector pudo haber un reajuste, pero es un problema estructural. ¿Quién quiere ir a recolectar café al sol y al agua?

Esta generación de recolectores no tiene quién los reemplace. En una entrevista que le hicimos a un empresario del café le preguntamos que características debían tener los recolectores y su respuesta fue desgarradora: que con que tuvieran al menos una mano podían trabajar. Lo que quería decir es que con eso bastaba.

Brasil produce 50 a 60 millones de sacos al año. Pero la caficultura está totalmente tecnificada.

Si ese perfil de los recolectores se transforma no va a generar en todo caso el mismo número de trabajadores. Nosotros establecimos en nuestra investigación que si la industria del café se tecnifica pueden crearse al menos 16 nuevos perfiles de empleo que profesionalizarían este renglón. Algo totalmente necesario.

Un joven de 15 ó 16 años que vive en el campo lo más seguro es que entre quedarse trabajando en la finca de su familia, muchas veces sin ninguna remuneración, o irse a una ciudad a trabajar en una tienda donde puede tener la posibilidad de pagarse una carrera técnica o tecnológica, opte por esta segunda opción. América Latina en este momento es la región más urbanizada del mundo. No de forma organizada, sino con círculos de pobreza. Pero es una cuestión de búsqueda de oportunidades.

El siglo XXI, es en todo caso, la economía del conocimiento, de los servicios, del entretenimiento, del ocio. ¿Cómo llevar eso al campo? No lo sabemos. 

LSA:

¿Qué tal le va al cultivo de café en términos de sostenibilidad? 

E.C:

El cultivo de café ha sido pionero en establecer estándares de producción sostenibles por encima de los cultivos de caña, palma, algodón, cítricos o arroz. Algo que está relacionado con la fuerza gremial y la institucionalidad cafetera.

Con la apertura económica se consolidaron las industrias más grandes que podían competir internacionalmente. Eso dio lugar a una discusión sobre el balance entre crecimiento e impacto social y ambiental.

En la caficultura pasamos de un sistema agroforestal en el que se cultivaba, por ejemplo, variedad de café arábigo que era café alto que crecía bajo la sombra, a variedades más expuestas al sol que requerían más nitrógeno y que dejaban más expuesto el suelo, lo que se llaman monocultivos, con productividades altas e impactos ambientales mayores.

El informe de Brundtland de 1987, la cumbre de Johannesburgo, el Protocolo de Kioto, abrieron el camino a los sistemas de producción sostenibles o cafés especiales.

Surge con ello Rainforest Alliance, el certificado UTZ, el certificado FLO y Café Orgánico, todos encargados de certificar buenas prácticas productivas a nivel ambiental, social, económico y organizacional. Y esto da lugar a unos sobreprecios de venta favorables.

De las cerca de 540 mil familias cafeteras que había en el país en 2010, una décima parte se metió en este sistema productivo que promovió la Federación de Cafeteros. Era un valor agregado a la producción. Y tenía buena acogida en el comercio internacional del café: se fortalecieron entonces las marcas de origen.

LSA:

¿Cómo resolver el dilema entre adaptación y mitigación del cambio climático y productividad del cultivo?

E.C:

 En el eje cafetero, Antioquia, Cauca y Huila ha predominado el monocultivo. El sistema agroforestal, por su parte, es más común en los Santanderes, Cundinamarca, Nariño, Magdalena y La Guajira. Son cafés menos productivos, pero con menores impactos ambientales que el de los monocultivos.

Una forma de lograr un mejor equilibrio es promover la diversificación de cultivos o el cultivo en asocio, para no depender exclusivamente del café, por ejemplo, una buena práctica en asocio se da con el plátano, los cítricos y algunos tubérculos. Eso permite asegurar ingresos permanentes para los productores porque son productos con ciclos de cosecha mucho más pequeños. El plátano casi que es la caja menor del campesino en Colombia.

También mediante la reforestación en áreas de compensación ecológica como las microcuencas o los corredores naturales. La ley determina que debe haber unos retiros de 30 metros sobre las rondas hídricas. Muchas prácticas de sostenibilidad consisten en inspeccionar que la gente cumpla con esos retiros.

Las barreras vivas también funcionan porque disminuyen la exposición directa del suelo al sol lo que provoca su erosión.

LSA:

La Federación Nacional de Cafeteros tuvo un rol muy importante en la segunda mitad del siglo XX en el desarrollo de muchas zonas del país. Después pareciera estar de capa caída ¿Qué pasó? ¿Es deseable que vuelva a ser lo que era antes? 

A.B:

En los 20 hubo un desarrollo institucional importante alrededor del Eje Cafetero.

En 1927 se creó la Federación Nacional de Cafeteros. Se convirtió en una especie de ministerio del café sobre todo en los departamentos de Antioquia, Caldas, Quindío, el gran Caldas en su momento. La Federación con el apoyo de los gobiernos nacionales y locales instaló colegios e infraestructura de servicios públicos.

La Cámara de Comercio de Manizales, había nacido en 1923, en esa ciudad que era el centro económico del Eje Cafetero en ese momento. Con ello vino la construcción de vías que conectaban esa región con Tolima y Bogotá, lo cual facilitó el crecimiento del cultivo.

Y en 1923 también se creó el Banco de La República que organizó el sistema financiero del país y apalancó el cultivo de café que tenía fallas de financiación. En las mesas directivas habían representantes del sector café.

H.S:

En efecto, hace unos años, el Crece, hizo un estudio que citamos en el libro, que mostraba que los municipios cafeteros tenían mejores condiciones de bienestar que otros municipios del país, en términos de acceso a servicios públicos, vías, conectividad. Todo eso asociado a la función de la Federación Nacional de Cafeteros y de la institucionalidad en torno al cultivo de café.

Pero el cambio en la economía hace necesaria una adaptación. La Federación tiene que ajustarse al cambio de las condiciones actuales.

En la década de los 50, 60, 70, la Federación con el fondo del café era vista por la ciudadanía como parte del Estado. Pero con la liberación de la economía que arrancó en los 90 tiene que concentrarse en lo que realmente sabe hacer. En mejorar la productividad, la competitividad y posibilitar la diversificación para que no sólo se exporte café verde sino cafés especiales y otro tipo de productos. Así lo señaló la Misión Cafetera en 2014.

Y algo de esto se ha venido viendo con la irrupción de la marca Juan Valdez en el 2000 que ha venido creciendo y aumentando su presencia en Latinoamérica. También ha habido un aumento significativo de la producción de sacos de café. Pero falta. 

A.B:

Debemos preguntarnos entonces si la Federación debería tener hoy el mismo tamaño y las mismas funciones que en los 50 cuando el café era el principal producto de exportación en Colombia.

Y también me parece que hay que preguntarse si las empresas grandes de Colombia que ya se dedican a la industria del café procesado fueron apoyadas en su momento por la Federación. Si no hubiera estado, ¿esas empresas existirían? ¿Serían más grandes o más pequeñas? Indagar en esto puede trazar una ruta de lo que deben seguir haciendo o no la Federación. 

LSA:

¿Cuál debería ser la política económica en materia de café del próximo presidente?

A.B:

Tenemos que vender valor agregado de un grano. Si sumamos los productos elaborados a partir del café, tampoco llegamos al 1 por ciento del PIB del país. Porque una cosa es el café y otra es toda la industria del café procesado.

Cuando hablas de café sólo se te viene a la cabeza países en desarrollo como: Brasil, Vietnam, Colombia, Etiopía, India, Honduras, Uganda.

Pero cuando hablas de procesamiento entra Alemania, Italia, Suiza. Sólo Alemania exporta el 50 por ciento del café procesado en el mundo.

Además de esto hay un problema de competencias imperfectas de compra. Hay grandes grandes productores de café, pero lo compran muy poquitos que definen los precios, la cantidad, que afectan a la baja la venta de café verde. Y se benefician con eso los países que lo compran y revenden procesado absorbiendo todo el valor agregado.

Se aprovechan de ese diamante verde y le ganan desde el 30 hasta el 100 por ciento adicional con tecnología. Intensivos en capital y baja intensidad en mano de obra, al contrario de lo que pasa en el cultivo en Colombia de café verde. Es muy intensivo en mano de obra. Representa el 70, 80 por ciento de los costos y por eso no es rentable.

H.S:

Es muy importante diversificar. Seguir apostándole al consumo diferenciado, a la experiencia del cliente. El café debe pensarse como el vino. Con un alto nivel de sofisticación. Como una bebida que representa un deleite para los sentidos. Atado al lote en el que se cultiva, a las condiciones climáticas de la zona, a la forma de la cosecha.

Y, por otro lado, la necesidad de tecnificar el cultivo es inaplazable.

E.C:

La coyuntura de la bonanza que estamos viviendo en este momento con carga de café por encima de 2 millones de pesos será una de las fotos interesantes del pasado que recordaremos con nostalgia. La caficultura no va a desaparecer, pero es insostenible en las condiciones actuales.

En un próximo gobierno, debe haber varios cambios y apuestas.

Una es la disminución de costos de insumos: los abonos son muy costosos porque una parte de los insumos son minerales importados. Algunos de ellos podrían producirse internamente. O deben bajarse los aranceles a la importación. Eso aliviaría la rigidez de los costos frente a la volatilidad de los precios. De ahí también la importancia de que haya un fondo de estabilización de los precios.

Debe haber, por otro lado, una política de renovación permanente de cafetales. Un cafetal de más de 10 años va perdiendo capacidad productiva. Hay zonas donde el promedio puede ser de 15 años sin renovar el café. Eso requiere no solo de semillas, sino de subsidios porque son por lo menos dos años improductivos.

Y por supuesto de tecnificación. La única forma de ser competitivos es mejorando la productividad (más cantidad por hectárea) y la relación costo beneficio de forma que podamos competir, con la calidad del café que tenemos, con la impronta y sellos de marca, pero también con precios atractivos a nivel mundial, que hagan mella en la sobreoferta de café que a veces hay en el mundo. 

Para citar:

Serna, H., Barrera, A., Ramírez, V., Arango O. (2014). Prospectiva laboral en la región del eje cafetero. Caso cadena productiva de café.

-Oviedo, R., Castro E. (2021). Un análisis comparativo de la sostenibilidad de sistemas para la producción de café en fincas de Santander y Caldas, Colombia. Ciencia &Amp; Tecnología Agropecuaria, 22(3). doi:10.21930/rcta.vol22_num3_art:2230

Soy la editora de La Silla Amazonía desde 2024 y estoy a cargo del Curso de Inmersión de La Silla. Fui la editora del Detector de Mentiras desde mediados de 2022 hasta 2023. Y previo a eso fui la editora de La Silla Académica desde 2017. Soy abogada de base e hice una maestría en investigación...

Estudio comunicación social-periodismo en la Universidad Externado de Colombia y fui practicante de La Silla Académica.