A la Colombia enfrascada en los debates sobre la escasez del agua se le pasó desapercibida una visita importante que tiene todo que ver con el equilibrio hídrico en el país y en el continente. El grupo de científicos más importante del mundo en el estudio científico de la Amazonía visitó la Bogotá de los racionamientos. Se trata del Panel Científico por la Amazonia, que es una iniciativa creada en 2019 por la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, en cabeza del economista Jeffrey Sachs.
Este grupo de más de 240 científicos tiene la misión de ponerle cifras y argumentos a las dimensiones biológicas y económicas que tiene la protección del bioma amazónico y las consecuencias de no hacerlo. La idea del grupo es generar evidencia que sirva a los políticos del mundo para tomar decisiones informadas sobre la protección del Amazonas. Su reunión coincidió con la visita del presidente brasilero, Luiz Inácio Lula Da Silva, que vino a lanzar la participación de su país en la Feria del Libro de Bogotá, y a hablar con el presidente Petro precisamente de políticas conjuntas para luchar contra la deforestación.
Los dos copresidentes de ese panel de científicos hablaron con La Silla Vacía. Carlos Nobre, quien fue secretario nacional de Políticas de Investigación y Desarrollo en el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de Brasil. Nobre es famoso por aportar evidencia para definir el punto de inflexión de la selva amazónica, que es el nivel de deforestación de ese ecosistema desde el cual empezaría a “sabanizarse”. También estuvo la copresidenta Marielos Peña-Claros, una científica boliviana especializada en ecología forestal que estudia la recuperación de los bosques tras las perturbaciones humanas y los tratamientos silvícolas que aceleran su recuperación.
La Silla Vacía: Carlos, su trayectoria de 40 años estudiando la Amazonía lo ha llevado a ser una de las figuras claves para asimilar este concepto de punto de no retorno y de sabanización del bioma amazónico. ¿Qué balance hace de ese recorrido y dónde estamos hoy?
Carlos Nobre: Vengo trabajando en la ciencia de la Amazonía por 41 años. Empecé en enero de 1983 cuando regresé de mi doctorado en los Estados Unidos, y después he hecho una investigación incisiva, que fue la primera investigación científica para saber qué ocurriría con el bosque de la Amazonía con una alta deforestación. Publicamos artículos científicos en 1990-1991 que decían: si hay mucha deforestación en la Amazonía, el clima en todo el sur de ese ecosistema —que equivale al 50 porciento de este— cambiaría de manera dramática, de modo que la estación de sequía se alargaría unos siete meses, con lo que sería imposible mantenerlo como un bosque tropical. El bioma que tiene una estación de sequía de siete meses es la sabana tropical, de ahí el término de la sabanización de la Amazonía y el riesgo que esto supone.
En 1990, esto era una prueba de lo que podría ocurrir en un futuro con mucha deforestación. Después, con mis estudiantes de doctorado, hicimos otros estudios que predecían el riesgo del cambio climático y del calentamiento global en la Amazonía. Estos resultados mostraron que incluso cuando hay cero deforestación en todo el bosque de la Amazonía, pero hay calentamiento global y la temperatura se hace 4 grados Celsius más caliente, las sequías se tornan muy frecuentes y todo el sur de la Amazonía también termina sabanizado. Después vinieron otros estudios que muestran la combinación de los factores: hoy tenemos juntos calentamiento global, deforestación y degradación del bosque, y esa combinación nos da que si el calentamiento global llega a los 2.5 grados Celsius y la deforestación excede el 25 por ciento del bioma, llegamos a un punto de no retorno para ese ecosistema.
Lo preocupante es que estamos cerca de llegar a ese punto. La deforestación está en el 18% y el calentamiento global, para 2023, casi llega a los 1.5 grados. Ya, por ejemplo, el bosque en la parte sureste de la Amazonía brasileña pasó a ser una fuente de emisiones de carbono, cuando debería estar capturándolo.
Todos los bosques del mundo remueven una gran cantidad de dióxido de carbono de la atmósfera que equivalen a 12 mil o 14 mil millones de toneladas de CO₂. La Amazonía, por ejemplo, en la década de los 90, removía más de 2 mil millones de toneladas de CO₂. Ahora esa capacidad ha disminuido mucho y captura menos de mil millones y ya hay zonas que son fuente de emisiones carbono.
Entonces, estamos ante una emergencia climática global que no da mucho grado para el positivismo. Por ejemplo, aunque en los primeros meses de 2024 se redujo la deforestación, con datos del bioma amazónico brasilero, aún así aumentó la degradación forestal, que es la capacidad del bosque para seguir prestando servicios ecosistémicos. A finales del 2023 también vinieron muchos incendios debidos en gran parte a la sequía más fuerte de la historia de Amazonía.
Entonces, lo que en los 90s era una proyección de futuro hoy es un punto que estamos muy cerca de alcanzar. Hay una necesidad de reducir el uso de fuego porque la gran mayoría de los incendios en la Amazonía no son naturales, sino cometidos por criminales que tienen intereses en cambiar el uso del suelo y en generar pastaje para sus actividades.
La Silla Vacía: Desde 2019 ustedes encabezan el Panel Científico por la Amazonía, que busca, más que informar, tener una incidencia política. ¿Cuál es el rol que puede tener este grupo en las negociaciones internacionales?
Carlos Nobre: Esa es una pregunta importante porque desafortunadamente nosotros los científicos climáticos y de la Amazonía llevamos hablando por décadas sobre esos riesgos de emergencia climática, pero muchas veces lo hicimos como proyecciones para un futuro no tan inmediato. Decíamos que la temperatura del planeta podía llegar a 2.5 grados en 2050, y entonces ahí podríamos llegar al punto de no retorno del bioma amazónico. Pero con esa idea muchos sectores económicos y políticos han terminado diciendo que ese es un problema que va a ocurrir en algunas décadas, y por tanto, no hay de qué preocuparse porque se van a encontrar las soluciones de aquí a ese punto.
La diferencia ahora es que ese punto de no retorno está más cerca de lo que previmos en su momento. Por ejemplo, los científicos climáticos no previmos que 2023 sería el año más caliente de los registros históricos. Ni tampoco previmos que en los últimos tres años parte del sureste de la Amazonía se convertiría en fuente de carbono, pues pensábamos que eso podría ocurrir hasta 2050. Pero eso ya empezó a pasa ahora, entonces no solamente podemos quedarnos como científicos haciendo proyecciones futuras, nos toca buscar que la clase política y económica entienda que no podemos continuar por esa senda.
El objetivo más cercano del panel es presentar en la COP 30, de Belén de Pará, un informe de evaluación donde el tema central será la conectividad de toda la Amazonía, que incluirá un detalle de cómo en la Amazonía se conectan distintos sectores de los pueblos indígenas, procesos del clima global y de la biodiversidad.
Pero también habrá un capítulo que va a ser sobre la conectividad del crimen organizado. Hay mucha más conectividad de crimen organizado en toda la Amazonía que conectividad de la ciencia. El crimen organizado de Brasil está conectado con el de Colombia y Ecuador. Cocaína, oro, acaparamiento de tierras, extracción de madera y tráfico de vida silvestre son todos delitos que no se pueden pensar de manera aislada.
Marielos Peña-Claros: Al final lo que queremos es generar cambios en las políticas de Estado de la Amazonía para que la conservación y la protección también le generen un estilo de vida a las comunidades que sea digno.
Pero para hacer estos cambios de paradigmas se necesita muchos recursos y un cambio en la manera como estructuramos el financiamiento que se da en los países. Por ejemplo, conseguir recursos para hacer un manejo de bosque para cualquier producto es algo que se logra pero con intereses muy altos, mientras que si quieres tumbar el bosque o plantar soya, la plata se consigue más fácil.
La Silla Vacía: Cuando este panel se fundó llegó Bolsonaro al poder político en Brasil. Ahora la izquierda gobierna allá y en Colombia. ¿Cómo evalúan las posiciones de estos gobiernos frente a la deforestación?
Carlos Nobre: En la cúpula de los países amazónicos de agosto 2023, en Belén de Pará, todos los presidentes dijeron muy claramente que reconocen que el Amazonas está cerca a un punto de no retorno, y ya es un avance coordinar a la región en un mismo lenguaje sobre la gravedad de lo que está pasando. Ese es un primer paso. Pero un segundo punto tiene que ver con bajar la deforestación efectivamente y ahí la acción de los gobiernos tiene límites.
Por ejemplo, yo no sabía que en los últimos 3 meses la deforestación en la Amazonía colombiana viene creciendo. Ahí por supuesto que están los carteles y el crimen organizado que controlan gran parte de la Amazonía.
Aunque hay que reconocer que la reducción de la deforestación en 2023 fue más alta en Colombia en comparación con todos los otros países del bioma, así tenga el lunar de los últimos tres meses de este año. Desafortunadamente, no hay solución definitiva a la deforestación amazónica que no pase por la legalización de cocaína a nivel global, pues actualmente el consumo mundial de cocaína no para de crecer. La legalización va a disminuir mucho el poder del crimen en esa región, así la deforestación pase también por otros factores. Pero claramente esto es muy difícil de implementar en este momento a nivel global.
En Brasil la historia es un poco diferente y en los primeros tres meses se ha registrado una reducción de la deforestación de un 64 por ciento. Eso muestra que aparentemente las políticas del gobierno federal están siendo efectivas. En Brasil hay un esfuerzo muy grande del Ministerio de Medio Ambiente, liderado por la ministra Marina Silva, para combatir el crimen.
A eso ayuda mucho que en Brasil hay sistemas de monitoreo muy robustos que detectan cualquier ilegalidad con horas o máximo días (cuando hay muchas nubes). Las organizaciones del gobierno de Brasil reciben estos monitoreos inmediatamente y actúan atacando la minería ilegal de oro o la deforestación para ganadería ilegal.
Más que la derecha o la izquierda, el riesgo para la Amazonía es el crecimiento del populismo político del mundo. Nosotros sufrimos bajo los 4 años del gobierno anterior de Bolsonaro, que era anticiencia, negacionista del cambio climático, de los riesgos de la Amazonía y promotor de la ganadería, la minería y de monocultivos como la soya. Como era de esperarse, la deforestación creció mucho en Brasil en los cuatro años de este programa político.
El populismo está creciendo en todo el mundo: en Argentina con Milei, pero también en gobiernos de extrema izquierda, como Venezuela o Nicaragua, donde también hay un riesgo.
La Silla Vacía: Marielos, ¿ocurre lo mismo en la porción boliviana del Amazonas? ¿Cómo vienen siendo las dinámicas allá?
Marielos Peña-Claros: La tasa de deforestación en Bolivia ha aumentado a lo largo del tiempo, y principalmente en los últimos 10 o 12 años. Una de las fronteras agrícolas fuertes que hay en Bolivia queda en el departamento de Santa Cruz, y la tasa de deforestación ahí es muy alta.
El año pasado se ha visto una pequeña reducción, pero la tasa de deforestación sigue siendo alta. Sin embargo, en el norte del país, donde tendríamos una Amazonia en sentido estricto, la tasa deforestación es baja y hay una cobertura forestal de alrededor del 92 por ciento. Está identificado que son los mercados ilegales de diesel, ganadería y producción de soya los que están principalmente detrás de esa deforestación.
También está como factor que empuja la deforestación la minería ilegal de oro, pero el gobierno actual no termina de decidir su posición al respecto, pues atacar la minería de oro es enfrentarse a los mineros, que fueron una fuerza electoral importante de este y pueden salir a protestar en cualquier momento.
La Silla Vacía: En la antesala de la COP 16 de biodiversidad en Cali, ¿qué cree que serían logros para Colombia en esa cumbre?
Carlos Nobre: Venimos de una COP 15 de biodiversidad en Montreal que fue muy importante para mostrar el riesgo y la importancia de mantener la biodiversidad de todo el planeta. Ahí la Amazonía es determinante porque tiene la mayor biodiversidad del planeta y los Andes amazónicos la mayor biodiversidad dentro de Amazonía, así que manda una señal grande que se haga esta cumbre en un país amazónico.
Me gustaría mucho que la COP 16 de Cali se dedicara a la búsqueda de soluciones. Por ejemplo, la COP15 creó el fondo para la biodiversidad, que implica que los países ricos financiarán el sostenimiento de la biodiversidad global con decenas de miles de dólares por año. Pero lo importante es que esos compromisos aterricen en soluciones y no seguir hablando y hablando en compromisos que nunca ocurren.
Lo mismo está sucediendo con el fondo verde climático, que prometió, en 2010, 100 mil millones de dólares al año para ayudar a países en desarrollo en prácticas de adaptación al cambio climático y mitigación de sus efectos. Pero eso no está ocurriendo y los países no están haciendo transformaciones sustanciales para cambiar sus matrices energéticas y hacerlas más renovables en un mundo donde, en general, el 70 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero vienen de combustibles fósiles.
La Silla Vacía: Marielos, en su campo de investigación ha conocido procesos exitosos de hacer productivo el bosque. ¿Qué ejemplos nos puede dar de casos en los que hay un equilibrio entre la actividad económica de las comunidades y una preservación del bosque?
Marielos Peña-Claros: Yo he investigado mucho sobre el aprovechamiento forestal para entender qué es lo que pasa cuando se aprovecha el bosque para la producción de madera o la producción de no maderables, y cómo cambia la dinámica de las comunidades en esos ecosistemas, y eso me ha hecho conocer varios ejemplos.
Uno de mis ejemplos favoritos es el de la castaña, que en Brasil llaman castaña do Para y en Bolivia llamamos castaña o almendra, que es una nuez producida por árboles que llegan a tener 30 o 45 metros de altura y que necesitan estar en un bosque para producir, porque su polinización depende de unas abejas especiales.
La economía de este fruto genera en Bolivia unos 100 millones de dólares anuales. Para algunas comunidades en Bolivia la castaña representa hasta el 50 o 70 por ciento del dinero efectivo que les llega a las familias. Es un producto que tiene un mercado a nivel internacional, pero requiere un cuidado del bosque.
Otro producto que es estrella, pero que a veces su producción ha generado tensiones, es el acai, que ya está en todas partes del mundo, al tiempo que es un producto que es parte de la base alimentaria de la región y se toma como sopa allí, como en los Andes está la papa.
Hay mucha trayectoria en el manejo de estos bosques para el acai, pero con el riesgo de que como su mercado es tan grande la gente lo está sembrando cada vez más intensivamente, lo que paradójicamente ha traido el efecto de que en algunas zonas del Amazonas hay deforestación para hacer monocultivo de acai, lo que es también un problema.
Hay que pensar en productos que garanticen estabilidad y no estos ciclos de abundancia y luego desabastecimiento, como pasó con el caucho, que han sido típicos en el pasado amazónico. Tal vez no necesitemos que todos los productos de estas sociobioeconomías vayan a un mercado global. Con satisfacer un mercado regional ya sería suficiente, pero siempre que genere suficiente dinamismo para la gente que vive ahí pueda hacerlo bien.