Aunque la ganadería tiene un impacto directo en el número de hectáreas deforestadas mayor al de la coca, esta economía ilícita sigue siendo una de las principales amenazas para la conservación de la Amazonía, según lo demuestra el análisis de las cifras de los últimos diez años de coca y deforestación en la selva colombiana, peruana y ecuatoriana y la opinión de los expertos. Estas son siete razones:
Esta historia es parte de un especial regional llamado “Narcodeforestación: el nuevo mapa de la coca destruye la Amazonía Andina” coordinado por Ojo Público de Perú, en colaboración con La Silla Vacía de Colombia, la Revista Vistazo de Ecuador y El Deber de Bolivia. Y con el apoyo de la Fundación Moore y Natural Resource Governance Institute —NGRI—.
1. Los cuatro departamentos con más coca son también los más deforestados. Putumayo es el caso insigne.
Casi el 60 por ciento de la deforestación en Colombia en los últimos 10 años se concentró en la Amazonía. Y los cuatro departamentos de esa región que la jalonaron son a su vez los que mayor cantidad de cultivos de coca tuvieron en ese período, solo superados por Nariño (Tumaco – Puerto Asís) y Norte de Santander (Tibú).
Puntualmente, Putumayo —que en 2022 aportó el 6 por ciento de la deforestación de Colombia y cuya principal actividad económica es la coca— ha tenido la tasa promedio de deforestación más alta en la Amazonía en la última década (sólo Meta lo superó, pero no es un departamento 100 por ciento amazónico).
Hay tres departamentos en la Amazonía que han tenido poca deforestación y, a su vez, pocos cultivos de coca y ganadería porque la humedad es del 90 por ciento y hay muchos terrenos inundables.
Además dado lo apartado que están de los centros de producción no es rentable llevar hasta allá insumos ni sacar los productos. Estos son Amazonas —que tiene casi una cuarta parte del bosque de la Amazonía— Guainía y Vaupés.
2. La dinámica de enclaves aumenta el riesgo de degradación del bosque
En los últimos cinco años, la Unodc ha venido identificando una nueva dinámica del narcotráfico que está destruyendo la biodiversidad: los enclaves. Estos concentran en unos puntos específicos la siembra, extracción, producción y comercialización de la coca para manejar economías de escala con procesos tecnificados y están bajo el dominio de grupos armados. Dos de los más grandes se ubican en los bordes del río Putumayo, en la frontera con Perú y Ecuador.
Mientras que antes en un departamento como el Putumayo el paisaje era, según Leonardo Correa, Coordinador regional de análisis monitoreo e información de Unodc, como un “queso gruyere” con pequeños cultivos de coca sembrados por comunidades campesinas o indígenas en el medio del bosque ahora, gracias a los enclaves “lo que se ve es la tala rasa”, dice.
Los cultivos de coca que solían ser de entre 2 y 6 hectáreas, ahora superan las 20 en ese departamento, como lo ha constatado la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible —Fcds—en sus sobrevuelos desde 2022. La producción de coca ahí dobla el promedio anual de 6 toneladas por hectárea, llegando a 12, según Correa. “Las nuevas áreas están dejando de ser zonas dispersas y de baja densidad de siembra”, dice el informe de monitoreo de cultivos de la ONU de 2022.
Como en los enclaves arrasan con todo en una zona no solo afectan los bosques talados sino también los contiguos que quedan en pie.
Ese impacto lo llama la científica Dolors Armenteras el efecto de borde: “los bordes se crean donde se termina el bosque y empieza un pedazo de tierra con una cobertura totalmente diferente que expone esos bordes a desecación, lo que hace que no retengan la humedad y estén más expuestos a especies invasoras y al sol, viento, etc”.
Entre más grandes están volviendo a ser los cultivos de coca, el bosque que queda en pie no alcanza a cubrir con su sombra el área descubierta, y por lo tanto, entra más sol y se evapora más el agua. Por eso, en las áreas donde se ha generado más efecto de borde hay más probabilidad de incendios que en el bosque, que es más húmedo y está en mejores condiciones, explica Armenteras.
Según el estudio en el participó Armenteras, casi un tres por ciento del bosque de la Amazonía puede estar degradado por el efecto borde, esto son cerca de 188,531 kilómetros cuadrados, casi el doble del departamento de Amazonas que es el más extenso de Colombia o del país de Guatemala.
Con los enclaves también se ha intensificado no solo el uso de los químicos que contaminan la tierra, los ríos y el aire sino que se depositan grandes cantidades de insumos en un solo lugar, según explica Correa, el Coordinador regional de análisis monitoreo e información de Unodc.
Según esa entidad para producir un kilo de cocaína se requieren 320 litros de gasolina y 700 kilogramos de hoja de coca. La mezcla de la hoja con residuos de cemento, combustible y otros materiales son desechados después sin tratar en su mayoría. Un 20 por ciento de la gasolina se evapora en el proceso y queda en el ambiente.
3. La crisis de la coca de los dos últimos años solo la viven los pequeños productores y, en todo caso amenaza, la conservación
La crisis en la compra de coca reportada desde finales de 2022 continúa hoy, muchos campesinos e indígenas en Putumayo tienen bultos de hoja de coca y pasta básica de cocaína guardada porque las organizaciones criminales no les quieren comprar. Esta situación también está ocurriendo en el Guaviare, según Angélica Rojas, coordinadora regional de Fcds en ese departamento.
Según dos líderes sociales en el Putumayo que pidieron no ser identificados por razones de seguridad, los Comandos de la Frontera, la disidencia con mayor control en el Putumayo, les ha dicho que con la purga que ha hecho el gobierno Petro en las Fuerzas Militares ya no tienen aliados en la ‘legalidad’ para sacar la coca. Y prueba de eso sería el crecimiento de las incautaciones.
Pero al ver las cifras de la Amazonía las incautaciones han bajado desde 2022.
A nivel nacional sí han aumentado. Pero los expertos sostienen que las mayores incautaciones lo que demuestran es que hay más cocaína circulando. Así lo creen Correa, coordinador regional de la Unodc, Kyle Johnson, investigador de la ONG Core, o Insight Crime.
En 2022, hubo récord de hectáreas sembradas a nivel nacional: 230 mil. Y en 2022 y 2023 hubo récord de toneladas incautadas. En la última década aumentaron, además, en un 23% los consumidores de coca en el mundo.
Entonces lo que puede explicar la crisis de la compra es que el desarrollo del negocio a través de enclaves está dejando por fuera a muchos cultivadores pequeños que no están dentro de esos puntos de concentración y que siguen procesos más artesanales, en algunos casos de menor calidad que la que exige ahora el mercado internacional.
Por esta diferencia entre la dinámica en los enclaves y la que hay afuera, Unodc está reevaluando su sistema de medición de precios de la hoja de coca y sus derivados, pues ahora el precio varía dependiendo del lugar donde se pregunte. Antes era homogéneo dado el monopolio que tenían las Farc, según Correa.
Ante la sobreoferta, los campesinos, según los dos líderes del Putumayo con los que habló La Silla, han dejado de sembrar coca. Las cifras de la Policía muestran que, como en otros departamentos, allá se estancaron los cultivos entre abril y agosto de 2023, luego de que en los dos años anteriores hubieran crecido en un 70 por ciento.
Esto coincide con una caída de la deforestación en Putumayo, que parece por eso estar muy ligada a los cultivos de coca. Contrario a la tendencia nacional, Putumayo fue el único que tuvo una reducción en el último trimestre de 2023: se talaron 1976 hectáreas menos con respecto al mismo período de 2022.
En todo caso, esto no significa que el bosque esté más conservado. Algunos campesinos y comunidades indígenas están extrayendo maderas finas para sobrevivir; y aunque otros árboles sigan en pie, la tala selectiva provoca la desaparición de algunas especies que vivían en los árboles tumbados y afecta el ecosistema en su conjunto, como lo ha demostrado la investigadora Armenteras
4. La coca se siembra en ecosistemas de alto valor biológico y pone en riesgo los liderazgos ambientales
El 57 por ciento de los bosques en Colombia están en zonas protegidas y dos terceras partes están en la Amazonía. A su vez, casi la mitad de los cultivos de coca están también en parques naturales, resguardos, territorios de comunidades negras y zonas de reserva forestal.
La Serranía de la Macarena, en Meta, La Reserva Natural Nukak, entre Caquetá y Guaviare, y La Paya en Putumayo, fueron los parques más afectados por la siembra. El 60 por ciento de la deforestación en 2022, a su vez, ocurrió en zonas de protección, la mayoría del bioma amazónico.
No es gratuito. Dado el carácter ilegal de los cultivos de coca, estos se siembran en zonas muy apartadas para evitar su persecución y usualmente de alto valor biológico, según Pedro Arenas, de Viso Mutop, una organización que da recomendaciones de política pública en este materia.
Las erradicaciones forzosas y la fumigación desplazaron la coca hacia áreas protegidas con baja presencia del Estado. La imposibilidad también, según el Cesed de la Universidad de Los Andes, de que los colonos en esas zonas puedan convertirse en propietarios pues estos terrenos son imprescriptibles y no se pueden adjudicar, impide que accedan a crédito para desarrollar actividades legales. Eso, sumado a que no tienen riesgo de que les extingan el dominio por la misma razón, los hace más proclives a dedicarse al cultivo de coca. En otros casos son obligados a hacerlo por los grupos armados que controlan el territorio.
Esto, además, implica que las comunidades indígenas que defienden sus territorios o se oponen a la siembra de coca en la Amazonía sean amenazados, desplazados o asesinados. Lo mismo pasa con los líderes que promueven el programa de sustitución de cultivos ilícitos —Pnis— u otras alternativas de conservación, como los guardabosques y autoridades ambientales.
En los municipios con cultivos de coca la violencia se exacerba. Entre 2017 y 2022 hubo cuatro veces más homicidios contra la población civil, que en otros municipios según Indepaz. Cifras de la misma organización muestran que de los 1532 líderes asesinados entre 2016 y 2023, el 13 por ciento se reportaron en departamentos de la Amazonía, la zona más afectada después de Cauca y Antioquia.
Los indígenas fueron proporcionalmente la población más golpeada; representan menos del 4 por ciento de la población colombiana, pero fueron el 19 por ciento de los líderes asesinados en 2023.
5. La coca dinamiza otras actividades que promueven la deforestación
Pedro Arenas, investigador de Viso Mutop, sostiene que después de que los cultivos de coca amplían la frontera agrícola, en los siguientes cuatro años se dan las condiciones para que otras actividades legales e ilegales se expandan hasta ese límite.
Esto se explica porque, por un lado, los cocaleros suelen transitar a actividades legales como la ganadería para invertir y justificar su renta, por lo que después de sembrar voltean sus tierras a pastizales y luego a ganado. Por eso la ganadería, que es una de las principales causas de deforestación hoy, no está desligada de la coca en muchos casos.
Y si no pueden dedicarse a la ganadería, le apuestan a la valorización de esos predios, especulan con los precios y los venden al cabo de un tiempo.
Con las comunidades que se forman alrededor de los cultivos de coca arranca también una demanda de servicios: escuelas, viviendas, comercios, infraestructura eléctrica, carreteras, que a la postre facilitan o motivan otras actividades que ejercen presión sobre la conservación. Un ejemplo de esto es lo que está ocurriendo, según el investigador Arenas, en Puerto Guzmán en la ribera del Río Caquetá hacia el norte del Putumayo donde se están convirtiendo los terrenos en praderas para ganadería.
Además, el narcotráfico sigue siendo una de las principales fuentes de ingresos de los grupos armados en la Amazonía y son ellos quienes definen en buena medida qué pasa con la deforestación.
Antes del Acuerdo de Paz, las Farc se dedicaban al narcotráfico, pero controlaban la deforestación porque se escondían del Ejército en el bosque. Tras su salida del territorio, llegaron nuevos grupos criminales con lógicas diferentes.
Según un informe de Core, alias Gentil Duarte, al mando de las disidencias de las Farc que hoy son el Estado Mayor Central —EMC— permitió la tala de bosque para sembrar coca, para abrir trochas para moverse y para poder cobrar vacuna por cada vaca que metían al terreno grandes terratenientes que llegaron al Guaviare, al sur del Meta y Caquetá. Entonces, en 2017 aumentaron los cultivos y también la deforestación.
Con la muerte de Duarte cinco años después y la llegada de alias Mordisco hubo un giro. Para poder entrar en la negociación de la Paz Total con el gobierno de Gustavo Petro, ese comandante de las disidencias ordenó detener la deforestación para demostrar que tenía cómo mejorar un indicador que hace parte del corazón de la apuesta ambiental del presidente.
Desde entonces, la deforestación ha subido y bajado según las órdenes de ese grupo; excepto en Putumayo, donde el grupo que ejerce mayor control es la disidencia de Comandos de La Frontera y el comportamiento está más relacionado con alzas o bajas de los cultivos de coca.
6. Más allá de Colombia, el narcotráfico es el motor de la deforestación del bioma amazónico
La recomposición de los grupos criminales con la salida de las Farc de la Amazonía y el desplazamiento de la mayoría de los cultivos de coca hacia las zonas de frontera, para poder sacar más fácil la mercancía por los ríos, generó un cambio en la dinámica del narcotráfico en Perú y Ecuador.
Según la investigación periodística Amazon Underworld, las disidencias colombianas, específicamente los Comandos de Frontera vinculados a la Segunda Marquetalia, empezaron a sembrar cultivos de coca a lado y lado del Río Putumayo en la frontera con Perú en un proceso de internacionalización.
Entre 2018 y 2022 en Putumayo, aumentaron los cultivos de coca 1,5 veces mientras en Loreto, Perú (al otro lado de la frontera), 1,8 veces. La Unodc dice que hay una continuidad entre los cultivos de coca a lo largo de los ríos San Miguel y Putumayo, y el núcleo de coca en el Putumayo peruano.
En la frontera sur de Colombia con Ecuador se duplicaron los cultivos de coca, al tiempo que se duplicaron las incautaciones de cocaína en ese país vecino entre 2019 y 2022.
En términos de conservación, de acuerdo a Correa, de Unodc, el aumento en productividad de las variedades de coca como su mayor tolerancia a otras condiciones climáticas ha hecho que se haya empezado a sembrar en áreas selváticas del Perú diferentes a los lugares tradicionales para estos cultivos, como Loreto en el Putumayo peruano, donde los cultivos de coca pasaron de 370 hectáreas en 2015 a más de 6470 en 2021. Aunque ahí no se concentra la mayor cantidad de cultivos en Perú, sí es donde ha habido mayor crecimiento en los últimos años. Y esto ha implicado tumbar bosque.
Además, las disidencias colombianas ahora colaboran con los principales grupos criminales brasileros: los Comandos de Frontera le venden al Primer Comando de la Capital PCC y el Carolina Ramírez al Comando Vermelho. Esto ha reforzado su influencia y alcance territorial. Según Luz Alejandra Gómez, de Fcds, es común escuchar a brasileros en Puerto Asís y Puerto Leguízamo.
La Amazonía es el lugar en el mundo con mayor concentración de grupos criminales, que no sólo dominan casi toda la cadena del narcotráfico sino que también se dedican a actividades ilegales que atentan contra la conservación de la región: la minería, la extracción de madera, el tráfico de fauna, la ocupación irregular de tierras.
Con el oro, el narcotráfico es la actividad económica más rentable, y los réditos de esas industrias son lavados, a su vez, en algunos casos con tierras, ganado y agricultura. Por esa razón, Unodc y expertos como Rodrigo Botero, director de Fcds, llaman la atención sobre el impacto negativo indirecto que tiene la coca en los otros motores de la deforestación.
7. Las políticas de los gobiernos que han buscado combatir la coca han sido contraproducentes para la conservación
Por su alta participación en los cultivos de coca, Putumayo ha sido el epicentro de varias políticas gubernamentales.
Según el balance que hizo el Cesed sobre el Programa de Sustitución de Cultivos Ilícitos –Pnis–, el solo anuncio de esa política en los municipios priorizados provocó que se multiplicaran por cinco los cultivos de coca y que la deforestación aumentara entre el 20 y el 31 por ciento. Ya en la fase de ejecución, la motivación de acceder a los proyectos productivos generó un crecimiento de los cultivos del 53 por ciento y de la tasa de deforestación de entre el 13 y 15 por ciento.
El Putumayo fue el departamento con más beneficiarios, un 21 por ciento del total —poco más de 20 mil familias— y se erradicaron casi 10 mil hectáreas voluntariamente en Orito, Puerto Asís, Puerto Guzmán y Valle del Guamuez. Pero la gente volvió a sembrar ante el incumplimiento del Estado. A 2022, casi cinco años después, solo un 2,75% de los inscritos había recibido el total de los beneficios. En esos lugares es donde hoy se reporta mayor cantidad de cultivos, según la Unodc.
La operación Artemisa, por otra parte, durante el gobierno Duque, que fue la intervención militar de la Amazonía para frenar la deforestación, distanció a la gente del Estado y empujó los cultivos de coca hacia zonas protegidas.
Con el gobierno Petro el panorama de incumplimiento no ha cambiado. Sebastián Gómez, del Centro de Alternativas al Desarrollo (Cealdes) dice que esto mina la confianza de la gente en las instituciones en general, más allá de los gobiernos, y afecta el futuro de nuevos programas como los núcleos de desarrollo forestal que está impulsando el MinAmbiente.
Actualmente y como un efecto no deseado, la importancia que Petro le ha dado a lo medio ambiental ha implicado que la Amazonía se convierta en un instrumento de poder de negociación para las disidencias.
Como quedó en evidencia con el repunte de la deforestación más reciente, el fracaso de la negociación con Mordisco explica las alzas de más del 40 por ciento en la deforestación: son los avances o reveses en las mesas de negociación del gobierno los que marcan los ritmos.