Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
El mes pasado, la alianza global para el emprendimiento social publicó una mirada panorámica del estado de las empresas sociales en el mundo. Sin duda, se trata de un reporte que nos recuerda la notable magnitud de iniciativas que buscan acercar habilidades gerenciales a los procesos para brindar soluciones a desafíos comunes. Una empresa social pone los conocimientos técnicos de la gestión al servicio de las respuestas a nuestras cuestiones sociales y humanas más apremiantes bajo criterios de sostenibilidad e impacto.
El informe tiene un planteamiento de partida provocador y diciente: “aunque las definiciones e interpretaciones de empresa social varían en todo el mundo, para esta investigación hemos utilizado una definición comúnmente aceptada de ‘negocio que prioriza a las personas y al planeta‘”. Es provocador porque alude a palabras que suelen ser incómodas en el mundo de lo social, como empresa o negocio, pero le hace justicia a lo que allí sucede en el sentido de poner en el centro asuntos humanos y ambientales como eje de acción para dar respuesta a la cuestión social.
De acuerdo con este reporte, se estima que hay diez millones de empresas sociales a nivel mundial, que generan aproximadamente dos billones de dólares en ingresos anuales y que crean cerca de doscientos millones de empleos. Otro resultado diciente es que una de cada dos empresas sociales es liderada por mujeres, relación ampliamente mejor a lo que sucede en los negocios convencionales en los que apenas ocurre en una de cada cinco empresas.
Con estos datos en mente, el siguiente paso consiste en entender las bases sobre las que se ha edificado este mecanismo y su potencial latente de transformación social. Este orden de magnitud de las empresas sociales que impactan la calidad de vida de comunidades enteras merece y exige especial atención para comprender el ethos de la empresa social, su quehacer cotidiano y su impacto en la vida común, tarea a la cual podemos acudir a las contribuciones de la mujer que dedicó su vida a estudiar la acción colectiva y a comprender por qué existen la confianza y la cooperación: Elinor Ostrom.
El episodio reciente del podcast Terrenal estuvo dedicado a ella, la primera mujer galardonada con el Nobel de Economía, quien le puede dar fundamento teórico al proceso propuesto en mi columna anterior que contiene cuestión social, agenda social y política social para catalizar el genuino cambio social. Allí, Juan Camilo Cárdenas nos recuerda la vigencia de Elinor Ostrom para acordar los principios de diseño institucional que nuestra realidad exige. Al respecto, conviene recordar lo simplista de las dicotomías con las que se suelen abordar los problemas públicos, ya que no se trata tanto de discutir cuánto de Estado o cuánto de mercado se requiere, sino más bien cómo se complementan por medio de instancias mediadoras que hagan posible construir acuerdos cooperativos para la provisión de bienes y servicios.
La conversación colectiva alrededor de la gerencia social es el terreno en el que podemos construir convergencias entre los sectores público, privado y social de tal manera que logremos superar las dicotomías –entre eficiencia y equidad, entre desarrollo económico y progreso social– con el fin de brindarle materialidad mancomunada a nuestras ideas y prácticas alrededor de la justicia social, la sostenibilidad, la innovación social, la acción colectiva autoorganizada o la gobernanza policéntrica, con el fin de atender algunos llamados a la acción que resultan de prestar atención a la dimensión del sector social en nuestro país, tales como:
- Estudiar la gerencia social. Entender sus dinámicas inherentes, revisar definiciones, sistematizar prácticas innovadoras y acompañar procesos de gestión y evaluación del impacto social.
- Darle espacio en la agenda pública. Necesitamos debatir nuestras prioridades de progreso social con el protagonismo de los verdaderos agentes de cambio social.
- Identificar, valorar y replicar. Son variados y efectivos los esfuerzos que ocurren en nuestras calles y veredas gracias al trabajo conjunto de personas y organizaciones que ponen su foco en las personas y en el planeta.
- Promover la empresa social como proyecto de vida. La cuestión juvenil hoy no encuentra mucho sentido en negocios convencionales y sus ofertas laborales, por el contrario, las y los jóvenes poseen motivaciones que compaginan con el propósito de las empresas sociales.
Vale la pena leer y discutir este reporte del estado de las empresas sociales, así como acudir a las ideas de Ostrom para tener fundamentos sólidos, pero sobre todo, es impostergable darle al sector social, la importancia que tiene en el debate de nuestros desafíos actuales.