El jueves fue un día intenso, sobre todo para Vicky Dávila. La Corte Suprema se reunía para elegir al reemplazo del fiscal saliente, Barbosita, el consorte de la casa editorial. Afuera del Palacio de Justicia la gente se juntaba para protestar; adentro no había humo blanco. El trabajo de Semana de muchos meses, la campaña de expectativa del medio estafeta, se jugaba en un par de horas. Con todos los ingredientes servidos, Dávila desplegaría durante la jornada su alquimia periodística de convertir la llovizna en tormenta. Y en la noche, triunfante y sonriente, recibiría una recompensa inesperada pero muy especial.
“Ver banderas del M-19 frente a la Corte Suprema de Justicia es doloroso y estremecedor. Solo trae recuerdos de sangre y muerte”, escribió Dávila en Twitter (X) a las 11:04 de la mañana, cuando aún no se sabía nada de las votaciones y los manifestantes se agrupaban mansamente en la calle. “Señores magistrados, hoy millones de colombianos estamos con ustedes y con lo que representan, la majestad de la justicia. Colombia no permitirá otro HOLOCAUSTO”, añadió.
Como quedaría claro después, la alusión al episodio del Palacio de Justicia no fue gratuita. Era el preámbulo de las nubes grises que la prestidigitadora juntaba sobre el cielo del centro de Bogotá. Decirlo en ese momento, cuando las banderas del grupo guerrillero responsable de la toma de 1985 se ondeaban en medio de una manifestación lánguida, era una desproporción. Se puede criticar la obvia torpeza de los seguidores del Presidente con ese gesto; otra cosa es usarlo para activar entre la ciudadanía el recuerdo del holocausto nacional. Hacer eso, a esa hora y en esas condiciones, no era más que un artificio, una hipérbole de la marca registrada Semana.
En el otro lugar principal de la concentración, los integrantes de Fecode protestaban frente al búnker de la Fiscalía por el reciente allanamiento a su sede en el marco de la investigación por la posible financiación irregular de la campaña Petro Presidente. Al mando de esa actuación oficial está el fiscal Gabriel Jaimes, el adlátere de Barbosita que después de fracasar en la misión de enterrar el proceso contra el expresidente Uribe fue encomendado con la tarea de mostrarle los colmillos al sindicato de profesores.
A las 11:37 de la mañana, Dávila dio la noticia que el tándem Semana-Fiscalía anhelaba desde el día en que el presidente Petro mandó la terna, hace más de seis meses: “Urgente: la Corte Suprema de Justicia no se dejó presionar, votó y ninguna de las tres candidatas obtuvo los votos para ser fiscal general.” En términos prácticos eso significa que, además de las placas conmemorativas que exaltan su nombre y la obra de once tomos sobre sí mismo, Barbosita dejará otro legado: el encargo de la cuestionada Martha Mancera como fiscal general hasta que la Corte elige a una en propiedad.
El resultado de la Sala Plena tardó unos minutos en bajar a la calle. Pasadas las doce, con megáfonos y carteles en mano, los manifestantes empezaron a gritar: “¡¡Resistencia!! ¡¡Resistencia!!”. Hacia la una de la tarde, frente a la entrada de los parqueaderos del Palacio de Justicia, en la carrera octava, la temperatura subía. Ahora las proclamas eran contra la fiscal encargada: “¡¡Afuera, Mancera!! ¡¡Afuera, Mancera!!”. Un puñado de personas intentaron forzar las mallas metálicas de una de las entradas, pero fueron disuadidos por la propia multitud.
A las dos de la tarde el reportero de La Silla Vacía describió la situación: “Muchas personas arengando contra los magistrados. Ningún signo de violencia. Adentro, agentes de la Policía y los antimotines. Los gestores de convivencia acompañan.” La escena sobre la calle 12 era algo más complicada: algunos manifestantes habían bloqueado las salidas de los parqueaderos, al igual que en la calle 11. En este último frente había unos pocos indignados. La mayor parte de la gente seguía apostada en la carrera octava, y las armas que ostentaban eran megáfonos, banderas y vuvuzelas. El reloj marcaba las 2:30 de la tarde.
Para entonces Vicky Dávila ya había prendido la alarma de incendios y Semana titulaba: “Urgente: Los magistrados de la Corte Suprema de Justicia están sitiados, manifestantes bloquearon los accesos y no los dejan salir. La situación es grave.” Antes de las tres de la tarde, Dávila advirtió que la democracia estaba en riesgo “con este ataque aleve a la Corte”. Y menos de una hora después, Semana ponía en letras de molde las palabras del exmagistrado Jaime Arrubla, actor de reparto habitual en el medio: “Estamos ante un secuestro colectivo”. El artículo incluyó una declaración artera de Arrubla sincronizada con el guion de Dávila: “Sería muy bueno que el presidente aproveche su experiencia en tomas de palacios para ponerla en favor de lo que está pasando”.
Mientras avanzaba la película de acción de Semana, el director de la Policía, general William Salamanca, llegaba al lugar de los hechos –caminando y sin esquema de seguridad, según él mismo explicó después– y dio una declaración de trámite: “Me dispongo a ingresar al Palacio de Justicia para hablar con los magistrados. No he tenido información donde haya violencia o una expresión desmedida de inseguridad”. Para Dávila, en cambio, la reunión era casi un operativo del Gaula: “El propio director de la Policía está dirigiendo personalmente la liberación de los magistrados”.
Minutos antes, el ministro de Defensa, Iván Velásquez, había dado un parte de tranquilidad. El director de Presidencia, Carlos Ramón González, se había asomado para hablar con los manifestantes. Y, desde su oficina en Twitter, el presidente Petro le había ordenado a la Policía, “actuar sobre las personas que impiden la libre movilidad de magistrados y presentar un informe público de quiénes se trata”.
A pesar de que no le había compartido ninguna preocupación al general Salamanca ni al ministro de Defensa, el Presidente de la Corte Suprema, Gerson Chaverra, se sumó al show. La Corte rechazaba el “asedio” y consideraba “en grave riesgo la vida e integridad física” de los magistrados y funcionarios. La Corte que en la mañana había pasado de largo con la elección de la fiscal, posaba de víctima en la tarde. Lo cierto es que el honorable tribunal no desaprovechó el telón teatral de Semana para tapar sus propias costuras. El único riesgo que corrió Chaverra fue oír el ruido de las arengas y las trompetas desde su ventana. La única amenaza a su integridad física fue haberse quedado sin almuerzo.
La tarde terminó con una dispersión rápida de los bloqueos, con disturbios menores, piedras y palos, entre algunos manifestantes y el nuevo Esmad de la Policía. Minutos antes los funcionarios salieron caminando del Palacio –”evacuados”, según BluRadio– y poco después salieron los magistrados –”fuertemente custodiados”, en palabras del mismo medio–. Es decir, salieron como siempre: en sus camionetas blindadas, viendo la realidad a través de vidrios polarizados.
El día en la oficina de Vicky Dávila había terminado, pero faltaba la mejor parte. Justo esa noche el Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB) entregó sus premios. “La noche de los mejores”, dice el eslogan. “El premio de los periodistas para los periodistas”, exclamó Juan Roberto Vargas, uno de los maestros de ceremonias. Ante un auditorio lleno, la presidenta del jurado, Juanita León (directora del medio en el que publico estas líneas), leyó el acta: “Este jurado quiso premiar más el resultado que el proceso (…) optamos por premiar las piezas por su valor periodístico intrínseco y su impacto, sin reparar en el trabajo de los medios como un todo (…) Premiamos los trabajos que nos parecieron los mejores”.
Unos minutos después, dos presentadoras anunciaron a la ganadora en la categoría de prensa: “¡Vicky Dávila y el equipo periodístico de Semana, por el trabajo ‘Financiación irregular de la campaña Petro Presidente’!”. Dávila pasó emocionada a la tarima y llamó a su gente para que la acompañara. Después dio las gracias y pronunció un breve discurso:
“Hoy, más que nunca, creo que los periodistas deberíamos estar unidos para defender la democracia y la verdad. No importa, no tenemos que pensar igual, pero tenemos que cumplirle a esa gente que nos ve todos los días, que nos oye, que nos escucha, que nos lee, que espera mucho de nosotros. Hoy fue un día triste en Colombia; acaba de ocurrir lo que ustedes ya saben en la Corte Suprema de Justicia y tenemos la obligación moral de defender la democracia y de hacer respetar nuestro trabajo. Que viva la libertad de prensa y la libertad de expresión. Buenas noches”.
La presidenta del jurado –en el que estuvieron reconocidos colegas como Juan Lozano, Hernando Paniagua, Andrés Mompotes y Amparo Pérez– me aclaró que Dávila ganó por sus entrevistas a Nicolás Petro y Days Vásquez (sobre ese par de piezas periodísticas escribí hace unos meses). No ganó por todo lo demás. Ni por sus constantes exclusivas de la Fiscalía y el Fiscal, ni por la denuncia de las cinco maletas con tres mil millones que se llevó el viento, ni por los audios editados de Armando Benedetti. Mucho menos ganó por su cubrimiento especial de este jueves. Para concursar con ese trabajo tendrá que volverse a postular.