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El cambio climático tiene causas e impactos estructuralmente inequitativos. Los que han hecho más para causar este problema son los más privilegiados en términos de etnia, género y estatus socioeconómico, mientras los más afectados son los negros, indígenas, mujeres, pobres o personas de bajo ingreso. Según la ONU, en términos de género, para 2021 las mujeres representaban el 80% de los desplazados por desastres relacionados con el clima. Este fenómeno pone contra las cuerdas los avances en términos de igualdad de género y de ampliación de los derechos humanos, así como nos separa aún más de la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
La Organización Meteorológica Mundial confirmó que el último decenio fue el más caluroso del planeta y que 2023 fue el año más cálido del que se tiene registro. El grueso de los glaciares de referencia sufrió la mayor pérdida de hielo desde 1950 y el hielo marino antártico se redujo en una extensión equivalente al tamaño de Francia y Alemania juntas. Se intensificaron las olas de calor, las inundaciones, las sequías, los incendios forestales y los ciclones tropicales.
Esta situación ha modificado drásticamente la vida de millones de seres humanos. Los fenómenos meteorológicos y climáticos han agravado la inseguridad alimentaria, pasando de afectar 149 millones de personas antes de la pandemia del Covid-19 a 333 millones de personas en 2023. Igualmente, ha desencadenado desplazamientos masivos y generado nuevos riesgos para las poblaciones más vulnerables que han tenido o tendrán que abandonar sus hogares en el corto, mediano o largo plazo. Las mujeres migrantes internas o internacionales, independientemente de las causas, enfrentan distintas formas de la violencia machista en todas las etapas de la movilidad humana.
De acuerdo con Beatriz Felipe Pérez, el cambio climático tiene una dimensión de género, por los que sus impactos afectan de manera diferencial a hombres, mujeres y personas de géneros diversos. Las mujeres del sur global son más proclives que los hombres de este espacio a los efectos negativos del cambio climático. Según ONU Mujeres, fruto a las desigualdades de género, las mujeres, niñas y adolescentes son más vulnerables que los hombres a las catástrofes, tanto por sus efectos inmediatos como por su capacidad de recuperación posterior.
De hecho, el informe presentado en la COP28 por ONU Mujeres sugiere que para 2050 el cambio climático puede empujar a la pobreza a 158 millones más de mujeres y niñas, y provocar que 232 millones se enfrenten a la inseguridad alimentaria.
La relación entre género, migración y cambio climático ha sido poco analizada, pero instituciones como la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) han intentado avanzar en su comprensión. El estudio “Promover la igualdad de género en el medio ambiente, migración y desplazamientos por desastres en el Caribe” de 2020, recoge evidencia empírica sobre cómo las estructuras de género tradicionales aumentan la precariedad de mujeres, niñas, adolescentes, personas indígenas y de la comunidad Lgbtiq+ en tiempos de crisis o transición; y cómo afectan la posibilidad de acceder a recursos en sus comunidades de origen durante la migración, el lugar de acogida y en los procesos de retorno.
Igualmente, dichas estructuras de género tradicionales influyen en las posibilidades que tienen las mujeres de acceder a recursos y medios de vida para prevenir la migración forzada o involuntaria en momentos de crisis. Las mujeres, niñas y adolescentes desplazadas por el cambio climático encaran mayores riesgos de violencias basadas en género (VBG), de pobreza, y de abusos al emigrar a lugares más seguros.
Las mujeres sufren mayores dificultades a la hora de acceder a recursos como agua o madera. La escasez de agua potable las obliga a buscar el líquido en lugares más lejanos y/o peligrosos, incrementando el riesgo de violencia sexual. En la búsqueda de madera, muchas veces en zonas de tala ilegal, se convierten en objetivo de los grupos criminales.
En términos de trabajo y educación, la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas señala que, debido al cambio climático, o bien las mujeres y niñas deben trabajar más para conseguir ingresos, obligando a las niñas a dejar la escuela, o no pueden trabajar, lo que incrementa la dependencia económica de sus parejas y aumenta el riesgo de sufrir VBG.
El informe de ONU Cambio Climático de 2022 señala que se ha observado un incremento en los matrimonios infantiles como mecanismo para hacer frente a los desastres. Se convierte en una forma de asegurar recursos y recuperar las pérdidas derivadas de los desastres relacionados con el clima, tales como sequías, incendios, inundaciones o tormentas.
A estos elementos se suma la violencia que sufren las defensoras de derechos humanos en relación con el medio ambiente, y los efectos negativos generales que el aumento de las temperaturas tiene sobre la salud de las mujeres, por ejemplo, peor salud materna o complicaciones durante el embarazo.
Así como hay un efecto desproporcionado del cambio climático en términos de género, también es importante resaltar el papel de las mujeres como agentes de cambio. Cuando tienen la oportunidad de participar en estos temas, no solo adoptan decisiones más sostenibles, sino que fomentan el desarrollo de una justicia climática feminista para que haya respuestas a la crisis climática desde el punto de vista del género.