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Esta columna fue escrita por el columnista invitado Andrés Casas.
Si la retórica ha sido la herramienta de preferencia de la política desde la Grecia antigua, la ‘herestética’ es el arma persuasiva de nuestra época. Entendida como el arte de crear situaciones, el término fue acuñado por el gran politólogo William Riker en el siglo XX. Fallecido en 1993, Riker apenas alcanzó a vivir los primeros asomos de la herestética en la persuasión informativa masiva.
En el siglo XXI la moneda de cambio no es material sino cognitiva. Vivimos la cuarta revolución económica: después del advenimiento de la agricultura, hace cerca de 12 mil años, vino la revolución industrial y del trabajo en el siglo XVIII. El siguiente vería el tránsito de la revolución de las telecomunicaciones a un mercado en el que el recurso más preciado no es la tierra, la fuerza de trabajo o la información. La atención humana es el oro de nuestra época.
El concepto de economía de la atención fue teorizado por primera vez por el premio Nobel Herbert Simon en 1971: “En un mundo rico en información, la riqueza de información significa una escasez de algo más: una escasez de lo que sea que la información consume. Lo que la información consume es bastante obvio: consume la atención de sus destinatarios. Por lo tanto, una riqueza de información crea una pobreza de atención y una necesidad de asignar esa atención eficientemente entre la sobreabundancia de fuentes de información que podrían consumirla”.
La capacidad de atención humana promedio se ha reducido en casi una cuarta parte en solo 15 años (de doce a ocho segundos). Ahora tenemos lapsos de atención más cortos que los peces dorados, que pueden concentrarse en una tarea u objeto durante nueve segundos.
La manipulación informativa y la desinformación son el riesgo más apremiante que enfrentamos, seguido del cambio climático y sus consecuencias. En esto coinciden alrededor 1.500 expertos globales del campo académico, empresarial y político, a quienes se les pidió que evaluaran 34 riesgos globales en un horizonte de entre dos y diez años para la encuesta anual del Foro Económico Mundial.
Los problemas del orden social, la inseguridad, la desconfianza, la creciente inequidad, marginalidad y exclusión económica, así como la migración involuntaria, son amenazas manifiestas. No obstante, en opinión de estos expertos, son factores que refuerzan el dúo letal: la polarización política y social que agrava los efectos de los eventos climáticos extremos.
La manipulación informativa y la desinformación son el efecto de la estrategia de persuasión política de inescrupulosos que aprovechan nuestra vulnerabilidad mental. En la economía de la atención la gente favorece los liderazgos tóxicos como resultado de dos creencias que visibiliza el Informe de Desarrollo Humano del Pnud: cinco de cada diez personas (la mitad de la población mundial) afirman no tener control sobre su vida, y siete de cada diez personas (70% de la población mundial) afirma que tienen poca influencia en las decisiones de su gobierno. Ante esta percepción de descontrol existencial, el anhelo por domesticar la incertidumbre de la vida pone a la mayoría de la población en una alta fragilidad cognitiva.
Como la democracia, el periodismo y sus audiencias también son víctimas de la economía de la atención. Esto no implica que la parálisis sea la única alternativa. En una conversación reciente con periodistas en Cali hablamos sobre la arquitectura cognitiva humana, su evolución y cómo nuestra imperfección, lejos de ser nuestro mayor defecto, ha sido la fuente de nuestra casi parasitaria habilidad de supervivencia. El cruce entre periodismo local, ciencias del comportamiento y agencia ciudadana, es la alianza más poderosa para sobrevivir a las armas de persuasión masiva a las que nos exponemos diariamente.
Ante los fracasos de los intentos de regulación alrededor del mundo, el mejor remedio viene hoy de abajo hacia arriba. La ‘inmunología cognitiva’ es una nueva ciencia, fundada por Sander Vander Linden de la Universidad de Cambridge, que permite comprender las palancas psicológicas de la desinformación y los antígenos que brotan en nuestras mentes y que podemos aprovechar.
Nuestra mente es nuestra mayor debilidad y nuestra mayor fortaleza. Es la herramienta más poderosa para sobrevivir a los efectos políticos de la economía de la atención y su posible cataclismo democrático.
Andrés Casas
Consultor en ciencias del cerebro, comportamiento y las comunicaciones para el cambio prosocial. Politólogo con dos maestrías en Filosofía y Ciencias del Comportamiento y la Decisión. Es investigador doctoral en Neurociencias y en Psicología Social. Acaba de recibir un premio al mejor documental en la categoría de derechos humanos del Festival de Cine Prisma en Roma por realidad virtual y participación social para apoyar la paz en Colombia.
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