Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Esta columna fue escrita por los columnistas invitados Mónica Hernández y Juan Carlos Muñoz.
Colombia puede ser Haití, Barbados, Paraguay, Armenia, Honduras… ¿En cuál vive usted?
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde), Colombia es más desigual que países como China, Brasil e India. Departamentos como el Chocó y La Guajira registran tasas de pobreza multidimensional casi tres veces mayores al promedio nacional.
Desde el Centro de Valor Público de la Universidad Eafit junto con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) medimos las desigualdades subnacionales y encontramos que vivimos en cuatro países completamente distintos. Esto no es una sorpresa, pero requiere políticas diferenciales urgentes.
Por un lado, está la Colombia consolidada: un grupo de departamentos prósperos con un modelo económico robusto y diversificado que se traduce en condiciones favorables para el desarrollo de las personas a lo largo de todo su ciclo de vida. Su producción bruta per cápita es 2,4 veces mayor que el promedio nacional.
La Colombia emergente está compuesta por los departamentos que, si bien tienen dificultades y rezagos en algunas dimensiones sociales, están en proceso de consolidación y mejora. En el largo plazo, bajo políticas y condiciones adecuadas, se espera que estos departamentos logren importantes avances en el bienestar de sus habitantes.
En un escenario menos favorable están los departamentos que forman la Colombia en transición. Son los que enfrentan desafíos estructurales relevantes y que, sin cambios significativos en sus políticas, no serán capaces de mejorar los indicadores de bienestar. Esto les impide mitigar los choques sociales y económicos a los que se enfrenta el país todos los días.
Finalmente, están los departamentos de la Colombia vulnerable, donde convergen múltiples factores que amenazan el bienestar y la calidad de vida de la ciudadanía en cada uno de los ciclos de vida, con indicadores tan negativos que podrían ser comparados con los de países más pobres. Su producción bruta per cápita es 668 veces menor al promedio nacional. El número de personas con necesidades básicas insatisfechas en esta Colombia es 2,4 veces más alto que la media nacional y, si consideramos que este grupo tiene una población más joven en comparación con las otras colombias, la situación es alarmante.
Como se podría intuir, en las colombias en transición y vulnerable es mucho más difícil ser niñas, niños y jóvenes. Su capacidad para prevenir el embarazo adolescente, proveer controles prenatales a las embarazadas y prevenir la mortalidad infantil es mucho más que limitada. Por ejemplo, en la Colombia vulnerable la tasa de mortalidad infantil es 2,3 veces mayor que la media nacional y la tasa de embarazo adolescente es 1,3 veces mayor. Esta brecha se hace aún más grande si se compara con la Colombia consolidada, donde es 1,5 veces menor que la media nacional.
Cuando ponemos estos resultados en perspectiva internacional, vemos paralelismos sorprendentes con otras naciones del mundo. Por ejemplo, la cobertura de servicios de saneamiento básico en la Colombia consolidada es del 95%; una cifra muy similar a la de países como Paraguay y Armenia. En contraste, la Colombia en transición (73%) y la emergente (71,5%) tienen cifras comparables con Pakistán, Ruanda y Birmania. Mientras tanto, la cobertura en la Colombia vulnerable es tan solo del 38%, situándose cerca de países como Kenia y Haití.
En términos de tasas de fecundidad adolescente, la Colombia consolidada tiene solo el 41,4%, comparable a la de Barbados y Argentina; la Colombia en transición (62,2%) muestra cifras similares a las de Ecuador y Sudáfrica; la Colombia emergente registra tasas del 72,2% equiparables a las de Honduras y Laos; y la Colombia vulnerable presenta tasas de 82,8% similares a las de Afganistán y Nicaragua.
Estos resultados subrayan la crucial importancia de la política pública adaptada a los diversos escenarios y realidades de Colombia. Los esfuerzos no han sido suficientes o no han sido adecuadamente direccionados, ya que las brechas parecen haber aumentado.
Cerrar las brechas de desigualdad no implica sacrificar el desarrollo de los departamentos más prósperos. Se requieren políticas que fomenten el desarrollo en los departamentos más vulnerables sin desacelerar el progreso de aquellos más avanzados. Para lograrlo es importante seguir explorando metodologías de análisis cuantitativo que incorporen consideraciones centradas en las personas. La política pública no debe limitarse únicamente al acceso a servicios y bienes, también debe evaluar cómo el acceso a estos impacta el bienestar a lo largo de todo el ciclo de vida. Es fundamental comprender cómo las disparidades económicas y sociales influyen en la calidad de vida desde la infancia hasta la vejez. Solo a través de un enfoque integral se podrá diseñar políticas efectivas que promuevan un desarrollo equitativo y sostenible para todo el país.
Mónica Hernández
Economista y PhD en economía y política publica. Es investigadora de Valor Público, centro de estudios e incidencia de la Universidad EAFIT y profesora de la Escuela de Finanzas, Economía y Gobierno. Su agenda de investigación se enfoca en economía de la educación, estudios de inclusión y diversidad y economía del desarrollo.
Juan Carlos Muñoz
Es profesor de la Escuela de Finanzas, Economía y Gobierno de la Universidad EAFIT e investigador de Valor Público. Economista de la Universidad de Antioquia, con Maestría en Economía de la Universidad de los Andes y Ph. D. en Economía de la Universidad Libre de Bruselas.