Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Es pertinente hacer mención al feminismo decolonial, precisamente por ser una corriente surgida en América Latina que da máxima importancia a la intersección de los conflictos entre sexo/género, clase y raza. En el estudio de esa intersección, investiga el rol de las instituciones y categorías culturales impuestas por el colonialismo y el neocolonialismo y cuestiona el feminismo eurocéntrico u occidental. Es por esto que desde la mirada indígena las mujeres no deberían ser –bajo ninguna circunstancia– unas replicadoras de opresiones “blanquizadas” y racistas contra nuestros propios pueblos y realidades étnicas y diversas.
Por eso, es tan valioso pensar en la importancia de ser siempre disruptivas con realidades excluyentes y sesgadas, para problematizar situaciones e historias colonizadoras de nuestros pueblos indígenas. Especialmente, en un territorio tan atractivo por sus riquezas naturales, magia, mística y diferentes bonanzas que han generado diferentes formas de colonización, extractivismos u opresiones.
De esta manera, es fundamental descolonizar los feminismos para desarraigar el patriarcado que viven las mujeres originarias, negras, empobrecidas, desobedientes y disruptivas con la heteronormatividad y la opresión sobre los cuerpos femeninos. Esto permite concentrar la atención especialmente en la exclusión dentro de las exclusiones, por ejemplo: considerar por fuera o enemigas a las mujeres diversas es una equivocación que arraiga y amaña más el patriarcado, o la discriminación por parte de las mujeres urbanas hacia las mujeres rurales o el racismo entre mujeres.
En definitiva, en los procesos donde se normaliza la homofobia, la transfobia, el racismo y toda forma de discriminación, no existe activismo reivindicador alguno, sino una perpetuación de realidades desiguales.
Para el contexto del feminismo étnico en La Guajira, es importante mencionar que las luchas no son propiedad privada, sino que se asumen desde visiones colectivas-comunitarias, no se considera un único origen del feminismo, por ello, el feminismo desde la visión étnica no se define como algo que nació en Europa, sino como una apuesta política y transformadora que nace en cada territorio, historia o liderazgo que enfrenta al sistema patriarcal y cada vez que las mujeres ejercen acciones de resistencia y reescriben historias desiguales por unas más equitativas y justas.
Por ello, respecto a la consideración de que resulta paradójico que las mujeres indígenas se declaren feministas, se debe resaltar que las mujeres pueden y tienen el poder de deconstruir paradigmas colonizadores y escribir historias propias de resistencia y transformación, sin adherirse a mandatos que restringen sus derechos y libertades o que propicien hibridación cultural.
En este sentido, los relatos del feminismo decolonial no se privatizan, los criterios se construyen y se disputan, y eso representa la autonomía, lo cual, implica descolonizar nuestros cuerpos y nuestros pensamientos, aunque el mundo continúa en una dinámica falocéntrica, racista, excluyente y opresora de las comunidades, los procesos de resistencias sociales están generando cambios.
En este sentido, es importante mencionar que la decolonialidad problematiza escenarios de creación de narrativas y conocimientos que llevan a alterar las realidades impactadas por el colonialismo. De esta manera, las iniciativas de resistencia cultural y defensa de la identidad, debería lograr como fin último, la implementación de acciones de cambio y no meras enmendaciones al modelo de dominación.
Una de las potencialidades del encuentro entre feminismo y pensamiento decolonial está en la posibilidad de avanzar en el desmantelamiento de las posiciones eurocéntricas que siguen teniendo lugar en varias corrientes de pensamiento feminista.
De esta forma, es relevante mencionar como ejemplo que lo que está sucediendo con los liderazgos femeninos wayúu es una gran revolución social, no solo de resistencia y defensa del cuerpo-territorio. Es la transición significativa de escenarios privados o domésticos al mundo social y políticamente activo en la incidencia de las dinámicas de los territorios que habitan. En este tipo de feminismo hay una determinación por darle voz a sus pensamientos, no limitarse al silencio y no condenarse a la invisibilidad que pretende ejercer el machismo. Esto es importante para los procesos socioculturales, económicos, políticos, de salud y educativos de La Guajira, los roles protagónicos y de liderazgos de las mujeres étnicas y plurales.