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Demasiadas críticas se han generado por el nombramiento de Daniel Rojas como nuevo ministro de educación en remplazo de Aurora Vergara. Las rápidas comparaciones que se hacen entre el perfil de Rojas y quienes fueran cabeza del sector educación en los últimos 25 años dejan al nuevo ministro mal parado, tanto por su experiencia en el sector como por su formación académica. Sin embargo, y sin querer defender a Rojas, también es importante mencionar algunos puntos para poner en perspectiva este asunto.
Un primer punto clave que se resalta en las críticas a Rojas es su nula formación en educación; sin embargo, esto no es nuevo entre quienes son nombrados en la cartera. Los gobiernos en Colombia no han visto la necesidad de poner en cabeza del Ministerio de Educación personas que hayan tenido formación en educación, salvo muy pocas excepciones. Esto se puede deber a que los gobiernos anteriores, y claramente también el actual, ven la necesidad exclusiva de “administrar la educación” más que “hacer o pensar la educación”. En contraste con lo que ocurre en educación, es casi impensable que alguien que no sea economista (y hombre) pueda ser cabeza de la cartera de Hacienda y Crédito Público. Por ejemplo, desde los años 70s tan sólo un ministro de hacienda no ha sido economista.
Un segundo punto que resaltan los críticos de Rojas es su inexperiencia en el sector educación. Es válido pensar que, para estos altos cargos, la falta de formación se puede suplir, al menos parcialmente, por experiencia en el sector o haberlo estudiado e investigado. Haber sido docente universitario, investigar sobre educación o haber trabajado en alguna secretaria de educación o en el mismo ministerio, son declaradas por los antecesores de Rojas como experiencia en el sector. También es cierto que, para algunos ExMEN, su “primera palomita” en el sector educativo fue ser ministro. Parece que con el nuevo ministro se amplía el abanico de posibles experiencias que habilitan para el cargo. En la entrevista que le dio Rojas al periodista Daniel Coronell la semana pasada, mencionó que para él es válida su participación en las movilizaciones estudiantiles como experiencia en el sector educación. Habría que ver cómo y quién certifica esta experiencia.
Pero el asunto con el nombramiento del nuevo ministro no es que sea Daniel Rojas, a quien no conozco y mal haría irme lanza en ristre contra su humanidad y descalificarlo de plano. El gran asunto aquí es que a dos años de gobierno, ¿cuál es el mensaje que el presidente Petro quiere darnos? Aunque podría hablarse de muchos mensajes, planteo los siguientes.
El primer mensaje que le envía Petro al sector educación es el de querer aumentar la inestabilidad. Un sector inestable puede atizar el fuego de la inconformidad y aumentar la polarización; a la vez que puede ser excusa para la inoperancia. Además, la inestabilidad de la cartera es un gran enemigo para consolidar cualquier programa. Solo basta ver cómo evolucionaron algunas de las políticas (buenas o malas) que iniciaron a principios del siglo XXI. Por ejemplo, el desmonte de la Ley General de Educación se ha consolidado, al menos en parte, gracias a que se hizo el esfuerzo de conservar la cabeza de la cartera en procura de este fin.
La actual inestabilidad en el sector es evidente. Incluyendo a Rojas, en los últimos 25 años se han nombrado en la cartera de Educación seis ministras y tres ministros. Además, del 2000 a 2022, es decir, en 22 años pasaron cinco ministras y un ministro; donde la menor duración en el cargo fue cerca de dos años, la mayor duración fue de ocho años y al menos tres ministras duraron todo el periodo de gobierno. El actual gobierno no alcanza los dos años y Rojas es ya su tercer ministro de educación.
El segundo mensaje es la radicalización hacia una ideología que desean convertirla en hegemónica. Durante la posesión del nuevo gabinete ministerial, el presidente, en un tono que raya con amenazante, insto a sus ministros a seguir fielmente su ideario de cambio: “lo advierto de una vez, se pueden arrepentir, todavía están a tiempo, si no se tienen que agarrar de la silla fuerte, que espero den una batalla por el cambio.” Esto hace pensar que el gobierno se va a cerrar aún más en sus posturas ideológicas y se hará más complicado un diálogo realmente plural, lo que se opone totalmente a la democracia deliberativa que se supone defendemos en nuestro país.
El tercer mensaje es que realmente la educación no importa. No importa porque el presidente llama a marchar y no a clase ¿Cuántos días de clase al año realmente tienen nuestros estudiantes? No importa la educación porque se ha desperdiciado la gran oportunidad de transformarla y ponerla en el debate nacional con altura. ¿Cuántos recursos y esfuerzos derrochamos en la Ley Estatutaria de Educación que se hundió por la falta de diálogo y método? La educación no importa porque se instrumentaliza para fines políticos y populistas.
Lo más triste y contradictorio de este mensaje es que la educación no se necesita. ¿Para qué hacer altas inversiones públicas en educación y sacrificios personales, si el mensaje del gobierno es que no se requiere estudiar o formarse para acceder a cargos de alta responsabilidad?
Es muy fuerte el mensaje de menosprecio al saber y a la formación especializada que Petro ha dado con muchos de sus nombramientos. Esto resulta contradictorio con las políticas educativas que quiere impulsar. Esto no lo digo por el nuevo ministro de educación, sino también por muchos de los altos nombramientos que ha hecho Petro.
Sin duda, la educación transforma a las personas, y a Rojas ya se le nota. Desde que fue designado como ministro ya no usa vocabulario vulgar y trata con altura a sus contradictores, incluso en la entrevista dada a Coronell, reconoció que estuvo mal haber usado ese tipo de lenguaje cuando era activista.
Solo nos queda tener esperanza de que a Rojas lo siga transformado el bichito de la educación para que su capacidad de escucha se amplíe y trabajar con los que piensan diferente sea su nueva virtud.
Si a Rojas le va bien, a todos nos va bien.