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Detrás del éxito rotundo del megaproyecto del nuevo “Complejo Cultural y Deportivo El Campín”, está la triste historia de un huésped que ya no será bienvenido: la Biblioteca Pública del Deporte, un minúsculo espacio del mismo tamaño que la tienda de Santafé que prestó un servicio esencial a los vecinos del estadio hasta esta semana. El Instituto Distrital de Recreación y Deporte (Idrd) le informó a la Biblioteca que tendrá que irse de allí. Sin darle opciones alternas, le dijo “chao”.
Eso sí, permanece en los planes “un edificio con locales comerciales, pabellón de eventos, zonas de descarga, área de coworking, centro de E-sports, salas de cine, restaurantes, locales de entretenimiento infantil y familiar, espacios para oficinas y un hotel con un estimado de 100 habitaciones disponibles para quienes asistan a los eventos del estadio y del nuevo auditorio de la Filarmónica”. Pero… ¿y la biblioteca?
Las bibliotecas públicas son, en palabras de Eric Klinenberg, “palacios para la gente”. La decisión gubernamental (o a veces privada) de entregarle un espacio público a la ciudadanía es una de las más nobles porque le está entregando, en primera medida, conocimiento. Pero, como lo han documentado varias investigaciones (de las más prominentes de académicas, como Shannon Mattern), las funciones sociales y públicas que cumplen estas bibliotecas trascienden el simple préstamo de libros. Las personas que atienden en estas bibliotecas sirven de compañía. Incluso, en ocasiones, estos espacios ayudan a atender crisis urbanas y, en general, son un espacio social fundamental.
En tiempos de desinformación y de ChatGPT (que no puede responder la mitad de las preguntas de manera correcta y, según Oxford, esas plataformas son un riesgo para la ciencia), las bibliotecas albergan un conocimiento decisivo para la humanidad. En lugar de cerrar bibliotecas, deberíamos estar abriendo una en cada barrio. Lo que está pasando con la Biblioteca del Deporte no tiene presentación: el gobierno de la ciudad no debería estar negando el espacio sin dar solución, sino más bien entregando un espacio que reemplace el actual. Y, ojalá, con más espacio físico, mejores condiciones y más libros.
Conozco la biblioteca porque la he visitado varias veces a raíz de mi donación de 120 libros sobre bicicletas hace dos años, que recibieron con felicidad. La visito con frecuencia para charlar con las personas que atienden ahí, para dar charlas breves con diferentes visitantes y, en general, porque me encanta la idea de los espacios públicos que divulgan conocimiento.
En el caso de la Biblioteca del Deporte, ante la ausencia de otros lugares públicos y gratuitos para los vecinos del área, se ha convertido en un lugar de encuentro para muchas personas que necesitan compañía y que buscan algo que hacer y alguien con quien hablar, porque los espacios privados no se las entregan. Pronto, el espacio que aloja libros y visitantes va a volverse polvo.
La situación es difícil y enredada: una entidad para recreación y deporte (Idrd) prestó a un órgano que promueve la lectura (Biblored) un espacio para tener la Biblioteca, que ahora le pide de vuelta. La razón no es necesariamente un capricho: el Idrd debe comenzar a preparar el espacio actual para la obra del estadio. Eso obviamente debe avanzar, pero no en detrimento de la función crucial que cumple la Biblioteca del Deporte para su barrio y sus vecinos. Deben dar soluciones concretas.
La situación es conocida hace meses, pero, ante las preguntas, los gestores del nuevo estadio siempre han respondido: “Tranquilos, no se preocupen”. Más específicamente: los renders tridimensionales del nuevo estadio que existen desde el año pasado y están impresos en gran formato dentro del estadio actual, contenían avisos indicando todas las facilidades que habría. Pero no había una biblioteca.
Al preguntarle a Javier Suárez (quien está a cargo del megaproyecto) por la Biblioteca del Deporte en X (antes Twitter) en septiembre del año pasado, me respondió: “Hola Carlos, la Biblioteca la creamos en 2013, se mantendrá junto a un Museo del Deporte“. ¿Entonces?
Hola Carlos, la Biblioteca la creamos en 2013, se mantendrá junto a un Museo del Deporte.
— Javier Suárez Alonso (@javier__suarez) September 20, 2023
Estoy seguro de que no soy el único que ve esta situación con tristeza profunda. Cualquiera que sepa de esto estará de acuerdo con que la inversión de un proyecto de 2,4 billones de pesos, sin duda, podría asignar un rubro pequeño para pagar el alquiler de un lugar idóneo donde la Biblioteca pueda prestar su servicio durante la obra. Además, si el nuevo estadio tendrá tan buenas características en sus 174.000 metros cuadrados, no podrá negarle ínfimos 200 metros cuadrados a un lugar que alberga conocimiento y lo divulga en la ciudad.
Si se trata de construir un gran centro cultural, no solo debe caber la Filarmónica de Bogotá. Tiene que haber espacio para la cultura escrita, para la Biblioteca del Deporte.
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