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Esta columna fue escrita por la columnista invitada Mariana Vélez.
Después de 30 años de invasión, varios ministros de ambiente, un par de estrategias de control fracasadas, decenas de entrevistas y miles de tweets, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible sacó la resolución 0774 de 2024 en donde se adopta el plan de manejo de la especie invasora Hippopotamus amphibius; especie que permanece sin doliente desde que la muerte del narcotraficante que los dejó a su suerte con la hacienda Nápoles y el río Magdalena como herencia.
Años de investigación, discusiones, peleas y opiniones impopulares por parte de múltiples sectores de la sociedad civil —especialmente los profesionales de las ciencias ambientales y los animalistas— acaban dirimidas en un documento firmado por la ministra Susana Muhamad. La resolución aprueba el arranque de un plan de manejo para los hipopótamos, contextualizando la invasión biológica que vive el país, recalcando el rol del Ministerio de Ambiente en la toma de decisiones y poniendo sobre la mesa unas estrategias puntuales para solucionar el problema.
Lo bueno
Hay resolución. Por primera vez, en los años en que este problema ha estado en manos del Ministerio de Ambiente, hay un plan de manejo con estrategias mixtas recomendadas por profesionales de las ciencias ambientales de distintas instituciones.
Hasta el momento los esfuerzos para controlar la invasión de los hipopótamos se han dado a nivel local, con las intervenciones hechas por las Corporaciones Autónomas Regionales (CAR), especialmente las CAR de las cuencas de los ríos Negro y Nare, Cornare. Esta resolución es la primera que no se basa únicamente en una estrategia y que permite que el ministerio cumpla con su deber de proteger la biodiversidad colombiana.
Este plan de manejo se fundamenta en investigaciones hechas por el Instituto de Investigaciones Biológicas Alexander von Humboldt y biólogos del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Colombia, así como en mesas de trabajo realizadas con expertos nacionales. Esto atiende el llamado de quienes hemos dicho que las decisiones sobre los hipopótamos deben tomarse basadas en evidencia y en ciencia y que deben incluir medidas de intervención social de las comunidades que tienen más contacto con estos animales.
Lo malo
Algunos puntos del plan de manejo siguen demostrando que el Ministerio de Ambiente le tiene pánico a tomar decisiones impopulares, así sean las correctas. Por eso prefiere “botar corriente” en medidas inútiles, pero que no causan tanta resistencia, incluso si en últimas es necesario usar las medidas impopulares.
El plan de manejo solo considera la eutanasia como un último recurso, contemplado en casos de riesgo para las poblaciones humanas, las condiciones de salud de los individuos o en caso de que el resto de estrategias no funcionen. Esto muestra que el Ministerio aún no se convence de la insuficiencia de cambiar de lugar a los hipopótamos (translocación) o de confinarlos, ni de que el sacrificio de un porcentaje significativo de la población debe ser una parte activa del plan para que este sea efectivo. No puede ser solo un botón de emergencia que apretar cuando nada más sirvió.
Las investigaciones hechas son claras en hacer evidente que la única manera de que la intervención detenga el crecimiento poblacional y el tamaño de la población es sacrificando un gran porcentaje de hipopótamos en el menor tiempo posible. Relegar la eutanasia a ser un plan B es contraproducente.
Lo feo
Es necesario lidiar con una realidad: empezamos tarde y perdimos tiempo. En estos 30 años de invasión, lo que se pudo haber solucionado con el confinamiento de un solo macho, acabó en un proceso que implica la participación de múltiples instituciones y la ejecución de un plan de infinitas capas y complejidades; considerablemente más costoso en términos económicos, sociales y morales.
Todo el tiempo perdido en torpezas, estrategias de esterilización destinadas al fracaso, propuestas de translocación a México y discusiones eternas al respecto dejan a Colombia con un rango de maniobra mucho menor, pues corre contra el tiempo frente a una población de hipopótamos en expansión. Debe actuar antes de que los efectos de la invasión sean mayores o irreversibles. Si queremos que este esfuerzo logístico logre un verdadero control y le ponga fin a la invasión biológica, necesitamos poner en marcha el plan de manejo rápido y trabajar con el poco tiempo que nos queda.
La resolución publicada por el Ministerio de Ambiente es lo más cerca que ha estado Colombia de solucionar la invasión de los hipopótamos. Es un paso más hacia la conservación de las especies y ecosistemas colombianos, pero habrá que asumir todos los costos que implica, incluyendo los morales. Alistemos los tenis porque aún queda mucho por correr.
Mariana Vélez
Bióloga. Estudiante de Maestría en Ciencias Biológicas con Énfasis en Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México. Miembro de Biodiversos.