Esta columna fue escrita por el columnista invitado Ricardo Arquez Benavides
La violencia armada que se ha desgarrado en el cono sur de Bolívar no es reciente ni fortuita. Es la consecuencia de factores mentales, socioeconómicos, políticos e históricos que han creado un mote perfecto para la proliferación de grupos armados al margen de la ley. Existe una realidad patética de abandono; los efectos-causas de conductas que se mezclan dentro en una ruleta en expansión han incrementado el impacto y una imagen completa de este catastrófico panorama. Pareciera que el grito de la tierra palpitara con la fuerza de su gente, pero yace postrado bajo el peso de un abandono criminal.
Con el oro bajo sus pies, han vivido en una “economía criminal”. La minería ilegal se posó en esta región y sigue expandiéndose como una plaga semejante a la otrora omnipresente de la amenaza de la coca. Esta actividad ilícita, lejos de ser una simple extracción furtiva de recursos, se configura como un cáncer que devora ecosistemas, comunidades y economías enteras.
En Antioquia y Bolívar, la presencia del Ejército de Liberación Nacional (ELN, subestructura Darío Ramírez Castro), las disidencias de las Farc y el Clan del Golfo (subestructura Erlin Pino Duarte) han generado un panorama complejo. Su control en municipios como San Pablo, Simití, Cantagallo y Santa Rosa del Sur ha incrementado el desplazamiento forzado, según InSight Crime. Las disputas por el control de la minería ilegal entre estos grupos han desembocado en una crisis humanitaria, dice Defensoría del Pueblo.
Las mayores vulnerabilidades estructurales de la población civil respecto al conflicto se derivan de la pobreza que padecen. El Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) reporta que, con la excepción parcial de Santa Rosa del Sur (con Necesidades Básicas Insatisfechas, o NBI, de 28,06% y una miseria del 6,73%), el 40% de la población del resto de municipios sufren de NBI y la miseria ronda entre el 12 y el 16% en la misma población. La pobreza multidimensional es de 43,6%. En esto resulta similar a los demás, con más de la mitad de la población en pobreza: Arenal con 36,2%, Cantagallo con 50,6%, Simití y San Pablo con 54,8%, y Morales con 58,6%.
Es una zona estratégica con recursos y acceso al sur del Bolívar. Se ubica en el encuentro de la cordillera central de los Andes y las llanuras del Caribe, la dota de riqueza hídrica; entre ellos el río Magdalena y tiene acceso a diversas regiones. Facilita el transporte fluvial y la convierte en foco de minería de oro que es atractiva para diversos actores, incluyendo grupos armados para mover tropas y drogas.
Fuente: Servicio Jesuita a Refugiados Colombia
El conflicto armado en la región ha dejado a más de dos mil desplazados hasta febrero de este año. Los pequeños mineros legales continúan en la pobreza por falta de tecnificación. El reciente asesinato de Narciso Beleño, un defensor de derechos humanos, es un campanazo para que el gobierno intervenga con efectividad. El enfrentamiento entre los grupos armados organizados y los miembros del Batallón 48 del Ejército Nacional entre enero y febrero de este año ha ocasionado el confinamiento de 311 personas y de 128 familias, en las veredas Mina Nueva y Cañaveral de Chicamoqué en Santa Rosa del Sur. 470 personas fueron desplazadas del municipio de Norosí y 211 de la zona rural de El Arenal y Santa Rosa del Sur.
Pese a que el gobierno departamental de Bolívar implementó las divisiones territoriales intermedias llamadas Zodes (o Zonas de Desarrollo Económico y Social) para alcanzar un “consenso social para la convivencia y la integración territorial, impulsar a la industria agropecuaria y minera”, en los 17 municipios del sur de Bolívar los resultados son nulos. La desigualdad en la distribución de la tierra, deficiencias en educación, violencia y conflicto armado es confusa. Su riqueza natural y potencial económico no ha dado el camino claro. En 167 años de historia del departamento de Bolívar la economía no se ha desarrollado porque no hay tecnificación; como si una fábrica de miseria se hubiera enquistado.
Este escrito busca trascender el clamor por los derechos humanos en el sur de Bolívar. Su objetivo es revelar una realidad distinta, donde la región no sea una mera alegoría de un destino sin análisis: sin verdad y desarrollo. Es como si la predestinación de Ernesto Sábato se hubiera hecho realidad: “A veces creo que nada tiene sentido. En un planeta minúsculo, que corre hacia la nada desde millones de años, nacemos en medio de dolores, crecemos, luchamos, nos enfermamos, sufrimos, hacemos sufrir, gritamos, morimos, mueren, y otros están naciendo para volver a empezar la comedia inútil…”. Es necesario ir más allá de la narrativa repetitiva y buscar soluciones duraderas que transformen la realidad del Sur de Bolívar.
Ricardo Arquez Benavides
Es un escritor de Mompox y especialista en derecho administrativo. Ejerce su rol de periodista y analista de política pública. Desde el periodismo investigativo escribe para diferentes medios de prensa sobre minería y política energética, gobernanza, derechos humanos y medio ambiente. Es presidente de la Corporación Patrimonio Histórico Nacional, y lidera la “Veeduría Patrimonio, Ciudadanía, Medio Ambiente y Derechos Humanos”.