Hace unas semanas, el Dane publicó un informe que muestra una caída drástica en los nacimientos en Colombia. Cada vez somos en promedio más viejos.
Para entender qué implica que en Colombia tengamos menos hijos, seamos cada vez más viejos y por qué sucede, La Silla Académica entrevistó a Natalia Ramírez y a Alejandro Barrera.
Natalia Ramírez es profesora asociada a la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes y codirectora de “Digna: trabajo y género”. Ramírez es coautora de “¿Tener o no hijos? Decisiones de fecundidad en Colombia y Bogotá”, uno de los documentos en los que se basó la entrevista.
Alejandro Barrera es profesor de la Universidad de Manizales y doctor en Demografía de la Universidad Nacional de Córdoba en Argentina. Barrera ha elaborado estudios y documentos como “Demografía de Manizales. Dinámica poblacional en el siglo XXI” y “Fenómeno de envejecimiento demográfico en Colombia”, en los que se basó la entrevista.
La Silla Académica. ¿Cuáles son las cifras que muestran que la natalidad en Colombia ha bajado?
Natalia Ramírez. En Colombia vemos un descenso en la natalidad y en la fecundidad desde 1990. Aunque hay una gran variación por región, en el país la tendencia es que todas las mujeres de todas las edades están teniendo menos hijos. La mayoría de departamentos tiene una fecundidad inferior a la que se necesita para que la estructura poblacional se mantenga. La tasa para que las poblaciones sigan manteniendo una estructura piramidal es de 2,2 hijos por familia, pero a 2022 teníamos una de 1,4. La mayoría de familias solo tiene un hijo.
Alejandro Barrera. El Dane publicó las cifras preliminares del 2023 sobre nacimientos y muertes no fetales. Para 2023 en Colombia se presentaron 510.357 nacimientos. Hubo una caída en el número absoluto de nacimientos del 11% frente al 2022 y del 30% si comparamos con 25 años atrás. Esta es una caída bastante acelerada de la natalidad.
LSA. Alejandro, ¿por qué la baja natalidad es preocupante?
Barrera. La baja natalidad implica un contexto de envejecimiento demográfico, cada vez tenemos menos personas en edad de trabajar, menos personas que pagan impuestos y que sostienen el sistema económico.
Ahí las mujeres cumplen un papel esencial por su fuerza de trabajo. Hoy, entre el 60 y el 70% de las personas que se consideran inactivas laboralmente son mujeres. Están cuidando de un mayor, de una casa o de un niño. El empoderamiento de la mujer en los mercados podría servir para apaciguar que cada vez somos menos los que estamos produciendo para la economía.
LSA. Alejandro, ¿Cuáles son las proyecciones de población para Colombia de aquí a 2050, de acuerdo con sus investigaciones?
Barrera. El Dane el año pasado actualizó sus proyecciones de población de 2020 en adelante para tener en cuenta los efectos de la pandemia. Antes de la pandemia se calculaba que para 2051 tendríamos 63,2 millones de habitantes, pero pospandemia los cálculos apuntan a que el pico poblacional será de 57,7 millones.
Otro factor que ha afectado estas cifras ha sido la migración venezolana. Llegaron aproximadamente 2 millones de venezolanos al país. Entre el 10 y 12% de los nacidos en Colombia son hijos de venezolanos.
LSA. ¿Cuáles son las principales razones que recogen en sus informes e investigaciones que explican la caída de las tasas de natalidad?
Ramírez. Lo que vemos en Colombia, y como se ha encontrado en otros países con bajas tasas de fecundidad, es que las sociedades en las que los roles de género son muy marcados –es decir, los hombres son proveedores y se encargan poco de las tareas domésticas y las mujeres tienen la mayor parte del peso del cuidado reproductivo–, tienden a tener tasas más notorias de reducción de la fecundidad.
Encontramos que las mujeres tienen muchos temores asociados a los altos costos de la maternidad. Los costos son la plata que implica tener un hijo y la altísima discriminación que sufren las mujeres en el acceso y permanencia en el empleo cuando son madres o tienen responsabilidades de cuidado.
Las mujeres saben esto porque lo han experimentado en carne propia o porque otras mujeres de su entorno han sufrido esa discriminación, ese desbalance frente al cuidado y no quieren experimentar eso en sus propias vidas.
Muchas mujeres estarían más dispuestas a tener hijos si tuvieran una pareja que les permitiera distribuir las actividades. Las mujeres invertimos una cantidad desproporcionada de tiempo en las labores de cuidado en comparación con los hombres; esto aumenta cuando tenemos hijos.
Tener que parar la carrera profesional o los estudios, que la búsqueda de empleo sea más difícil, que sea más fácil que les terminen el contrato, que el salario a duras penas alcanza para sostener cómodamente a una familia, todas estas motivaciones hacen que las mujeres sientan que es un peor negocio tener hijos.
Otra motivación que encontramos es una preocupación ecológica. La idea de que traer más hijos al mundo aumenta la carga del planeta.
Barrera. En demografía explicamos esto a través de la teoría de la transición demográfica. Lo que postula es que las sociedades pasan de modelos de alta natalidad y poca mortalidad –como en el siglo XX– a modelos en los que ambas variables son bajas. De expansión a decrecimiento poblacional.
Ahora, esto pasa según la sociología por patrones culturales como la caída del deseo de reproducción sexual en todos los grupos de edad. En Colombia, en 2014, la tasa de fecundidad por mujer era de 1,8 hijos y en 2023 fue de 1,2. Esto tiene que ver con cambios en la posición económica, social y cultural de la mujer en la sociedad, como afirma Claudia Goldin, premio Nobel de Economía del 2023. Está relacionado con el acceso a métodos de anticoncepción y el empoderamiento de la mujer desde las luchas de los movimientos feministas. Eso gradualmente ha cambiado la naturaleza y significado del uso del tiempo de ellas.
Las tasas de fecundidad son completamente diferentes entre las mujeres con distintos niveles de educación. Las mujeres en niveles socioeconómicos más bajos tienen más hijos que quienes están en niveles socioeconómicos más altos.
LSA. ¿Cómo se comporta la tasa de natalidad por regiones en Colombia?
Ramírez. Hay lugares con tasas más bajas que tienen dos hijos por mujer, como el Eje cafetero, Cundinamarca, Valle del Cauca, Nariño, Santander, Antioquia y Tolima. Está el caso más extremo, que es el de Bogotá, con 1,5 hijos por mujer. También están los departamentos que tienen una tasa más alta, como Guaviare, Vichada, Amazonas y Guainía, que tienen tres hijos por mujer y el caso más extremo, Vaupés, que tiene más de cinco hijos por mujer.
Barrera. En Colombia, vemos un centro occidente en el que se concentra la mayor parte de la población, donde está la mayor parte de la generación de riqueza y mejores indicadores económicos y de desarrollo humano. Estos son lugares que tienen bajas tasas de natalidad, de mortalidad y un envejecimiento demográfico gradual. Caldas, Quindío, Risaralda, Tolima y el Valle del Cauca son en el país los que están más envejecidos.
Las regiones periféricas, como el Caribe, el Pacífico, la Amazonía y la Orinoquía son sociedades con altas tasas de natalidad y con patrones de mortalidad más altos. Allí se concentra menos población, hay menos desarrollo económico y las personas en promedio son más jóvenes.
Hay una brecha cada vez más grande entre los centros económicos y la periferia, que está cada vez más rezagada.
LSA. Alejandro, ¿Puede explicarnos un poco la relación entre natalidad y pobreza que plantea en sus investigaciones?
Barrera. Son las sociedades que han mejorado sustancialmente sus indicadores de calidad de vida en las que han cambiado notoriamente sus indicadores demográficos, teniendo menos hijos y personas más longevas. Tener agua potable, salud, buena alimentación, la relación entre riqueza y calidad de vida tienen efectos directos en la natalidad y la mortalidad.
LSA. ¿Puede hablarnos sobre por qué en sociedades prósperas, como la de Caldas, la gente no quiere tener tantos hijos como antes?
Barrera. Para mí la respuesta está asociada a lo que Goldin argumenta desde las estructuras económicas y el papel de la mujer en estas. El avance económico, social y educativo cambia las preferencias culturales de las personas. En una expansión del disfrute de los bienes y servicios la preferencia por tener hijos se ve afectada, porque se busca expandir libertades en otras esferas de la sociedad y de la vida personal.
LSA. Natalia, ustedes encuentran que las mujeres menores de 30 años que no acabaron el bachillerato tienen más hijos que las demás en Colombia. ¿Podría explicarnos esa relación entre bajos niveles educativos y tasas de natalidad?
Ramírez. Los costos de oportunidad aumentan cuando las personas tienen más educación. Cuando tienes más educación, puedes aspirar a mejores salarios y, salir del mercado laboral por tener hijos es perder la oportunidad de ganar un salario superior.
En el caso de las mujeres con menos niveles educativos, el costo de oportunidad es menor. También pasa que como en los planes de vida no está la posibilidad de acceder a una carrera profesional o a un mayor ascenso profesional, se acelera la maternidad. Ahí es dónde parece estar la correlación entre más educación y menos hijos.
Muchos de los embarazos de mujeres jóvenes no son deseados pero en una investigación que hice hace muchos años encontré que el 40% del embarazo adolescente, por ejemplo, sí lo era.
LSA. Natalia, en otros países se ve una postergación de la maternidad hasta después de los 30 años y ahí la tasa de natalidad sube, pero en Colombia las tasas de natalidad para mujeres mayores de 30 han disminuido. ¿Qué explica que cuando las mujeres tienen estabilidad económica, emocional y familiar no tengan hijos?
Ramírez. No tenemos estudios ni cualitativos ni cuantitativos pero tengo algunas especulaciones. Mi intuición es que la medicina reproductiva ha aumentado drásticamente porque las mujeres cada vez empujamos más la edad para tener hijos. Y cuando queremos ya se nos pasó la etapa reproductiva o tenemos muchas dificultades para tener hijos naturalmente, por lo que debemos acudir a tratamientos carísimos, que no pueden pagarlos todos.
LSA. Natalia ¿Qué relación encuentra entre la percepción o la realidad del aumento de los costos de vida y la caída de las tasas de natalidad, por ejemplo en Bogotá?
Ramírez: Los costos de vida en Bogotá son superiores a los de otras ciudades. Pero muchos de los argumentos de las mujeres que entrevistamos tienen que ver con la falta de servicios estatales para apoyar a las familias en sus necesidades de cuidado, lo cual aumenta el costo de tener niños. Si no hay una oferta pública de guarderías de horario extenso, las familias tendrán que contratar ese cuidado y se sumará a sus gastos.
Esto contrasta con la pirámide de ingresos de Colombia que está conformada por personas que ganan entre uno y dos salarios mínimos. Esto no es mucha plata para asumir los costos adicionales que implica un niño.
LSA. Natalia, una de las banderas del feminismo ha sido que las mujeres puedan ser lo que quieran ser, muy al estilo de Barbie. Eso implica que pueden ser profesionales y madres a la vez si lo desean. ¿Cuáles son las limitaciones que existen hoy en Colombia para que una mujer pueda tener una carrera exitosa y a la vez tener tiempo para sus hijos?
Ramírez. Las cifras en Colombia muestran que, en promedio, las mujeres tienen un año más de educación en comparación con los hombres. Pero, nuestra participación en el empleo es mucho menor. La razón por la que hay más mujeres inactivas –que no tienen empleo y que no están buscando– tiene que ver con que tenemos responsabilidades familiares que pesan sobre nosotras y no sobre los hombres. Las mujeres ven este costo de oportunidad. Es muy duro combinar el cuidado con el trabajo.
El mercado laboral no hace que tener hijos sea fácil. La última Encuesta Nacional de Demografía y Salud muestra que a más del 30% de las mujeres en Colombia les habían pedido una prueba de embarazo para acceder a un empleo. También he encontrado que a las mujeres les preguntan si están casadas, tienen pareja o planean tener hijos. Esto es ilegal. Se selecciona en contra de las mujeres, porque los empleadores tienen la idea de que no van a estar igual de comprometidas y van a faltar más al trabajo.
Es por esto que pese a tener más educación, las mujeres tienen una mayor duración de desempleo. En una consultoría que hice para el Departamento Nacional de Planeación (DNP) encontramos que el tiempo de desempleo de las mujeres es altísimo. Por ejemplo, en el año 2021 las mujeres se demoraron en promedio 9,4 meses para conseguir empleo y 8,7 meses en 2022. Eso es dramático. El mercado laboral no funciona bien y se suman los prejuicios de los empleadores contra las trabajadoras.
Todo esto es un caldo de cultivo para la reducción de la fertilidad. Pero, particularmente, apunta a que la baja de las tasas de fecundidad no se dan por un ejercicio de libertad, sino por restricciones. Las razones que nos dieron las mujeres que entrevistamos para no querer tener hijos no tienen que ver con convicciones internas, salvo en el tema medioambiental, sino con razones externas.
No quieren tener hijos porque quieran ser libres, sino porque no tienen una pareja que las ayude, porque los costos económicos son muy altos, porque no quieren parar su carrera profesional.
Se podría trabajar en un cambio cultural con los hombres para que las familias sean más balanceadas y que hombres y mujeres sean corresponsables del cuidado. También en un mercado laboral más amigable con las familias.
LSA. Pero, ¿qué tanto pueden frustrarse las mujeres porque las condiciones institucionales, sociales y laborales no les permiten tener hijos?
Ramírez. Hay un problema de falta de información. Creo que muchas mujeres piensan que pueden ser madres hasta los 40 años, y algunas afortunadamente pueden, pero no es el caso de la mayoría. Las mujeres tenemos un reloj biológico y nuestra fertilidad decrece dramáticamente después de los 35 años. Suele ser el mismo momento en el que decidimos que queremos ser mamás. Esto viene acompañado de la mentalidad de “yo lo puedo todo”, entonces voy a poder ser mamá también.
Y cuando uno llega a los 40 años pensando que ese es el momento en el que finalmente puede ser madre y no puede ser, no tiene los recursos económicos para asumir el alto costo de un tratamiento de fertilidad.
Creo que hoy una de las derrotas y una lucha urgente del feminismo actual es que las mujeres no estamos siendo libres para tomar nuestras decisiones reproductivas, para tener hijos. Por los factores que hemos hablado y por la falta de información sobre la fertilidad real de las mujeres a lo largo de la vida.
LSA. Natalia, frente a la equidad de género hay avances en las libertades sexuales y reproductivas, como la interrupción voluntaria del embarazo, pero ¿qué tanto hemos avanzado alrededor de la decisión libre de ser madre?
Ramírez. Teóricamente, hemos avanzado un montón y cada vez hay menos discusión en torno a la libertad que deberíamos tener las mujeres, mis estudiantes la tienen clara, por ejemplo. Pero las prácticas institucionales o de las organizaciones y empleadores que mencioné, el papel del Estado y las restricciones del mercado laboral muestran que hay una cantidad de elementos que no están dados aún para que las mujeres puedan realmente ejercer su libertad reproductiva.
LSA. ¿Tiene sentido promover a través de políticas públicas que la gente tenga más hijos?
Ramírez. Una política que solo busque aumentar la cantidad de hijos por mujer de forma pasiva no creo que funcione. Incentivos como los bonos de 50 semanas para la cotización de pensión por cada hijo no van a funcionar.
Una política pública que se tome en serio las causas por las que las mujeres no quieren tener hijos, que quiera aumentar la natalidad, tendría que mejorar las condiciones de trabajo de las mujeres y los ambientes laborales en los que se mueven. Los hombres deben estar mucho más dispuestos a asumir más responsabilidades de cuidado que hagan sentir a las mujeres que tener hijos no es una tarea solamente de ellas, sino compartida.
En Suecia, por ejemplo, algunas de las políticas familiares han tenido un efecto de aumento de la natalidad. Las familias sienten que tienen apoyo de los Estados para tener a sus hijos porque cuentan con licencias más extendidas, más recursos económicos disponibles, servicios sociales de ciudadanos para atenderlos, etc. Por esta vía podría aumentar la natalidad.
Barrera. Es riesgoso. ¿Y si se nos sale de las manos? Uno puede ver el ejemplo contrario en China con la política del hijo único. Ellos adelantaron su envejecimiento y podrían superar económicamente a los Estados Unidos, pero ahí está su limitante: su población envejecida.
No creo que debamos incentivar la natalidad por la presión que eso crea. Criar cuesta mucha plata, tanto para el Estado como para una familia. Valora Analytik hizo un cálculo el año pasado en el que encontraron que tener un hijo en Bogotá costaba como 2.447 millones de pesos en 25 años. Una cantidad.
Además, el Estado aún no garantiza unos bienes y servicios mínimos de atención social para muchas personas. Tenemos que pensar en cómo vamos a adaptar las instituciones, los sistemas de servicios de salud, de alimentación, la infraestructura, el transporte a una población envejecida.
Lo otro es que en unos años tal vez seamos atractivos migratoriamente para otros países que estén creciendo mucho, como los africanos, eso también trae retos.
LSA. Alejandro, ¿Cuáles son los retos que afronta un Estado colombiano cuando su población empieza a envejecer aceleradamente?
Barrera. Uno de los grandes retos es mantener el sistema de protección social, el sistema de pensión y de atención en salud. Hoy en Colombia hay como 3,5 millones de adultos mayores sin pensión. La población vulnerable debe ser atendida por el Estado, pero el presupuesto para atenderlas viene de las contribuciones tributarias que hacen las personas en edad de trabajar. Cada vez habrá menos personas que contribuyan a este sistema, en el que cada vez habrá más personas dependientes. Esto es insostenible en el tiempo.
LSA. Natalia, ¿cuáles serían sus recomendaciones para alguien que hace políticas públicas y tiene la responsabilidad de pensar en las mujeres y la maternidad?
Ramírez. Las tres cosas que propondría son:
Promover procesos de selección más equitativos para que no se discrimine contra las mujeres. Que haya más mujeres en el empleo remunerado.
Que las entidades que contratan tengan programas para que las mujeres permanezcan en el empleo. Esto es, entender las necesidades de las mujeres y que haya formas asociativas entre empresas o entre las empresas y los gobiernos distritales, por ejemplo alrededor del cuidado.
Tener una discusión social seria sobre cómo redistribuimos el trabajo doméstico entre hombres y mujeres, para que las mujeres no asuman más roles de cuidado.