Sara Victoria Alvarado y María Camila Ospina, investigadoras de la Universidad de Manizales y el Cinde.
Sara Victoria Alvarado y María Camila Ospina, investigadoras de la Universidad de Manizales y el Cinde.

Hace unos días se llevó a cabo el congreso de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (Lasa), que reúne a quienes se dedican a estudiar Latinoamérica y es la más grande del mundo sobre estos temas, en la Universidad Javeriana. En el encuentro de tres días llamado “Reacción y Resistencia: Imaginar Futuros Posibles en las Américas” hubo alrededor de 1.500 paneles y cinco mil participantes. 

Para hablar sobre lo que está sucediendo en la academia sobre América Latina y responder críticas que califican estos espacios como un “festival woke”, La Silla entrevistó a Sara Victoria Alvarado. Es la  directora de la Fundación Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano (Cinde) y del doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad de Manizales, y ha escrito “Investigación cualitativa. El análisis temático para el tratamiento de la información desde el enfoque de la fenomenología social”.

También a María Camila Ospina, líder nacional del campo de investigación y desarrollo en el Cinde y del Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud del Cinde y la Universidad de Manizales. Ospina es editora del libro “Conocimiento y cultura en América Latina” y junto con Alvarado publicarán “Devenires disrupciones y aperturas: Socialización política y construcción de subjetividades”. En esos documentos se basa esta entrevista. 

La Silla Académica. ¿Qué les responden a los que piensan que LA academia que estudia a América Latina está encerrada entre las identidades y la victimización? 

Sara Victoria Alvarado. Estamos volviendo a traer al presente discusiones de las décadas de los 70 y 80, que a mi juicio fueron resueltas de manera positiva y que ganamos, sobre la necesidad de una ciencia social situada y capaz de construir desde las condiciones de los territorios y de las poblaciones. Unas ciencias sociales atravesadas por múltiples identidades que marcan otros caminos para hacer ciencia.

La ciencia estaba totalmente atada al estatuto científico de las ciencias básicas. Las discusiones le dieron legitimidad a una diversidad de paradigmas y aproximaciones para comprender más a fondo a las personas, sus procesos de constitución subjetiva y social.

María Camila Ospina. Desde los progresismos en las ciencias sociales hay una mirada que enfatiza en las perspectivas de las epistemologías del sur decoloniales. Este tipo de epistemologías lo que buscan es reflexionar creativamente sobre la realidad para ofrecer un diagnóstico crítico del presente, y para formular alternativas para una sociedad más justa y libre, en palabras de Boaventura de Sousa. Nos permiten pensar en los contextos latinoamericanos y caribeños desde un conocimiento que se aparta de la mirada hegemónica de Occidente. 

Las categorías que surgen de estas investigaciones no salen del escritorio de un académico, sino del trabajo directo con los actores y las comunidades. La academia en América Latina lo que ha hecho es oír las voces de los actores que han sido subalternizados y marginalizados. 

¿Cuáles son los temas y problemas más urgentes de los que se ocupa la academia que se produce sobre América Latina?

SVA. A nivel político se están estudiando todos los movimientos de estructuración y desestructuración de las democracias en el mundo, especialmente en el continente. Desde miradas macro y desde miradas que mezclan lo global con lo local, glocales. Hay un gran trabajo sobre las distintas maneras de instalar, distribuir, redistribuir el poder. 

Hay una serie de temas ligados a la guerra, al conflicto armado, a la construcción de paz, a las memorias históricas. Se está investigando en género, en las distintas vertientes que el feminismo ha ido tomando. 

Otro tema que se está trabajando tiene que ver con las violencias. Y cómo frente a las violencias se anteponen movimientos, acciones colectivas. También se estudia la reconfiguración de los movimientos sociales, los partidos, y las formas de movilidad social y política.

Hay un replanteamiento de la relación de la cultura con el arte, de estas nuevas expresiones que han sido incluidas por las juventudes y también por los feminismos en sus repertorios de acción. Hay categorías que se han empezado a introducir, relacionadas con la interseccionalidad y las diversidades. 

El fenómeno de los movimientos migratorios ha dado lugar a una gran rama de estudios. Todo lo relativo al cuidado ha tomado fuerza. Eso se ha anclado en la defensa de lo ambiental, de la vida, de las miradas ancestrales, de una relación no antropocéntrica con la naturaleza. En diálogo con ciencias básicas, en lo que tiene que ver con la biodiversidad, la bioeconomía y la economía circular. 

Están los estudios sobre el sujeto, de las maneras de pararnos en el mundo. Ha tomado fuerza una categoría que instalamos hace 20 años, las subjetividades políticas. 

MCO. Agrego temas como las desigualdades que atraviesan el continente y lo que implican en cuanto a precarización y vulneración de derechos. También la derechización de las democracias en América Latina y el Caribe. Otra entrada de estudios es la politización de los jóvenes y de otras diversidades, como las comunidades indígenas o las mujeres. Desde Brasil se ha estudiado la comunicación y la cultura.

¿Por qué no volver a las categorías universales de explicación de los fenómenos sociales? 

SVA. Las categorías universales para tratar de dar cuenta de los fenómenos humanos y sociales sirven para algunas cosas, pero no nos permiten conocer a profundidad las diferencias radicales que hay dependiendo de dónde estás parado en la vida. 

Toda la universalización llega al conocimiento de la mano de las grandes disciplinas, que para ser ciencias tratan de abogar por modelos explicativos, causales y empíricos basados en la medición, y en una suerte de generalización para ver qué pasa con la vida. Eso en el marco de las ciencias físicas tiene mucho sentido, pero en el marco de las ciencias humanas y sociales es una locura. Invisibiliza y hace que no podamos comprender las expresiones más profundas del ser humano con rostro, diverso. 

Si estás haciendo una vacuna, es necesaria la universalización del conocimiento, porque la base de ese conocimiento es un interés técnico. Pero si estás intentando explicar movimientos sociales, ese paradigma totalizante no sirve para entender nada. Si te abres a miradas transdisciplinares, dialógicas, donde los actores sociales puedan participar en la construcción de categorías, puedes entender mejor.

Esto tiene que ver con la lucha que hubo frente al modelo único, al método científico. Por ejemplo, en psicología, cuando yo estudié, la batalla era entre conductismo y psicoanálisis. Lo único que se consideraba ciencia era el conductismo y la medición del comportamiento. Pero ¿cuánta comprensión tenemos hoy con ese conocimiento de, por ejemplo, la conducta suicida de muchos jóvenes? Muy poca, no sirve. 

Es imposible dar cuenta de la complejidad del mundo contemporáneo y del ser humano con pretensiones disciplinares universales. La vida y las dinámicas sociales y humanas se impusieron sobre la ciencia para mostrar la insuficiencia de la ciencia social universal para entender el mundo. 

Comparto con Arturo Escobar la creencia de que las ciencias sociales están en una crisis radical. Mientras no aceptemos la emergencia de nuevas epistemologías, nuevas formas de investigar para mirar la complejidad, vamos a seguir sin entender. Para dar cuenta del feminicidio, por ejemplo, no nos sirvió la sociología, ni la antropología. Tocó echar mano de los estudios de género, de otros estudios que se escapan de las aspiraciones disciplinares con límites perfectos. 

MCO. Por años esa batalla contra la universalización no se dio porque lo que se quería era que las ciencias sociales tuvieran el mismo modelo de las ciencias naturales, que hubiera una sola ciencia social. La ciencia universal occidental era el marco con el que se hacían las lecturas de las realidades de América Latina. Al no poder responder con los mismos parámetros decían que nos faltaba algo, quedamos en el marco de lo anormal.

Después surgieron perspectivas de liberación como las de Martín Baró, de Orlando Fals Borda y de Paulo Freire; o las múltiples perspectivas decoloniales como las de Walter Mignolo, Boaventura de Sousa Santos o perspectivas feministas, como las de Karina Bidaseca y Rita Segato. Hoy queremos buscar otro tipo de saberes y ampliar la ciencia. Pasar a muchas ciencias que se enriquezcan de otros saberes y de cara a los contextos, los territorios y a los actores. 

Estos estudios se concentran en las comunidades indígenas y afro, en las etnias y en las diversidades de género y clase para comprender qué nos enseñan, lo que quizás es opuesto a la ciencia tradicional. También empezamos a ver que la ciencia moderna fue construida desde la perspectiva de un hombre de clase media y protestante. Se excluyeron los saberes y conocimientos de otros actores que no respondieran a ese modelo de persona. 

Darnos cuenta nos ha permitido trascender la mirada de que nos falta algo como América Latina, o como el sur global. Así empiezan a surgir los diálogos sur-sur, estudios comparados con África o Asia.

¿Qué está aportándole el desarrollo de las ciencias sociales sobre América Latina al conocimiento y al mundo? 

SVA. Nacida en Colombia, la investigación acción participante y acción creación, que son paradigmas muy valorados en Europa, en Estados Unidos, y en otros contextos. Hemos acercado la teoría a los saberes sociales. El pensamiento latinoamericano es valorado en el mundo porque muestra maneras de hacer ciencia situada, abierta, de todos y para todos, que es transformadora.

El feminismo, por ejemplo, no nace en América Latina. Pero las miradas latinoamericanas, africanas, del sur han enriquecido las categorías grandes del feminismo. 

Algunos críticos de las epistemologías del sur dicen que estas miradas son muy buenas encontrando huecos en los modelos tradicionales de la ciencia, pero malas planteando mejores soluciones a problemas como la desigualdad, la pobreza, la criminalidad. ¿Qué tanto aportan en soluciones a grandes problemas sociales? 

SVA. Las epistemologías del sur no son un remedio universal. Lo que han hecho es romper con miradas hegemónicas. Y aportan en la crítica a lo que existe pero también a construcciones que hoy sirven para explicar mejor comportamientos humanos. 

Por ejemplo, la teoría de la psicología política nunca logró entender la construcción del sujeto político, a pesar de múltiples estudios que hicieron sobre la conducta, sobre el comportamiento de las urnas, sobre el liderazgo político o sobre los autoritarismos. Las categorías que construyeron servían para llenar libros.

En nuestro doctorado desde hace 23 años nos dimos a la tarea de tratar de construir conocimiento no solo para comprender al sujeto político, sino para desarrollar programas para formar sujetos políticos. Tenemos programas como Niños, Niñas y Jóvenes Constructores de Paz y Convidarte para la Paz. Programas hechos sobre la base de lo que se va construyendo teóricamente en nuestras maestrías.

Por ejemplo, hoy un estudiante desarrolla su investigación y tiene que desarrollar la manera como esa investigación transforma entornos. En la investigación, desde esta perspectiva, hay un mayor interés en el hacer, en tener efecto sobre las políticas. No es solo comprender la pobreza, sino ayudar a construir estrategias para enfrentarla, o hacer un diagnóstico de la apatía de las comunidades frente a la política, sino construir procesos que mejoren la subjetividad política en esas comunidades. 

La preocupación por un modelo ligado a la explicación positiva del mundo es muy purista en producir teorías finas que se sostengan. Pero no en preguntarse esa teoría para qué le sirve al mundo. 

No puede ser que lo que importe sea solo el producto científico, el ranking de la revista en la que publicamos, y creer que solo eso legitima el quehacer científico. La ciencia pensada desde América Latina, desde el pensamiento decolonial, está orientada a recuperar prácticas y a transformarlas. Hay una gran diferencia entre ser un gran violentólogo y explicar las violencias, y usar el conocimiento para erradicar las violencias. Esa última apuesta es la definitiva.  

MCO. La investigación acción participativa –que es antecesora de las epistemologías del sur– crea por ejemplo unos bucles donde emergen los problemas presentes de las comunidades, para concertar un interés investigativo común. Es en función de esto que se construye el proyecto investigativo, para aportar soluciones prácticas y específicas a un problema diagnosticado con la gente que lo vive. Esa es una ventaja enorme de lo singular. Allí es clave identificar cuáles son los actores que hay que involucrar para que el proyecto sea viable y los pasos para que la acción sea ejecutable. El foco es entonces el de develar y transformar. 

¿Puede darnos un ejemplo?

MCO. Lo que hemos buscado hacer en el Cinde, en el Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud del Cinde y la Universidad de Manizales y el en Grupo de Trabajo de Clacso en Infancias y Juventudes es poner en diálogo la academia con los colectivos y las organizaciones sociales. En ese diálogo se llega a resoluciones concretas. Además, los colectivos no le perdonan a la academia simplemente ir a teorizar. 

Si miramos el caso de las investigaciones sobre niñez y juventudes con el Cinde y la Universidad de Manizales, nosotros retomamos métodos de las epistemologías del sur para identificar el impacto de propuestas educativas. En mi tesis doctoral emergió el proyecto “Convidarte para la paz”, en el que identificamos cambios en las percepciones, actitudes e imaginarios alrededor de la violencia y cómo se ha potencializado el desarrollo humano para la construcción de paz desde los primeros años de vida. 

Aquí se dialoga con los decisores de política pública y se propician las condiciones para la transformación. Un ejemplo es la Misión de Sabios por Caldas que instauró cuál es la perspectiva de ciencia para el departamento. También lo que hacemos en el Cinde, que es un centro reconocido por MinCiencias, y en su Centro de Estudios Avanzados en Nikez y Juventud en alianza con la Universidad de Manizales, es un ejemplo importante: producimos y gestionamos el conocimiento siempre ligado al desarrollo. No podemos pensar en la producción de conocimiento sin su apropiación social, su generación de valor público y su incidencia en política pública.

¿Cuáles son las ventajas y desventajas de que la búsqueda de conocimiento en ciencias sociales, como ustedes lo señalan claramente en varios artículos, esté volcada a lo singular?

SVA. Esa forma tan situada de investigar tiene desventajas importantes en cuanto a que, por supuesto, no logra generalizaciones ampliadas. La ciencia clásica hace generalizaciones usando por ejemplo estadística, como aquí muchas cosas no pueden medirse se quedan en la densidad de las narrativas o de las cartografías. Pero tiene miles de ventajas en profundidad del conocimiento y en construir conocimiento nuevo que transforma la realidad. 

Un ejemplo es el papel del arte en los movimientos sociales. Hoy no hay movimiento social que no se manifieste a través del arte. Eso no era así cuando yo militaba, porque el arte se consideraba pequeño burgués. Militábamos desde el grito y la fuerza, solo tirábamos piedra, hoy se canta. 

Lo que hemos aprendido es que la investigación situada no solo describe la realidad sino que la construye. A través de esta puedes instalar nuevas maneras de hacer las cosas, como nuevas maneras de protestar. En Colombia, el movimiento de los jóvenes en 2021 estuvo atravesado por ese conocimiento social producido en la unión entre ciencia y arte. Las mutaciones en el movimiento social surgieron de comprender que la lógica de los jóvenes no son las armas, ni las peleas permanentes. 

MCO. Una desventaja es la dificultad en la medición del impacto de estas investigaciones. Sabemos que son procesos muy potentes pero que tienen problemas en convertirse en políticas públicas o en que los programas lleguen a sectores amplios. 

Una de las ventajas es que con este tipo de investigaciones podemos ver las particularidades y comprender la experiencia y las biografías de los seres humanos. En mi tesis doctoral, denominada “Salir adelante: construcción relacional de subjetividades políticas de niños y niñas de la primera infancia cuyas familias provienen de contextos de conflicto armado” y desarrollada en el Doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud de la Universidad de Manizales y el Cinde, por ejemplo, madres y abuelas pudieron reconciliarse con sus historias de vida y con el mundo. Decidieron seguir viviendo y pudieron salir adelante. En un contexto como el colombiano este tipo de investigaciones orientadas a la transformación son muy necesarias. 

Otra ventaja es la emergencia de nuevas categorías que permiten comprender realidades cambiantes, sujetos que están en construcción, en devenir. 

Ustedes sugieren en sus investigaciones que los métodos de investigación de las ciencias sociales y de las ciencias duras han sido vistos como irreconciliables. ¿Cómo se puede crear un puente? 

SVA. No considero que los métodos de investigación no se puedan reconciliar.  Por lo contrario, son necesarias diversas miradas, hablaría de que se complementan para decir algo sobre la realidad humana y social. Si nos enfrentamos a una inundación, es indudable que las ciencias duras nos pueden ayudar a saber cómo canalizar el agua. Pero junto a esa inundación hay una población afectada, que se comporta de una manera frente al fenómeno físico. 

Es urgente que cuando haya que enfrentar un fenómeno que no es solo físico sino social se pueda aportar desde distintas aristas para solucionar problemas distintos a solo los daños materiales que puede producir una inundación, por seguir con el ejemplo. 

Para hablar de otro ejemplo: la enfermedad. Claramente las ciencias duras permiten explicar el comportamiento de microorganismos o virus y crear alternativas para contrarrestarlos y que la gente no se enferme. Pero el que se enferma es un ser humano que habita unas condiciones sociales y económicas específicas, que no se puede abordar de la misma manera como se aborda el comportamiento del microorganismo. 

MCO. No todo lo pasado fue malo. El conocimiento positivista permitió que las ciencias sociales fueran importantes, y fueran ciencias. El estatus de ciencia no lo debemos perder. No hablamos solo de saberes, sino de conocimientos. Tampoco hay que perder conceptos como la validez, la medición de impacto y la búsqueda de que los resultados lleguen a aplicarse tan ampliamente como se pueda, que incidan en política pública. 

Desde el Grupo de Trabajo de Clacso en Infancias y Juventudes hemos hecho dos investigaciones con un enfoque mixto de investigación. Usamos el enfoque cuantitativo para comparar y generar correlaciones entre países y variables y también hemos hecho grupos focales, cartografías sociales y talleres para hacer comparaciones distintas ligadas a los sentidos y las prácticas. 

Actualmente estamos desarrollando una investigación sobre las afectaciones a los derechos de los niños, niñas y jóvenes migrantes. La investigación cuantitativa nos ha permitido identificar tendencias en la vulneración a los derechos relacionados con la educación en el contexto de la migración en Brasil y Colombia, y con la cualitativa podremos entender las prácticas políticas y culturales de resistencia y de reexistencia, para entender las vivencias de estos tránsitos en Brasil, Colombia y posiblemente Argentina, México y Ecuador. 

¿Cuál es el futuro de las ciencias sociales latinoamericanistas? 

SVA. Los indígenas nasa nos enseñan que el futuro empieza en las raíces de las cosas, que está anclado en el pasado. La ciencia latinoamericana está configurándose en prácticas de transformación de cómo se hace la ciencia, revisando las metodologías y construyendo formas más potentes de conocer al ser humano, sus dinámicas sociales, las economías latinoamericanas. Nos da miradas para tomar mejores decisiones. Estamos construyendo ese futuro, con diálogos más abiertos, saberes que enriquecen la comprensión de lo real y que nos dan más elementos para actuar sobre la vida. 

MCO. No hay que perder las raíces de este nuevo conocimiento, y usarlo frente a los nuevos desafíos en los contextos locales y globales. No es solo hacerle etnografía a un grupo indígena, sino involucrar el mundo de la innovación y la tecnología, que hoy hace parte de nuestros contextos. Hay un enorme desafío en la creciente diversidad, que seguirá surgiendo y sobrepasando la capacidad de la ciencia de categorizarla. Esto se ve claramente en las investigaciones sobre diversidades sexuales. 

Hay que propiciar la desinstalación de las prácticas que fomentan la desigualdad o la violencia y fortalecer las de socialización política y movilización. Y lograr que haya más diálogo entre la academia, las organizaciones sociales y la política pública. También conectar esto con la empresa privada y con la sociedad civil, para transformar a través de la investigación la sociedad en su conjunto. Ahí está la mayor potencia, no quedarnos solo en la academia, ni en las bibliotecas, sino llegar también a los actores, escenarios, territorios y prácticas sociales reales. 

¿Qué se necesita para robustecer la producción de ciencia en América Latina y sobre América Latina? 

SVA. Robustecer el uso de los datos en el marco de la filosofía decolonial, o sea, no creyendo que en los datos está la verdad sino que nos ayudan a dar dimensión a lo que encontramos en caminos críticos y cualitativos. Las investigaciones han tenido más fuerza desde miradas cualitativas, más comprensivas, eso es importante, pero hay que crear una nueva relación con los datos. 

Soy la editora de la Red de Expertos, hago entrevistas y edito notas para La Silla Académica. Estudié Ciencia Política

Soy la practicante de la Silla Académica y de la Red de Expertos. Estudio Historia en la Universidad de Los Andes con énfasis en Estudios clásicos e Historia del Arte.