La jugada de barajar las cartas de nuevo para tener un Congreso con mayorías claras le salió mal a Macron. Su coalición perdió varias curules en la elección legislativa, la extrema derecha lo asustó en primera vuelta y la izquierda lo venció en la segunda. ¿Se pueden establecer algún paralelismo con Colombia? ¿Qué tiene esto que ver con la idea de Petro de inventarse una Asamblea Constituyente?
Como un tiro por la culata se puede caracterizar la jugada política del presidente Macron en Francia. Su estrategia, precipitar una solución ingeniosa frente a un bloqueo político, no le dio resultados. Veamos qué sucede en Francia y qué lectura se puede hacer desde Colombia.
Precisemos que los contextos de Francia y de Colombia son muy diferentes. Sin embargo, en algo se parecen Macron y Petro: ambos presidentes son altamente impopulares, ninguno tuvo mayorías holgadas en el Congreso en 2022, y ambos tienen ínfulas de monarcas.
Antes de establecer el paralelismo con Colombia, es preciso dar elementos de contexto sobre lo que sucede en Francia. En reciente columna, expliqué las razones por las cuales Macron decidió disolver la Asamblea Constituyente y convocar a nuevas elecciones. El lector se puede dirigir a ella para tener detalles. Acá, en breve síntesis, recordemos que:
- La Constitución francesa permite al presidente disolver la Asamblea. Otros presidentes lo han hecho en el pasado, con resultados muy disímiles (a de Gaulle le funcionó para legitimarse en un momento de crisis, en 1962; a Chirac no le funcionó y tuvo que gobernar con un primer ministro y un gabinete del partido contrario, entre 1997 y 2002)
- Macron tenía buenas razones para disolver la Asamblea: no tenía mayorías en el Parlamento (tenía 250 curules y se necesitan 289 para tener la mayoría), y pendía sobre su gobierno la posibilidad de una moción de censura.
- Macron estaba confiado en que el temor a los “extremos” (extrema derecha y extrema izquierda) le generaría réditos políticos. Se veía como el único capaz de contener esas fuerzas.
En suma, Macron sí tenía buenas razones legales para convocar a una nueva asamblea (el cuasi bloqueo político en el Congreso), pero no supo leer el momento político: en efecto, una de las consecuencias de esta campaña exprés fue la unión de todos los partidos de izquierda (desde el centro hasta la extrema izquierda) para competirle a él y a la extrema derecha. Esta alianza, el Nuevo Frente Popular, sale con mayor fuerza en esta elección, logra la mayoría relativa y un triunfo simbólico muy importante, pues demuestra que la izquierda, cuando se une, puede lograr grandes cosas. A su vez, la extrema derecha obtiene un resultado histórico (nunca había tenido tantas curules en la Asamblea).
Veamos ahora la situación de Colombia:
Destaquemos que hay una praxis completamente diferente en la política colombiana, particularmente en el Congreso: abundan allí la “mermelada”, es decir, el desvío de presupuesto público a políticos a cambio de determinados apoyos, la corrupción y el clientelismo. Por ende, las diferencias programáticas son poco relevantes, pues se mueven ante todo intereses, no valores ni proyectos de sociedad.
De hecho, “gracias” a este tipo de transacciones, el gobierno Petro ha logrado avanzar en su agenda en muchos temas: reforma pensional, reforma laboral, reforma tributaria, voto del presupuesto nacional, plan de desarrollo. Los partidos o representantes de partidos tradicionales y afines a la derecha lo han apoyado abierta o soterradamante, así que no podemos considerar que tenga un bloqueo similar al que enfrentaba Macron, ni existe real riesgo de que prosperen las mociones de censura en contra de sus ministros.
Esto no obsta para que Petro busque permanentemente agitar el espectro de un golpe blando o de bloqueos institucionales. Ha sido un leitmotiv permanente, con el objetivo, en últimas, de tratar de provocar la movilización ciudadana. Así, Petro ha convocado a manifestaciones oficiales de respaldo, pues de cierta forma sueña con un panorama como el que tuvo Alfonso López Pumarejo en los años treinta: un gobierno que llevó a cabo grandes reformas populares con el apoyo de los sindicatos organizados.
El problema es que las reformas que ha concebido el gobierno Petro no son realmente movilizadoras para las clases populares. Su reforma pensional, por ejemplo, le hizo grandes concesiones a los fondos privados; la reforma de educación tuvo medidas tan impopulares que incluso el gran sindicato de educadores que lo respalda, Fecode, le quitó su apoyo. Otras reformas, como la de salud, fueron mal diseñadas, mal explicadas, y no generaron la adhesión de médicos, de pacientes ni de amplios sectores de la sociedad civil.
En este contexto, el problema que tiene Petro no es tanto el de un bloqueo institucional producto de un complot contra él o su gobierno, como le gusta presentarlo, sino un bloqueo debido a la evidente ausencia de proyectos bien planteados. ¿Qué hace Petro en este panorama? Busca huir hacia delante, promoviendo ora una Constituyente, ora una Asamblea popular: los temas cambian, no es fácil desentrañar su pensamiento a lo largo de sus numerosos trinos y discursos, además de que suele contradecirse. En ocasiones, Petro se presenta como uno de los autores intelectuales de la Constitución de 1991 (esto es una falsedad, pues él no fue constituyente); en otras ocasiones, se presenta como un acérrimo crítico). Agreguemos un par de elementos, el uno ético, el otro jurídico: el primero es que Petro se había comprometido a no convocar a una Asamblea Constituyente (planea en las mentes de muchos colombianos la experiencia de Venezuela, donde dicha clase de convocatorias le sirvieron al régimen chavista para consolidarse por fuera del juego electoral y democrático). El segundo es de tipo legal: varios juristas han advertido que este tipo de convocatorias es innecesaria e inviable.
Petro, como Macron, tiene ínfulas de hombre providencial. Como él, está desconectado de los ciudadanos, y ha aprobado reformas que no son favorables al grueso de la población (pensemos en la baja tasa de imposición a los ingresos altos, en los impuestos a la gasolina, en los impuestos a los alimentos procesados). Es curioso (y preocupante) que sus propuestas actuales para convocar a una Asamblea popular o constituyente sean apoyadas por políticos decididamente de derecha, como Germán Vargas Lleras, a la vez que muchas personas de izquierda, académicos y políticos, la han desaprobado.
Meterse a revolver el avispero político es un juego peligroso. Macron lo paga caro hoy: perdió a cien diputados, perdió a su primer ministro, fragmentó aún más el Parlamento, fortaleció a la ultraderecha y a la izquierda y tendrá que armar un nuevo gabinete que probablemente no durará mucho. Huir hacia delante no sirve de nada cuando los problemas son estructurales. Esta es también una lección para Colombia.