En el Cauca, el departamento más peleado del país, el gobierno, los empresarios y las comunidades lograron un acuerdo improbable. Firmaron una alianza para crear empresas campesinas que puso del mismo lado a rivales históricos.
El convenio promete invertir 47 mil millones hasta 2026 para fortalecer los procesos productivos de más de mil productores de café, panela y cacao. Pero los réditos no solo son económicos, sino simbólicos. El gobierno logra resultados concretos con su postura dialogante. Los ingenios muestran disposición para tener conversaciones incómodas y las comunidades se quitan de encima los estigmas de beligerancia y mejoran sus condiciones.
Todo en el contexto de un departamento sacudido por una violencia con orígenes históricos y un contexto racial con roles heredados. Los negros como trabajadores históricos de la caña, los indígenas como los dueños de tierras despojadas, y los blancos como los de los ingenios industrializados.
El objetivo en los próximos años es obtener avances irreversibles que cambien para siempre la relación entre quienes habitan la región y sirvan de antesala para discusiones más álgidas. También blindarse ante las nuevas expresiones del conflicto armado, que mantienen a la región bajo amenaza.
Alianza productiva
Todo comenzó a finales de la pandemia y tras los fogonazos del estallido social de 2021. Las manifestaciones sacudieron a los sectores industriales de la caña.
“Cuando sucedió el estallido empezamos a acercarnos a las comunidades. Surgió como una búsqueda de soluciones para las tensiones que se estaban presentando en relación con las invasiones”, dijo Claudia Calero, presidenta de Asocaña. Los 12 ingenios que conforman la asociación decidieron dar un paso al frente y buscaron espacio para colaborar con las comunidades.
“El primer paso lo dimos la comunidad y la industria. Formulamos una propuesta que luego se puso en contexto en la mesa de diálogo del norte del Cauca y a las dependencias de gobierno”, recordó Rosana Mejía, líder de la Asociación de Consejos Comunitarios del Norte del Cauca (Aconc).
En un principio, la mirada era suspicaz. Ingenios, campesinos, afros e indígenas han estado enemistados históricamente por la posesión y la vocación de la tierra. Sin embargo, el estallido volvió ineludible la conversación y la llegada de Petro equilibró las cargas. Por primera vez, las posturas del gobierno se acercaban más a las de las comunidades que a las de la industria.
“La relación que solían tener los gobiernos del pasado con estas regiones y sus actores eran más de fuerza, de atender paros, protestas, agresiones y problemas de convivencia”, le dijo la ministra de Agricultura, Jhenifer Mojica, a La Silla. “Esta es la primera vez en que asistimos en el marco de un proceso de acuerdo entre voces muy distintas. Ellos no van a renunciar a sus discusiones, pero tomaron la decisión de construir”, agregó.
“Hace dos años veíamos esto inmaduro, incierto, con pocas posibilidades. Pero a pesar de eso, empezamos a dejar a un lado las tensiones y dedicarnos a las coincidencias”, dijo Calero.
Los términos se concretaron en la mesa de diálogo del norte del Cauca. Allí tienen asiento organizaciones indígenas, campesinas, afro y representantes de los dueños y los trabajadores de los ingenios, así como autoridades locales y nacionales.
Los firmantes del 10 de mayo, además del Ministerio de Agricultura y Asocaña, son tres asociaciones del Norte del Cauca: la de Consejos Comunitarios, la de Usuarios Campesinos y la Federación Nacional Unitaria Agropecuaria. En su primera etapa se invertirán $13 mil millones este año, para beneficiar a 1.170 productores de panela, café y cacao.
Se busca crear empresas que asocien a los diferentes productores y optimicen sus procesos con los conocimientos de la industria de la caña, pero respetando la autonomía de las comunidades. Un ejercicio acorde con el modelo de economía popular que el gobierno busca impulsar.
“Nosotros le dijimos al ingenio: ustedes saben comercializar y crear empresa. Ayúdenos a crear empresas populares en las organizaciones para que los recursos que lleguen puedan calmar las necesidades”, dijo Edward Prado, líder de la Asociación de Usuarios Campesinos (Anuc) en el norte del Cauca. Los proyectos serán desarrollados por cuatro empresas de cacao artesanal, 20 fincas de café y 25 trapiches paneleros.
Hay otro tipo de ‘cacaos’ que se siguen uniendo a este tipo de iniciativas. Durante este año ya ha firmado convenios con empresarios como los Gilinski y los Sarmiento, para trabajar de la mano en regiones vulnerables como la Guajira y el Pacífico. También se han unido empresas como Pepsi y Alquería.
“Tenemos la orden del presidente de avanzar en alianzas publicoprivadas, donde busquemos asociar intereses entre grandes industrias, productores, campesinos y Estado para que la agricultura siga ocupando un espacio de crecimiento económico” dijo la ministra.
Una mesa firme en medio de muchas cojas
En Colombia hay mesas por todos lados. Los constantes conflictos sociales y la efervescencia de sus manifestaciones llevan a la instalación de diálogos de toda índole.
Generalmente, logran desbloquear vías y apaciguar ánimos, pero con frecuencia se quedan cojas con el paso del tiempo. Muestra de ello son las mesas de la paz total, estancadas por intransigencia de las partes, mal diseño o la falta de capacidad logística.
Sin embargo, en el departamento más convulso del país, hay una que se ve sólida: la Mesa de Diálogo del Norte del Cauca. En 2020, tras el incremento de las tensiones territoriales, se convocó un diálogo más amplio y surgió la mesa, que quedó instalada formalmente en noviembre pasado. Tiene el amparo de la vicepresidenta Francia Márquez, oriunda de la región.
Allí participan representantes afros, indígenas y campesinos, junto al gobierno nacional y el gremio de la caña. También las autoridades políticas y garantes internacionales. “Ha sido un espacio donde pudimos empezar a hablar. Lo aprovechamos para tratar de temas incómodos para unos y para otros, pero también de otros que nos benefician a todos”, dijo Calero.
El agitado contexto étnico y social del norte del Cauca se debe a la confluencia entre comunidades indígenas, comunidades afro y campesinos, además de grandes ingenios azucareros. Todos con miradas distintas sobre el territorio y la tierra.
“Comenzó en la segunda mitad del siglo XIX, con la liberación de los esclavos y la presencia de comunidades negras en los márgenes del río cauca”, dijo Darío Fajardo, ex viceministro de agricultura y antropólogo, estudioso del campo colombiano. “Después se implanta la industria de la caña a principios del siglo XX. Comienzan conflictos, que se agravan con la violencia de los años 40”.
Más recientemente, con la Constitución de 1991, se reconocieron los derechos territoriales de indígenas y afros, lo que empoderó los reclamos de las comunidades. A afros e indígenas se les sumaron organizaciones campesinas.
Sus exigencias chocaron con las fronteras de la caña, propiedad de los ingenios azucareros, lo que produjo conflictos que aún no se solucionan. De acuerdo con cifras de Asocaña, cerca de 5 mil hectáreas de sus asociados han sido invadidas en los últimos 10 años en el norte del Cauca.
Uno de los principales logros de la mesa de diálogo fue la creación de protocolos para atender ese tipo de situaciones, lo que se está viendo reflejado en una disminución. Entre enero y agosto de 2022 hubo 43 invasiones, pero desde entonces solo ha habido cuatro.
Los pendientes: ejecución y tierras
La semana pasada comenzó a aterrizar lo pactado. En la primera etapa se va a avanzar en el diagnóstico de los cultivos y las organizaciones, para formular planes de mejoramiento a largo plazo. Posteriormente, arrancará la industrialización de los procesos productivos.
Quienes todavía no están en la foto son las organizaciones indígenas. Sus diferencias con el sector de la caña son más profundas, por lo que los acuerdos pueden demorarse más. Sin embargo, hay acercamientos para que se vinculen al proyecto de producción de arroz y plantas medicinales.
En el tintero, queda una discusión menos dulce, pero que es la raíz de las diferencias: el tema de las tierras.
“Más que la tierra es lo que se haga con la tierra. Hay ejemplos en el mundo de áreas pequeñas con productividades inmensas y eso es lo que hemos trabajado”, dijo Calero. “Nosotros no podemos dar una solución sobre la tierra, pero sí podemos dar soluciones para hablar de desarrollo rural integral”.
Por su parte, el gobierno revisa alternativas para avanzar en la asignación de nuevas tierras productivas. “Se están buscando posibilidades de compra y acceso a tierras en la región, de manera voluntaria”, dijo la ministra.
Un reto mayúsculo es blindar la mesa y los acuerdos de la violencia que hay en la región. Los ataques recientes del Bloque Occidental del Estado Mayor Central han incrementado. Solo en la última semana realizaron atentados y hostigamientos en Morales, Cajibío y Miranda en Cauca, y Dagua y Jamundí en el sur del Valle.
“Los acuerdos son inestables porque hay grupos que no están interesados en que haya tranquilidad, sino en mantener condiciones en conflicto”, dijo Darío Fajardo, ex viceministro.
“Hay grupos armados que están en el territorio, pero si todos estamos unidos podemos mitigar esos golpes que puedan llegar por parte de esas organizaciones”, dijo el líder campesino Edward Prado.
Empresarios, gobierno y comunidades firmaron una alianza en la que todos ganan. Sus beneficios son prometedores y auguran una buena cosecha. Los próximos dos años serán cruciales para consolidar sus resultados y poder poner sobre la mesa un bodegón que alcance para todos.