Sergio Fajardo llega a la consulta del domingo como favorito para ganar en la Coalición Centro Esperanza. Aunque no es, de lejos, algo definitivo -a diferencia del Pacto Histórico, donde se sabe que va a ganar Petro-, Fajardo puntea la última encuesta Invamer (la más confiable según el semáforo de La Silla), sacándole más de 10 puntos a su rival más cercano, Juan Manuel Galán. Así ha sido desde hace más de seis meses. Todo esto en una campaña que no ha sido un escenario ideal para él.
Más que lo que ha hecho en esta campaña, su éxito en la coalición se debe a lo que no han hecho los otros. Fajardo llega a la consulta apalancado en la ventaja que su trayectoria y la inercia que traía de 2018 le dan sobre una coalición donde no hubo candidatos que pudieran hacerle competencia a su reconocimiento y recorrido.
Una campaña que no crece
En el último año, Sergio Fajardo ha tenido dos procesos judiciales encima, de la Contraloría y la Fiscalía -incluyendo una condena de la Contraloría en el caso Hidroituango. El plan A para su aval, con el partido Verde Oxígeno, se le desbarató y terminó avalado por la ASI, un partido pequeño, de poco reconocimiento, que incluso tiene alianzas con los partidos tradicionales que él critica. De nuevo, llega a las elecciones sin un partido propio, sin candidatos fuertes al Congreso, y con un su movimiento, Compromiso Ciudadano, bajo la sombrilla del partido de Ingrid Betancourt, quien pide no votar en la consulta de la coalición de centro en estas elecciones.
Además, Fajardo ha tenido que sortear la competencia más fuerte de todas las consultas, con disputas públicas y ataques, varios dirigidos a él por parte de Alejandro Gaviria.
Al principio pareció que en algunos aspectos Fajardo iba a ser diferente a quien era en 2018, con el mayor protagonismo que le dio en esta campaña a las redes sociales, un talante más asertivo en las discusiones públicas, y con la ruptura que tuvo en su discurso de confianza en las instituciones cuando se despachó contra el contralor Felipe Córdoba tras su condena en segunda instancia del caso Hidroituango. Pero en lo que concierne a su forma de hacer campaña y competir en política, se negó a moverse de la estrategia que usa desde hace 22 años, una consistencia que para dos fuentes de su campaña es parte del éxito que ha tenido en su carrera política.
Así, en medio de las adversidades que le ha traído el último año, Fajardo ha optado por hacer una campaña sencilla, de arranque lento, enfocada en la calle y el volanteo.
En las encuestas, como era de esperarse, Fajardo arrancó fuerte. Hace casi un año, abril de 2021, tenía un 34 por ciento de intención de voto en su coalición, y le sacaba 16 puntos al segundo, Juan Manuel Galán. Sin embargo, en los 10 meses siguientes, su intención de voto creció poco, y en cambio perdió ventaja frente a sus rivales.
En esta última etapa de la campaña, entre noviembre y febrero, cuando todos intensificaron sus esfuerzos, Fajardo bajó seis puntos mientras Carlos Amaya subió casi 10, Jorge Enrique Robledo, cinco, y Alejandro Gaviria, tres. El único otro que bajó fue Juan Manuel Galán, que sigue en segundo lugar y de todas maneras ha logrado recortar la ventaja que Fajardo le saca. Según una encuesta interna de la campaña de Galán, la diferencia se redujo a solo cuatro puntos.
“Fajardo no ha crecido, él está en sus números, pero sus números siguen siendo más altos”, señala Martín Orozco, presidente de Invamer. “Tiene una ventaja en el conocimiento, entre las personas que dicen que van a votar tiene un conocimiento de 76 por ciento, es el segundo después de Petro. La diferencia que logra sacar frente a Juan Manuel Galán está basada más en conocimiento que en imagen favorable”, agrega Orozco.
Efectivamente, la favorabilidad de Fajardo es prácticamente igual que la de Galán, mientras que la imagen desfavorable del primero supera la del segundo por más de 10 puntos. Pero mientras el porcentaje de votantes que conocen a Fajardo se ha mantenido cercano al 80 por ciento durante el último año, los que conocen a Juan Manuel Galán empezaron por debajo del 50 por ciento y en febrero 2022 alcanzaron un pico de 62. Al resto de sus rivales les va peor: Alejandro Gaviria está en 47, Robledo en 33 y Amaya en 13 por ciento.
En la campaña de Gaviria, quien se ha enfocado en ataques directos a Fajardo para diferenciarse de él, reconocen que la ventaja es grande. En sus cuentas, la única manera de ganarle, según reconoció un asesor que pidió no ser mencionado, es que la votación por la consulta de centro sea reducida, y los votos de estructura que trae Gaviria puedan contrarrestar el amplio reconocimiento de Fajardo.
Analistas y asesores tanto de la campaña de Fajardo como de otras campañas dentro de su coalición coinciden en que su estatus de favorito en esta elección se lo debe a que su trayectoria y reconocimiento de lejos superan los de sus competidores. Como le dijo a La Silla otro de los asesores dentro de la Centro Esperanza, “en un país de ciegos, el tuerto es rey”.
El tuerto entre ciegos
Sergio Fajardo tiene la hoja de vida más larga entre sus rivales. Además de haber sido alcalde de Medellín y gobernador de Antioquia, esta es su tercera campaña presidencial -y apenas la primera para el resto de sus rivales. El momentum de 22 años de una carrera política sumamente visible, que culminó en 2018 cuando estuvo a 200 mil votos de pasar a segunda vuelta, es el factor diferencial que podría llevarlo a una primera vuelta en 2022. Sus 22 años de experiencia en política son algo que el candidato enfatiza reiteradamente.
Entre sus contrincantes, Alejandro Gaviria nunca ha aspirado a un cargo de elección popular, Carlos Amaya solo ha hecho campaña en Boyacá, y aunque la trayectoria de Galán y Robledo en el Senado sugiere un reconocimiento a nivel nacional, lo cierto es que la mayoría de los colombianos no conoce a sus senadores. Incluso Robledo, que ha sido de los senadores más votados y ha sido elegido como mejor senador en varios periodos, arrancó esta campaña con un reconocimiento que apenas superaba 30 por ciento. Y en más de seis meses de campaña, ninguno logró sobreponerse a esta asimetría con Fajardo.
“La diferencia entre Fajardo y Galán se llama historia en la política, la base de alguien que ha hecho ya tres campañas presidenciales es mucho más fuerte, los otros apenas están construyendo su base”, dice un asesor de campaña en la coalición que pidió reserva de su nombre para hablar con libertad.
“Fajardo no empezó la campaña hace unos meses, lleva 20 años trazando un camino. Entonces él viene construyendo sobre esa confianza que lleva adelantada con el pueblo colombiano”, dice Alejandro Eder, quien ha acompañado su campaña en Cali.
En las dos décadas de carrera política, Fajardo no solo se ha vuelto una figura conocida para los colombianos, también se ha consolidado como una de las figuras representativas del centro político. Mientras Gaviria y Galán apenas se están abriendo espacio en el centro, “Fajardo tiene un posicionamiento indudable como líder en ese sector”, como señala el analista político Andrés Mejía Vergnaud.
“La gente reconoce que él realmente encarna ese tema del centro”, coincide Catalina Ortiz, actual representante a la Cámara por el Partido Verde y jefe de debate de Fajardo. “La gran arma secreta de Fajardo es la consistencia de años de hacer las cosas de la misma manera”.
Tanto para Andrés Mejía como para un asesor de Fajardo que prefirió no ser nombrado, el exgobernador de Antioquia se ha mantenido a flote en esta campaña apoyado en un capital político preexistente. Un capital que, de todas maneras, no ha parado de caer desde 2018. Y, como señala Mejía, una porción de quienes apoyaban el centro político hace cuatro años ha migrado hacia la izquierda.
Fajardo, como anota un consultor, se está gastando sus ahorros. Y aunque llega como favorito para ganar en el centro las elecciones de marzo, sin hacer nada muy distinto a 2018, puede encontrar la cuenta vacía si pasa a encarar la primera vuelta.
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