Esta colección de imágenes pudieran leerse en un periódico hoy o estar pegadas en un poste de la calle por el tipo de emociones que movilizan. Son del siglo XIX y del siglo XX. Muestran que algunos fenómenos van y vuelven en época electoral. Hacen parte de al menos 180 piezas que están exhibidas ahora en el Museo y Archivo Histórico Lux Non Occidat (La luz no se extingue) de la Universidad Externado.
Su director y curador es Juan Camilo Rodríguez, economista e historiador y profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas. Gran parte del material hace parte de la colección de su padre Horacio Rodríguez Plata. Natalia León, egresada de historia de la universidad, es la coordinadora del Archivo Histórico.
El voto basado en el miedo
Apelar al castrochavismo; a una eventual injerencia de Putin en Colombia; a los desórdenes del paro o a un país presa del terrorismo no es nuevo.
En las elecciones al Congreso para el período 1951 a 1955, se repartieron en las calles unos sobres en llamas, las del 9 de abril de 1948. Recordaban el Bogotazo como se llamaron los disturbios ocurridos tras el magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán.
¿Qué había dentro del sobre? Los llamados a preservar el orden: un listado de candidatos por el Partido Conservador.
La incertidumbre del cambio de régimen
Estas elecciones presidenciales han girado alrededor de la figura de Gustavo Petro y, concretamente, de la zozobra que genera la posibilidad de un cambio total del statu quo, de una revolución.
En 1885, tras la Batalla de la Humareda, de la que salieron victoriosos los conservadores, se dio en Colombia un cambio total de régimen. Se pasó de lo que se conoció como Radicalismo Liberal que empezó en 1850 y tuvo su momento culmen con la Constitución de 1863, al período de la Regeneración con la Constitución de 1886 impulsada por el presidente Rafael Núñez. Él reunió a las fuerzas reaccionarias a través del lema: “regeneración administrativa fundamental o desastre”.
Mientras la constitución del 63 invocó la voz del pueblo, restringió la intervención del Estado y descentralizó el país, la del 86 lo encomendó a Dios.
Cada grupo, los liberales a los conservadores y viceversa, veían a los otros y a su visión de país como la muerte, y así lo retrataron con su propio escudo.
El Radicalismo fue representado con una calavera (arriba). En sus ojos y nariz están las fotos, según Juan Camilo Rodríguez, de algunos líderes de la guerra de 1885: Candelario Gaitán (Ojo izq.), Joaquín Camargo (Ojo der.) y Pedro Prestán. Les acusan de comunistas (Viva la Comuna). Los dientes de la calavera son periódicos del radicalismo.
Tras el cambio de régimen con la Regeneración y la Constitución de 1886, este escudo (arriba) da cuenta de lo que los liberales consideraron que se perdió. Narra Juan Camilo Rodríguez que: en la hoja del periódico se lee arriba 1790 (en realidad era 1890), “Virreinato de la Nueva Granada”, con lo que significan un retroceso de 100 años.
Las 9 calaveras de la parte superior representan los 9 Estados que conformaban los Estados Unidos de Colombia y que con la Regeneración se volvieron departamentos y perdieron su autonomía.
El cóndor es más bien un gallinazo (que simboliza la muerte). Debajo de él, el lema: “ni libertad, ni orden”. Más abajo, en lugar de riquezas, una calavera. En cambio del Gorro Frigio (que simboliza libertad), un bonete clerical. Y en el istmo de Panamá se ve a Estados Unidos como una víbora que lo está engullendo (una premonición de lo que pasaría tras la Guerra de Los Mil Días). De las astas de las banderas cuelgan escapularios que representan que al Estado se lo tomó la Iglesia.
La calumnia al contradictor
En esta campaña varios han estado en el ojo del huracán: A Álex Char, precandidato a la presidencia le sacaron su romance y alianza electoral con Aída Merlano condenada por compra de votos. A Piedad Córdoba, una de las primeras de la lista del Pacto Histórico al Senado, la denunciaron, entre otros, por demorar la liberación de los secuestrados, y así.
A José María Obando, ex presidente de Colombia entre 1853 y 1854, le echaron un muerto encima: el general Antonio José de Sucre. “El uso de la calumnia como estrategia política fue una constante para desacreditar a una persona”, dice Juan Camilo Rodríguez.
En esta caricatura política, una de las primeras hechas en Colombia en 1834, se ve a Obando de perfil. Está en Berruecos, un lugar cerca a Pasto. De su boca sale la frase: “el que mire que se vaya”, como quién dice: “que no haya testigos”, comenta Rodríguez. Según él, luego se dijo que el asesinato del general fue producto de una conspiración en la que estuvo involucrado el presidente de Ecuador de ese entonces. El crimen aún no ha sido resuelto.
La participación política de las mujeres
Las mujeres todavía están lejos de la paridad en el Congreso, empezando porque se postulan menos del 40 por ciento. Pero la discusión en estas elecciones ha girado en torno a qué partidos o coaliciones se fueron por listas cerradas y cremalleras para garantizar su participación, y las conformaron democráticamente. El Pacto Histórico se rajó en lo segundo, mientras el Nuevo Liberalismo tiró línea encabezando la lista al Senado con una mujer afro.
Ofelia Uribe de Acosta, una de las precursoras del voto igualitario para las mujeres (1954), hacía campaña por Santander a la Cámara de Representantes en los años 62 con este panfleto en el que aunque hoy parezca obvio tenía plena conciencia del poder de las mujeres y de la influencia que debían tener: “Mujeres! ustedes son la mayoría de la población votante!”.
El debate de si el Ejército vota
Cada cierto tiempo revive el debate de si la Fuerza Pública debería participar en política o mantenerse al margen para no arriesgar su independencia.
En este telegrama escrito en clave (números) y luego desencriptado, el gobernador de Bucaramanga habla de soldados que se han descuartelado para que les den cédula y así puedan votar en las elecciones legislativas de 1935.
La xenofobia y el racismo
En elecciones, el país de origen del contrincante o su pertenencia a una etnia muchas veces son usados para estigmatizarlo. En esta campaña presidencial el tema racial ha sido protagonista —de forma positiva—, con las candidaturas de dos personas afros: Francia Márquez y Gilberto Murillo, y de una mujer indígena: Arelis Uriana. La bandera en contra de los migrantes venezolanos no ha sido tampoco un caballito de batalla.
Aunque ninguno tiene un chance de llegar a la presidencia y por lo mismo no representan una amenaza real para las personas racistas. Sino quizá otra sería el cantar. En todo caso sigue siendo noticia la diversidad.
En 1946, Gabriel Turbay Abundaner, candidato a la presidencia por el Partido Liberal, en cambio, fue atacado principalmente por sus raíces y no pudo llegar al poder. Afrontó una campaña xenófoba que se oponía a su origen turco. Su mamá era libanesa. Las elecciones las ganó Mariano Ospina Pérez (1946-1950). Turbay quedó de segundo. Y Gaitán de tercero.
El país en ruinas que recibe un nuevo presidente
En esta campaña nadie quiere con el presidente Iván Duque. Tanto la coalición Centro Esperanza como el Pacto Histórico se han identificado en oposición a su gobierno y al continuismo del uribismo. Y aún los candidatos más cercanos a suceder sus banderas como Oscar Iván Zuluaga y Federico Gutiérrez han tomado distancia: hablan de aciertos, pero también de varias cosas que tienen que cambiar.
Esta caricatura muestra la llegada de Francisco Javier Zaldúa y Racines (conservador) a la presidencia en 1882, luego del primer periodo de Rafael Núñez (ya conservador —antes fue liberal—). Satiriza con haber recibido un país quebrado y por eso se lee “esta temperatura me hiela”, haciendo referencia al frío tesoro nacional. Y gradúa a Núñez de todos los descalificativos habidos y por haber.
Zaldúa fue algo de aire fresco para los liberales —en el período previo a la Regeneración— porque era “un viejito conciliador” según el historiador Juan Camilo Rodríguez.
El verdadero ideario liberal
Alejandro Gaviria, Juan Manuel Galán, Gustavo Petro, precandidatos a la presidencia, se han disputado la bandera de las ideas liberales. Gaviria y Petro han justificado con ello sus alianzas con algunos representantes del Partido Liberal.
Ezequiel Rojas, en 1848, antes de la fundación del Partido Liberal, justifica su voto por José Hilario López (presidente de Colombia de 1849 a 1853) con el manifiesto de lo que debía ser ese partido.
Muchas opciones, un solo voto
Nunca había habido tantos candidatos a la presidencia. Ni que hablar de los cientos de candidatos, partidos y movimientos políticos, así como, grupos de ciudadanos inscritos al Congreso. Los electores recibirán múltiples tarjetones que tendrán que marcar con una X este 13 de marzo.
La pedagogía electoral antes parecía más sencilla. Este fue el tipo de votos que repartieron en las calles en diferentes elecciones presidenciales (en el caso de las imágenes arriba: entre 1942 y 1970) con el nombre del candidato que debían elegir. Los votos se metían en la urna con la huella en tinta indeleble.
El de Gustavo Rojas Pinilla era un certificado de adhesión a una eventual campaña presidencial suya en el 58. Data de 1957 cuando ya se avecinaba el final de su dictadura.
Ñapa: la conservación de los documentos en un museo
Conservar documentos tan antiguos no es mamey. Requieren un tratamiento especial que arranca por la desinfección. “Como a todos los materiales orgánicos que están en contacto con la humedad les dan hongos”, dice Juan Sebastián Valencia, profesor de la Facultad de Estudios del Patrimonio de la Universidad Externado.
El Museo y Archivo histórico de la universidad ha sido una oportunidad, según Juan Camillo Rodríguez, para rescatar y exhibir piezas valiosas de la historia del país y de su sistema educativo que están ligadas a la historia de la universidad misma.