Los jóvenes han sido protagonistas de los paros masivos que hubo en Colombia en 2019 y en 2021 y también lo han sido del aumento de los intentos de suicidio. En los últimos dos meses en Viva, uno de los centros comerciales más concurridos de Barranquilla, se suicidaron dos jóvenes. El centro comercial decidió poner redes y vallas en los últimos pisos para impedir que vuelva a suceder. En Gran Estación, en Bogotá, un joven también se suicidó a finales de marzo. Todos tenían entre 16 y 26 años.
Luego de varios casos de personas que se lanzaron al vacío y acabaron con sus vidas.
El centro comercial Viva Barranquilla, cerró con mallas de protección las barandas y espacios, para evitar que se vuelvan a registrar en este tipo de situaciones.#NoticiasBQ???????????? pic.twitter.com/NcEWTNb95A— Noticias BQ (@NoticiasBQ) April 6, 2022
No son casos aislados. Según Medicina Legal, en el año 2021, se registró el número de suicidios más alto de los últimos diez años, con 2.350 víctimas. Y eso que muchos no logran consumarse: la cantidad de intentos de suicidio, de acuerdo a la OMS, es 20 veces mayor que la de suicidios en el mundo. Según cifras del Sispro (Sistema Integrado de Información de la Protección Social que lleva el MinSalud) desde el 2016 la tasa de intentos de suicidio en todo el país se disparó y está concentrada en los jóvenes entre los 15 y los 19 años. En 2019 (última disponible) fue de 198 por cada 100.000 habitantes, seguida por 129 para quienes están entre los 20 y los 24 años.
Una investigación de Sandra Cañón Buitrago muestra que los suicidios y la participación de los jóvenes en los paros no son fenómenos independientes, ambos son formas de protesta. Ella es coordinadora de las áreas de Ciencias Sociales e Investigación Formativa, y líder del grupo de investigación médica del programa de Medicina de la Universidad de Manizales. Lleva más de 10 años trabajando sobre suicidio. Ese trabajo la llevó a ser Consejera Departamental de Salud Mental de Caldas desde el año 2018.
Su estudio se basó en Chinchiná, uno de los municipios con las cifras más altas de intento de suicidio de jóvenes en Caldas: 380 por cada 100 mil habitantes en 2019.
Trabajó con tres jóvenes sobrevivientes, a quiénes se les cambió el nombre en la investigación, y que no tenían diagnosticada ninguna enfermedad mental. Quería alejarse de la aproximación epidemiológica del fenómeno: “no todo el que se suicida tiene depresión o ansiedad”, dice. Su metodología fue cualitativa y abarcó el lenguaje escrito, verbal, no verbal y visual, y los relatos autobiográficos de los jóvenes entrevistados: “nos comprendemos como relato y nos ofrecemos como relato, y esa comprensión es una forma de vivir la vida”. A partir de ese trabajo publicó el libro: “Intento de suicidio, cuerpo y micropolítica”.
Aunque Cañón insiste en que cada intento de suicidio o sucidio es particular porque hay que tener en cuenta las circunstancias específicas de vida de cada persona, hay unas condiciones estructurales que arrojan luces sobre los patrones que tiene esta problemática social. La Silla Académica presenta cinco de ellos:
1. El suicidio como protesta contra el deseo incesante del capitalismo.
Es simplista la mirada que ha tratado los intentos de suicidio únicamente como consecuencia de trastornos mentales, de depresión, por ejemplo, como si estos no fueran también reflejo de los problemas sociales. Este es el punto de partida de la investigación de Cañón.
“Esto deja por fuera el hecho de que es la articulación de múltiples aspectos de sus vidas los que llevan a los jóvenes a tomar esa decisión. La articulación de sus relaciones de pareja, amigos, familia, actividad sexual, orientación sexual. Su trabajo, estudio, el barrio. Las dimensiones económicas, morales, religiosas, estéticas”, dice Cañón.
En ese sentido las personas no están separadas del modelo económico que determina sus posibilidades de vida. Y, concretamente, del capitalismo, que como sistema imperante “se comporta como una máquina que nos impone qué desear, qué ser y hasta qué soñar”, anota la investigadora.
Cañón sostiene que actualmente hay una crisis de la economía y una “crisis de la economía del deseo que hace que apenas consigamos cierto modo de vivir, este se vuelva obsoleto… El capitalismo fabrica la relación del hombre con el mundo y consigo mismo”, citando al filósofo y psicoanalista francés Felix Guattari y a la psicoanalista brasileña Suely Rolnik.
La lógica del capitalismo hace que cada vez que se satisface un deseo: comprar el último teléfono, cambiar de carro, casarse, terminar un pregrado, y un largo etcétera, inmediatamente hay que empezar a satisfacer otro. De lo contrario estamos condenados al vacío existencial. Esto se traduce en una incesante búsqueda de sentido de vida que resulta desgastante y agotadora.
En ese sentido una de las reflexiones de Cañón es que el intento de suicidio es una forma de protesta contra el capitalismo. “El suicidio o el intento de suicidio —dice — aparece para los jóvenes como la única forma que tienen de liberarse de todos los poderes dominantes que se ejercen sobre ellos”.
2. Lo nocivo del capitalismo hace mella en los centennials
Los centennials son la generación de personas nacidas a partir del año 2000 que hoy tienen 22 años o menos y cuya relación consigo mismos y con el mundo que los rodea ha estado totalmente mediada por internet y los dispositivos móviles, pues nacieron con ellos. El uso permanente de las redes sociales hace que todo el tiempo se estén comparando con la vida de los demás, asistiendo a la frustración que eso les produce y enfrentándose a estándares muy altos de belleza y “éxito”.
En ese sentido la crisis de la economía del deseo que ha producido el capitalismo se ensaña contra ellos que, según Cañón, muchas veces carecen de una postura crítica frente a lo que observan como deseable. Y se sienten impotentes ante la imposibilidad de transformar su realidad. “El capitalismo aliena”, dice Cañón.
Lo anterior coincide con que las tasas más altas de suicidios y de intentos de suicidio son las de los jóvenes entre los 15 y 19 años. En 2019 (último año disponible) 8.213 se intentaron suicidar (más de una tercera parte del total), 214 lo hicieron efectivamente.
Desde 2016 hasta 2019, además, cuando los primeros centennials estaban entre los 16 y los 19 años, las cifras pasaron de una tasa de 4,12 por cada 100 mil habitantes en el 2015, a una del 58,84 en 2019, lo que implica un aumento de 14 veces.
Para jóvenes entre 15 y 19 años el aumento es todavía más drástico a partir de 2016 cuando pasó de una tasa de 15 por cada 100 mil habitantes en 2015 a una tasa de 114,45 en 2016. La tendencia se ha mantenido constante.
3. El suicidio como una protesta contra la desigualdad
Según el DANE, poco más del 27 por ciento de la población entre 15 y 28 años no estudia ni trabaja, y de ellos cerca del 70 por ciento son mujeres. Es la generación de los NINI que protagonizó el paro del 2021.
Coincide con que cerca del 70 por ciento de la población colombiana vive hoy en ciudades, pero para los jóvenes eso no se ha traducido en mejores oportunidades de acceso a trabajo y a educación.
Cañón argumenta, basándose en la OMS, que el suicidio es un fenómeno multideterminado y tiene que ser intervenido desde lo multisectorial y lo multifactorial. No se puede dejar de lado lo político, los índices de pobreza, de movilidad social o las oportunidades para los jóvenes en todo sentido, ni tampoco la violencia.
“Cuando se analiza el fenómeno del intento de suicidio desde lo epidemiológico se tiende a ir al síntoma, se diagnostica un trastorno, se da algún medicamento y psicoterapia a la persona —o se ponen como en el Centro Comercial Viva de Barranquilla vallas en los pisos altos—, pero no se interviene en las determinantes sociales. Si esto se hiciera es muy seguro que los índices tenderían a disminuir”, dice Cañón.
En los tres casos de jóvenes que analizó la investigadora, había rechazo, violencia intrafamiliar, abuso sexual, abandono, falta de afecto e interés de sus padres, y también alusión a la pobreza en la que vivían, e incluso al mal desempeño de los gobernantes.
“Para los jóvenes, sentir que el mundo al que llegan los estaba esperando, ayuda a abrir sus posibilidades, sobre todo el ser esperados por sus padres y en especial por sus madres que desde el cuidado —dada la distribución tradicional de los roles de género— les ayudan a construir una relación sólida con el mundo”, anota Cañón.
“Hubo tiempos en que pasábamos hambre; salíamos por ahí a las calles a ganar así fuera doscientos, trescientos pesos. Nos tocaba pedir de casa en casa, no teníamos ni para pagar servicios y hubo un tiempo en que vivíamos en la oscuridad, no teníamos ni gas, ni agua. (…) No me gustaba que nos tuvieran lástima. En este mundo hay mucha indiferencia. Los pensamientos e intenciones de muerte eran para resistirme a la indiferencia”, cuenta Sebastián, un joven de 17 años que intentó suicidarse y que hizo parte de la investigación de Cañón. No creció con su padre y su madre fue asesinada por cobradores gota a gota en 2017.
Cañón cuenta que él hablaba mucho de la indiferencia, sentía que no cabía en este mundo. “Es algo recurrente en los jóvenes que pueden sentir que no caben en lo educativo, en lo laboral o en ningún lado”, dice.
“Mi protesta era contra los problemas en la casa, mi mamá en la cárcel, también problemas con mi abuelita, porque a cada momentico echándome todo en cara (…) También, la protesta era en contra de lo que les han hecho a muchas niñas, un abuso
sexual. Eso es lo único, haciéndome daño era la manera”, cuenta Merlina, una joven de 15 años que también participó en la investigación de Cañón
En su dibujo sobre cómo se ve así misma y a su realidad, Merlina incluyó al presidente Iván Duque: “Puse a ese feo “caremarrano” porque él está vendiendo al país; él es supuestamente el Presidente y en vez de arreglarlo lo está llevando a la perdición. No lucha por acabar con las drogas (…) Eso los lleva a la muerte”.
4. El cuerpo: el único lugar donde gobiernan los jóvenes
El cuerpo es el único campo en el que los jóvenes se sienten autónomos, según Cañón.
“Las autoagresiones son la forma en que los jóvenes rechazan, protestan y manifiestan el poder sobre sí mismos. Es una especie de emergencia de su singularidad, como los tatuajes, los piercings o las cirugías estéticas son una reapropiación del cuerpo o del poder que los jóvenes suponen tener sobre sí mismos”, dice la investigadora.
Cañón cuenta que los jóvenes no solamente quieren cambiar su vida, sino que quieren cambiar la vida de otros, de un colectivo, de un cuerpo social. “Los intentos de suicidio de los jóvenes son una forma de construir el cuerpo como escenario de resistencia micropolítica”, dice. En palabras del filósofo francés Michel Foucault: “el intento de suicidio es una resistencia realizada a través de un acto de poder que se ejerce sobre el propio cuerpo”.
El centro de la micropolítica —según la investigadora— no es el partido político, el presidente o el Senado, el centro son las personas mismas. Está en todo lo que tiene que ver con la vida cotidiana, la vida amorosa, profesional, académica, etc. Y en la interacción desde ahí con las condiciones estructurales de la vida, con la realidad política y económica.
Los jóvenes están agrediendo su cuerpo de manera singular, pero agreden algo más grande, explica.
Sebastián —uno de los jóvenes que hizo parte de la investigación — se sentía sin el apoyo de su familia y sin nadie con quién contar o hablar de las situaciones que le sucedían. Según Cañón, con la autoagresión buscaba resistirse al maltrato, la exclusión y la indiferencia de la familia y de la sociedad.
“Me gustaba buscar yo mismo la solución a la propia necesidad, pero sentía que las cosas no cambiaban (…) Me golpeaba, me cortaba, era como para querer desgarrar los tendones, querer desangrarme, tratar de perder el conocimiento dándome golpes o muchas veces me hacía en las calles para ver si pasaba un carro para que me cogiera (…), dice Sebastían.
“Cada vez que a mí me daba ira, yo me cortaba y me daba contra las paredes. Yo encontré la solución en mi cuerpo, trasladé las emociones hacia mi cuerpo”, explicaba Chara (otra de las jóvenes investigadas).
“Quiero encontrar una manera de protestar de otra forma, que no sea dañándome el cuerpo o haciéndome daño físicamente”, agrega Merlina en su relato.
Uno de los hallazgos de Cañón es que los jóvenes no quieren tanto dejar de existir sino dejar de sentir el sufrimiento que experimentan.
5. El reto es crear otras formas de protestar
Los jóvenes, según Cañón, encuentran en el dolor físico y en las autolesiones una forma de exteriorizar sus luchas internas. En la muerte ellos veían el escape perfecto al sufrimiento, la forma de apagar la conciencia, de detener el pensamiento.
“Esa es una micropolítica reactiva que los empuja a la autodestrucción”, dice Cañón. Pero en contraposición a eso en el proceso de su investigación encontró que los jóvenes, a través de la narración de sus vidas, lograron reinterpretar sus situaciones y las razones que los hacían sufrir.
“En esencia, el que atenta contra su cuerpo y contra su vida está pidiendo a gritos que lo escuchen”, anota la investigadora.
Rolnik, la psicoanalista brasilera en que Cañón apoya su trabajo, explica que en guaraní garganta significa “nido de palabras” y palabras significa “alma”: “la enfermedad viene cuando la palabra pierde el alma o cuando el alma no tiene palabras”, agrega Cañón.
“Las palabras no dichas generan malestar y producen un nudo en la garganta, eso se ve en el cuerpo narrado de Chara —que participó en la investigación—, ella siente que tiene algo atorado en la garganta que no puede decirle a nadie, especialmente a su mamá”, cuenta Cañón.
“Con lo que le ha pasado a uno, uno no se puede quedar con eso guardado, uno debe dialogar con las personas. El dolor sale hablando con personas con las que uno realmente confíe (…) hablando y recordando todo, así poco a poco uno empieza a olvidar o a no recordar con dolor”, dice Merlina, una de las jóvenes investigadas.
Cañón cree que el trabajo que hay que hacer con los jóvenes es el de ayudarles a encontrar otros territorios para actuar, para resistirse, que no sea su propio cuerpo.
“En Chinchiná, al igual que en muchas regiones del país, pareciera que las oportunidades son bastante reducidas, en el ámbito cultural o artístico no hay demasiado futuro. Cuando un joven encuentra que su talento puede ser la música o el arte y que a través de ello puede crear otro mundo distinto, ellos encuentran caminos diferentes y sus formas de actuar cambian, pueden crear nuevos sentidos que no estén atados ni dependan del capitalismo”, dice Cañón.
Ella enfatiza en que la responsabilidad no solo recae en los profesionales de la salud: psicólogos, psiquiatras, que no deberían ser los únicos en trabajar esos asuntos, sino que es una responsabilidad de todos los que vivimos en sociedad ser empáticos.
Para citar:
- Cañón, S. (2022). Intento de suicidio,cuerpo y micropolítica. Universidad de Manizales.
- Guattari, F. (1989). El capitalismo mundial integrado y la revolución molecular. Archipiélago. Cuadernos de Crítica de la Cultura, 1, 84-92.
- Guattari, F., & Rolnik, S. (2006). Micropolítica. Cartografías del deseo. Traficante de Sueños.
- Heidegger, M. (2012). Ser y tiempo. Trotta
- Rolnik, S. (2019). Esferas de la insurrección: apuntes para descolonizar el inconsciente. Tinta limón.
- Rolnik, S. (2018). ¿Cómo hacernos un cuerpo?/ Entrevistada por Marie Bardet.