Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
“Colombia depende de Canadá para poder producir pan y Chile para tener lentejas. Sudamérica, una de las regiones que más alimentos exporta, tiene 34 millones de personas que no pueden hacer (sic) tres comidas al día”. Así comienza un artículo reciente del diario El País sobre las causas de la falta de soberanía y seguridad alimentaria en esta parte del mundo.
He analizado los temas de soberanía y seguridad alimentaria durante casi una década. Es un tema que me apasiona porque muestra, en mi perspectiva, lo avanzada o atrasada que está una sociedad en el contexto de un planeta que produce comida suficiente para alimentar a todos y cada uno de los humanos, como no sucedió nunca antes es la historia de la civilización, con la paradoja de contar también con 719 millones de personas que padecen hambre.
Reconozco que los números que implican estos análisis son difíciles de digerir porque nunca tienen nombre ni rostro. Son una cifra más, quizá por eso pasan desapercibidos o se naturalizan como otra historia más de un diario sensacionalista.
A continuación, quiero exponer a los lectores un balance general de los avances y retroceso de las cifras del hambre en Colombia en los últimos 33 años. Al hacer un seguimiento a estos datos en el país es fácil concluir que desde 1990 a la fecha ha aumentado en más de 15 millones el número de personas que padecen hambre.
Pese a la llegada al gobierno del “cambio”, al menos dos millones de personas adicionales cayeron en esta condición durante el último año, sin contar con que antes ya se había llegado a niveles de 19 millones de personas, como lo reseño en octubre el Banco de Alimentos. En este caso, pasamos de 15 millones en 2022 a 17,8 millones actuales, equivalentes al 33% de la población, una verdadera tragedia humanitaria.
Grafica 1: Número de personas subalimentadas en el país entre 1990 y 2023
Durante la época electoral, el entonces candidato Gustavo Petro dijo en varias entrevistas que entre sus primeras acciones como primer mandatario estarían algunos decretos y medidas concretas contra el hambre:
En una conversación con el periodista Daniel Coronell en el programa “Los Danieles” de la cadena radial W Radio, el 2 de abril de 2022, este le preguntó al hoy Presidente de la República:
Coronell: “si usted gana las elecciones, ¿cuál sería su primera medida como presidente?”
Gustavo Petro: “la primera medida que yo tomaría como presidente es firmar decretos para acabar el hambre”.
Coronell: “¿qué tipo de decretos?”
Petro: “decretos para aumentar la producción de alimentos, para garantizar el acceso a la comida a los más necesitados y para combatir la especulación de precios”.
Algo similar le dijo al humorista Alejandro Riaño en su Programa “Juanpis Live Show” el 30 de marzo de 2022. Ante la pregunta: “¿qué va a ser lo primero cuando usted pise esa Casa de Nariño?”, Petro respondió: “firmo un decreto para acabar el hambre en Colombia que no se acaba por decreto si no con unas medidas muy especiales”.
Ninguna de esas medidas se ha cumplido. Han pasado más de 15 meses desde su llegada al poder y siguen muriendo niños de hambre, en especial Wayuus. Van más de 237 niños muertos por desnutrición en lo que va de este año. En este sentido, el mismo presidente ha admitido que este tema representa el primer fracaso de su gobierno.
El panorama no es alentador. En términos de inflación en alimentos, Colombia es sexta en el mundo, alcanzó un 12,4 por ciento durante el último año. Si a esto le sumamos los impuestos “saludables” en alimentos de consumo básico, sobre todo entre la población de menores ingresos, para productos como las galletas, el salchichón, las salchichas, la mortadela, el jamón, el arequipe y el bocadillo, como resultado de la reforma tributaria, vemos que seguirán alejándose del alcance de los más pobres.
Las causas del hambre son múltiples: Pérdidas de cosechas, desperdicio de alimentos, insuficiencia de los programas públicos de atención y de forma principal la pobreza monetaria.
Existe una correlación natural entre la pobreza y el hambre como su primer síntoma. En una columna anterior expuse seis medidas en las que concuerdan los expertos y entidades que se encargan de estudiar este tema.
A estas agregaría una que oí del consultor Santiago Flórez, que en el foro Colombia Rural 2023 de la Revista Semana propuso sustituir la totalidad de cereales que en la actualidad importamos.
Esto supondría la reducción los precios de las carnes y huevos, pues la soya y el maíz son importados principalmente para consumo animal, también implicaría producir y vender más de 2.000 millones de dólares anuales que en la actualidad cuestan esas importaciones, con todos los efectos colaterales positivos para el empleo y la economía que esto traería. ¿Qué hace Colombia importando 5,6 millones de toneladas de maíz que se pueden producir aquí?
Me temo, sin embargo, que con los actuales TLC estos cambios no son posibles. Gustavo Petro también propuso en campaña renegociar los TLC y esto no ha sucedido: otra más en la ya larga lista de promesas incumplidas. Con hambre no hay potencia mundial de la vida que valga.