“Los recursos públicos son sagrados”, se lee al final de la carta con la que Claudia López, exalcaldesa de Bogotá, y quien se perfila como candidata fuerte para las elecciones presidenciales del 2026, oficializa su salida del partido Alianza Verde.
Su decisión le permite marcar distancia frente al escándalo de la Ungrd, cuyas repercusiones aún no están claras; alejarse sin incurrir en altos costos de un partido que ha sido capturado por el petrismo; y asegurar su bandera anticorrupción con miras al 2026.
El escándalo de corrupción de la Unidad de Gestión del Riesgo (Ungrd) de Gustavo Petro salpica a dos funcionarios de la Alianza Verde: la exconsejera para las regiones, Sandra Ortiz, y el presidente del Senado, Iván Name, quienes fueron señalados de recoger y recibir recursos que estaban destinados para llevar agua a los guajiros más pobres y que se desviaron para presuntamente asegurar el paso de las reformas del gobierno en el Congreso.
Y no sólo eso. Según la revista Semana, a cambio de beneficios judiciales, Olmedo López, el ex director de la Ungrd, acusará a la cabeza de la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI) y hombre fuerte del Verde Carlos Ramón González, de ser el alto funcionario que “dio la orden” de sobornar a los congresistas mientras ejercía como Secretario General de la Presidencia y manejaba el “computador” de Palacio.
La presunta participación de tres figuras verdes importantes en el esquema de corrupción le pega especialmente duro al partido político que ha esgrimido la lucha contra la corrupción como una de sus grandes banderas. Tanto que Antanas Mockus, la figura más simbólica del partido, anunció su salida de la colectividad ayer en una carta horas antes de la de López.
Las dos caras del Verde
La Alianza Verde ha sido siempre un partido de dos caras: ha sido a la vez un partido clientelista y un partido anticorrupción y un partido de centro y un bastión del petrismo. Ambos lados se han reforzado y beneficiado mutuamente. Hasta ahora.
Esta dualidad se remonta a 2009, cuando nació el partido. Ese año, los exalcaldes Antanas Mockus, Enrique Peñalosa y Lucho Garzón se unieron al partido Verde Opción Centro y crearon el Partido Verde. Mockus y Peñalosa acababan de sufrir una estruendosa derrota en las últimas elecciones al Congreso y se habían convencido de que necesitaban un partido.
Aunque su idea era construir una ‘red de confianza electoral’, en la que participaran personas que contaran con la confianza de la gente en los municipios, optaron por el camino más fácil de aliarse con el movimiento creado en 2005 por dos ex militantes del M-19.
Fue un matrimonio por conveniencia: Opción Centro era un partido desconocido al que se le podía poner cualquier cara sin problema, y les ofrecía de entrada a los exalcaldes una infraestructura política regional. A cambio, Mockus, Lucho y Peñalosa le daban al partido brillo y relevancia nacional.
Pero el partido Verde Opción Centro tenía un lado oscuro: sus fundadores, los ex militantes del M-19 Héctor Elías Pineda y Carlos Ramón González (ahora director del DNI y salpicado en el escándalo) lo habían creado con la bendición y la plata del ex senador de Santander Luis Alberto, “el Tuerto” Gil, condenado y preso por parapolítica en ese momento; la ruptura de Opción Centro con Convergencia Ciudadana, el partido alcantarilla de Gil, nunca fue total.
Cuando de esta unión surgió el partido Verde, los asuntos administrativos de los verdes quedaron en cabeza de González, quien no solo siguió manejando los avales sino que se convirtió en el gran prestamista del partido, como contó La Silla en esta investigación. Hasta hace muy poco, las caras conocidas del Partido Verde eran Mockus, Navarro, Claudia López, Juanita Goebertus, Peñalosa o Fajardo. Pero González manejaba el poder que dan los avales y la plata, y ni Claudia ni Mockus ni los otros lo impidieron.
De hecho, convivieron en medio del pragmatismo político y la conveniencia de votos. Claudia López pasó de señalar a Iván Name de “corrupto y enmermalado” del gobierno Duque a recibirlo con los brazos abiertos en su campaña a la Alcaldía de Bogotá en 2019, como lo contó La Silla en esta historia.
En 2013, el partido tuvo una segunda metamorfosis: el Partido Verde se unió con los progresistas de Gustavo Petro para ser una opción viable entre el uribismo y el santismo en las elecciones de 2014. Y desde entonces, la tensión ideológica interna entre el ala más de centro y el ala petrista nunca se resolvió.
Peñalosa, que siempre ha sido un gran antagonista de Petro, se terminó marginando del partido y en 2018 muchos, incluyendo a Claudia López, apoyaron en segunda vuelta presidencial al líder de la Colombia Humana. Cuatro años después, se volvieron a dividir y con la influencia de Carlos Ramón ayudaron a socavar por dentro la Coalición Centro Esperanza que apoyaba a Sergio Fajardo.
“La dirección del partido es de la afinidad de Carlos Ramón, del sector de izquierda que se opuso a que conformáramos la coalición Centro Esperanza. Son dos tendencias absolutamente distintas en el partido y explotó de esta forma”, explica la senadora verde Angélica Lozano.
La toma del petrismo verde
Con González, quien es cercano al hoy presidente desde que militaron juntos en el M-19, otras grandes figuras del partido como Camilo Romero, exgobernador de Nariño que saltó del barco hacia la consulta interpartidista del Pacto Histórico, y los entonces candidatos al Congreso Katherine Miranda e Inti Asprilla, llegaron a la campaña petrista desde 2022.
El presidente recompensó el gesto del partido. González llegó a ocupar la poderosa oficina al lado de la del mandatario como Secretario General y cuando Laura Sarabia recuperó su puesto en el gobierno, Carlos Ramón se convirtió en el director de la DNI. Como él, en el gobierno hay otros verdes en cargos clave, como el superintendente de Salud, Luis Carlos Leal; el rector del Sena, Jorge Londoño; el viceministro del Interior, Diego Cancino. Y hasta ayer, la consejera para las Regiones, Sandra Ortíz.
“Llevamos más de un año y medio pidiendo irnos a la independencia, pero esa decisión no le corresponde a la bancada, sino a la dirección nacional”, cuenta la senadora Lozano. “Como ocurrió con los gobiernos de Santos, de Duque, lo apoyamos en las iniciativas que compartimos, pero es un apoyo que debe ser gratis, sin cargos en el gobierno”, agrega.
En el Congreso, el gobierno ha contado con el apoyo de seis de los 15 representantes verdes. Y con cinco de los ocho senadores. La decisión de salir de la bancada de gobierno implicaría que aquellos que tienen cargos los dejen, pues el estatuto de oposición impide que los partidos en independencia cuenten con representación en entidades nacionales.
Con tantos verdes en puestos de poder, dar ese paso al costado era muy difícil. Tanto Claudia como Lozano, su esposa, decían que el verde estaba “secuestrado” por la minoría petrista al servicio del gobierno. Por eso, el escándalo de la Ungrd le cayó a López como anillo al dedo para renunciar al partido.
La renuncia como oportunidad para Claudia
La ventaja de salir del Verde como respuesta indignada a un escándalo de corrupción y no como resultado de la inminente escisión del partido frente al ala petrista es que en un escenario de segunda vuelta esta “justa causa” para su renuncia le permite tender puentes con la izquierda e, incluso, con su expartido para ganarle a un eventual contrincante de derecha. Eventualmente, también le serviría para demostrar su distancia del gobierno de Petro si su contrincante es de izquierda y necesita pescar votos en la derecha.
Ya fuera del Partido Verde, la aspiración presidencial de López perderá estructura, los beneficios del partido y su aval. Pero ganará más libertad de acción, no cargará con la debilitada imagen de los verdes petristas, tanto por los escándalos como por su mediocre gestión en el gobierno y podrá moverse más al centro. Un espectro político codiciado por muchos y conquistado por pocos.
“Será un reto para Claudia ganar una eventual consulta o un proceso de los diferentes candidatos de centro para tener un candidato o una plataforma política unificada, que fue lo que no tuvo la coalición Centro Esperanza en el 2022”, explica el analista político Camilo Granada. “El problema del centro es siempre vencer la polarización para poder llegar a la segunda vuelta, cuando el candidato de centro pasa a la segunda vuelta, gana”.
Si para López salirse del partido encarna algunos riesgos y muchas ventajas, para la Alianza Verde quedarse sin ella es una baja grande.
La salida de López del partido deja al sector petrista como la voz cantante del Verde. Sin embargo, dentro de esa colectividad hay opositores al gobierno Petro que tampoco se identifican con Claudia.
Por ejemplo, la representante Katherine Miranda que llegó a la campaña de Petro, pero, con el avance del gobierno, se ha ido alejando e incluso se ha opuesto a grandes iniciativas del Ejecutivo, como la reforma a la salud. Miranda también fue una dura crítica de la administración de López en Bogotá. O Catherine Juvinao, que ha sido vocal en su oposición al gobierno desde que se presentó el Plan de Desarrollo.
Según le contó a La Silla otro congresista verde, la escisión del partido es compleja porque la única tendencia que reconocen los estatutos del Verde es el progresismo de la que hacen parte congresistas petristas como Inti Asprilla y el mismo González. Por eso, las otras facciones que no son ni petristas, ni claudistas, incluyendo la derecha verde del senador Jota Pe Hernández —el más votado– no podrían ser reconocidos como partidos después de una división del Verde.
De cara al 2026, el partido también se queda sin un candidato viable. “No hay nadie que le compita a Claudia al interior del partido Verde, los liderazgos del partido son todavía bastante inmaduros. Ni en los viejos ni en los jóvenes hay alguien que le compita”, dice uno de los parlamentarios.
Con el salto de barco de López y Mockus y sin la posibilidad de tener un candidato fuerte en 2026, el partido que en 2018 promovía la consulta anticorrupción terminará siendo un apéndice del gobierno que lo sentenció al que podría ser el mayor escándalo de coimas y favores políticos del cuatrienio.