Nelly Villamizar, conocida como la magistrada de río Bogotá, contestó la llamada de La Silla desde la terraza de su casa, en Altos de Yerbabuena, en Sopó. Está enferma y agotada. Tiene fiebre, dolor de cabeza y ahogo. Es covid. “Pero le voy a dar la entrevista, por si Dios decide llevarme”, me dice cuando le cuento que estamos preparando su perfil.
Villamizar fue noticia en los últimos días por el polémico auto con el que buscaba impedir que los ciudadanos salieran a la calle a marchar en contra de la reforma tributaria.
Ese texto le costó las críticas y burlas de muchos en las redes sociales. La concejal petrista Susana Muhamad, por ejemplo, dijo que la magistrada estaba “loca”. Y el constitucionalista Rodrigo Uprimny dijo que en toda su carrera no había visto un fallo tan arbitrario como ese, porque el derecho a la protesta es constitucional y no se puede prohibir.
Ahora, cuando se completaron más de 50 días de protestas, la magistrada dice que intentó abrirles incidentes de desacato a los del Comité del Paro pero sus compañeras de sala no aprobaron su iniciativa.
“Todos me malinterpretaron. Yo no estaba prohibiendo la protesta. Hay muchas formas de protestar, mucho más en esta época de las redes sociales. Yo lo que estaba ordenando es que no salieran a las calles mientras superamos el tercer pico de la pandemia. Pero me desobedecieron”, dijo.
Villamizar no es conocida solamente por este auto. Desde hace años está encargada de hacer cumplir la sentencia que permitiría la descontaminación del río Bogotá y en la que están involucrados 45 municipios. Para lograr ese fin, Villamizar ha emitido un sinnúmero de decisiones que han sido descritas por algunos como “arbitrarias” y por otros como una herramienta efectiva para presionar para que se cumpla la sentencia.
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Una magistrada de carrera
Nelly Villamizar vivió su infancia y adolescencia en Cúcuta, junto a sus padres, Andrés y Rosaura y sus 11 hermanos. Tenía 15 años cuando se graduó del colegio. Quería estudiar medicina en Bogotá. “Pero mi papá vio que me gustaba mucho el baile y que de pronto me desordenaba. Entonces me dijo que estudiara en Cúcuta, mientras era más grande”.
No pasó el examen de admisión en la Universidad Libre para estudiar Derecho, y entonces demostró su talante para ganar pleitos.
“Yo les hice el reclamo a los profesores y al rector. Yo sabía que pasaron compañeras que se habían copiado de mi examen. ¿Cómo iban a pasar ellas y yo no?”. Al final le dieron la razón y la dejaron entrar a la Universidad.
En ese primer año de derecho se enamoró de la carrera, pues en el colegio de monjas en el que había estudiado no le permitieron leer a autores como Marx y Engels, que le fascinaron después. Ese primer año, también, se enamoró de Justo Iván Peñaranda, que estudiaba con ella en primer semestre. Con él tuvo cuatro hijos y conviven hasta hoy.
A los 21 años, cuando solo le faltaba recibir su título, Villamizar fue nombrada como juez en el juzgado Trece de Instrucción Criminal. Sin embargo, ya sabía que el derecho penal no era su camino. “Un profesor me dijo que no era para las mujeres, que era muy duro porque tocaba ir a cárceles, que mejor me dedicara al verdadero derecho, al derecho civil”.
Desde entonces, Villamizar ha construido una carrera de 40 años en derecho procesal, constitucional, civil, comercial, laboral y de familia. Actualmente, en derecho administrativo, tributario y ambiental.
“No es por alabarme, pero en este país la experiencia que yo tengo como juez no la tiene nadie”, dice. Una declaración semejante a las del fiscal Francisco Barbosa.
“La gente cuando la escucha hablar con su desparpajo o cuando la ve gritando a alcaldes piensa que está ante una persona completamente desquiciada, pero no es así. Nelly es una persona muy inteligente”, dice un abogado que ha trabajado con ella por más de una década y que no quiso revelar su nombre porque sigue trabajando con ella y no quiere tener inconvenientes.
Pero esa misma forma de ser, con frecuencia, entra en corto circuito con su papel como juez, de quien se espera prudencia e imparcialidad. “Dice todo lo que piensa, es emocional y no soporta que le lleven la contraria”, dijo una de las seis fuentes que consultamos para esta historia.
Sobre la falta de filtro de la magistrada hay varios ejemplos. En una audiencia, recién elegida Claudia López como alcaldesa de Bogotá, dijo: “Le había prendido cuatro veladoras a la virgen para que Claudia ganara las elecciones”. También se sabe por su cuenta de Facebook que apoya a Iván Duque en su gestión del covid, pero que no estaba de acuerdo con la tributaria.
En cuanto a las manifestaciones, le dijo a La Silla que cree que hay muchas razones para salir, que se necesitan más oportunidades, pero “también pienso que hay muchos que son pobres porque quieren”.
Además, aseguró que muchas estructuras criminales dedicadas al expendio de droga están detrás de algunos de los grupos que protestan. Por eso piensa —como el gobierno Duque— que hay que hacer un mayor esfuerzo en erradicar los cultivos ilícitos: “Mi esposo por un tiempo se dedicó a los cultivos de arroces y mi familia usó el glifosato. Ninguno tiene cáncer. No usarlo es una excusa para seguir condenados a la droga”.
La mamá del río
En 2017, unas 400 personas, entre ambientalistas, veedores del río y mineros, hicieron un plantón en la Plaza de Bolívar. Querían mostrar su desacuerdo con la suspensión de Nelly Villamizar.
El Consejo Superior de la Judicatura la suspendió por presuntamente haber acusado de corrupción a un funcionario sin pruebas. Los que protestaban decían que Villamizar era como “la mamá del río” y que todavía quedaba mucho por hacer. A los pocos meses, un juez de la Corte Suprema de Justicia la absolvió del delito de calumnia y levantó la suspensión.
Cuando le pregunto a Villamizar qué siente por el Río, se le quiebra la voz: “Es mi quinto hijo, el parto que más me ha dolido”, asegura. También dice que cuando pasa por el afluente “me duele el corazón de verlo sucio y oliendo a feo. Me duele la indolencia de la gente que no tiene reparo en dañarlo”.
El río se volvió una tarea personal para Villamizar, “una misión de Dios en la tierra”, dice, pero no siempre fue así.
Una carrera a punta de pleitos
Villamizar llegó al Tribunal Administrativo de Cundinamarca en 2001, después de haber entutelado al concurso de méritos que, según ella, había puesto a otras personas con menores calificaciones por encima de ella. El primer caso que le llegó fue definitivo para el rumbo de su carrera como magistrada.
Había un proceso que llevaba 10 años para descontaminar el embalse del Muña, en Sibaté, y le tocó a Villamizar en 2001 por sorteo. Fue entonces cuando a Villamizar se le ocurrió que lo mejor sería descontaminar todo el Río Bogotá y por esa vía descontaminar el Muña.
“Yo no sabía nada del medio ambiente. Para los que creemos en Dios fue una inspiración divina. Para otros, se puede tratar de mi olfato de juez”.
Con una ponencia suya, Villamizar logró que en 2004 el Tribunal emitiera una sentencia monumental que ordenaba descontaminar el río. La decisión fue apelada, y solo 10 años después volvió a quedar en firme. Es una sentencia enorme de 1600 páginas con decenas de órdenes para 45 municipios, la CAR y seis ministerios. Villamizar quedó encargada de vigilar su cumplimiento.
Para saber cómo avanza una sentencia, lo que suelen hacer los jueces es pedir informes. Lo que hizo Villamizar fue abrir más de 100 incidentes de desacato, lo que le daba la posibilidad de dictar medidas cautelares.
Un incidente de desacato es una especie de proceso judicial que se abre por el incumplimiento de una medida dictada por un juez. Al abrir estos incidentes, la magistrada puede ordenar sanciones, que en este caso serían económicas (para el de las protestas, de arresto). Villamizar ha usado este instrumento para presionar a los funcionarios.
Para mostrarles los dientes, porque, en realidad, Villamizar nunca los ha sancionado. Cuatro personas consultadas para esta historia coinciden en que si lo hace, el acusado podría apelar la decisión y entonces el proceso ya no quedaría en manos de Villamizar, sino de otros jueces.
“Con esa jugada, Villamizar mantiene el poder. Ella dice que es su forma de mantener arrodillados a los funcionarios”, dijo una persona que la conoce desde hace años.
Ella misma lo reconoció a La Silla: “En este país la gente no es honesta. Y ¿qué es ser honesto? Dar lo mejor de uno mismo. Pero aquí la corrupción empieza por la negligencia. Los tiene que arrastrar uno de la lengua para que cumplan”.
En parte y gracias a esa presión, la CAR le giró 20 mil millones de pesos al Acueducto de Bogotá en 2017 para que contratara estudios y diseños de la obra.
Durante el Gobierno de Enrique Peñalosa también se logró el convenio con Cundinamarca y la CAR para la construcción de la planta de tratamiento de aguas residuales (PTAR) Canoas en Soacha, que cuesta 4,6 billones de pesos y que descontamina el 70 por ciento de las aguas del río Bogotá.
Villamizar, en todo caso, sí ha sancionado a privados. En 2016, mandó cerrar varias curtiembres que contaminan el río. Y se le ha visto frenando planes de construcción y regañando públicamente a alcaldes por no cumplir con los planes de alcantarillado.
Con decisiones como estas se ganó el título de “la mamá del río”.
“La magistrada es exótica. Es algo sin precedentes. Y a la vez, gracias a ella hay avances en la descontaminación del río. El problema es que para ella el fin justifica los medios”, dijo un alto funcionario de la Procuraduría, quien no quiere revelar su nombre porque la entidad hace parte del proceso de verificación del cumplimiento de la sentencia.
Se refiere, específicamente, a abrir incidentes de desacato a diestra y siniestra, gritar a los funcionarios, o frenar planes de construcción.
Una magistrada empapelada y en apuros
Aunque la estrategia de los incidentes de desacato le da poder a Villamizar y le ha servido para hacer cumplir sus órdenes, también han sido un dolor de cabeza para ella.
Como cada entidad contrata abogados para defenderse del incidente de desacato, hoy el proceso de la sentencia de río tiene 100 mil folios y 137 incidentes abiertos. Y, además, Villamizar no da abasto para verificar las órdenes que ha emitido a través de las medidas cautelares.
“La magistrada ha sido fundamental para el avance de la descontaminación del río. Necesita un equipo transdisciplinar para hacer cumplir la sentencia y hasta ahora la rama judicial la ha dejado sola”, dijo a La Silla, Néstor Franco, exdirector de la CAR.
Para suplir su falta de tiempo para hacerle seguimiento a sus múltiples incidentes de desacato, la magistrada tomó otra decisión polémica: ordenó que los miembros del comité de verificadores de la sentencia del río recibieran una remuneración por su trabajo hasta que se cumpla la sentencia. Es decir, hasta que se descontamine el río. Es decir, hasta el 2040, más o menos.
En este momento son cinco los verificadores que recibirán dinero de los 45 municipios y otras entidades. Dispuso que deben recibir entre 1,2 y 1,6 millones de pesos por entidad al mes. Entonces, un veedor que tiene 22 entidades bajo su cargo recibirá más de 30 millones mensuales. El problema, han señalado los municipios, no es tanto el dinero, sino el precedente que sienta y que no existe la figura legal para hacer el pago.
“Se abre una puerta para que los cientos de veedores que tiene la ciudad empiecen a cobrar. Por otro lado, la Alcaldía no puede pagarle a nadie sin un sustento legal. Pero con su auto ella dice prácticamente que es la ley y que ordena darles una remuneración. Es algo absurdo”, dijo un alto funcionario de la Alcaldía de Bogotá que prefiere no ser citado justamente para evitar problemas con la magistrada Villamizar.
La magistrada defiende que ella tiene la autoridad para designarles esa remuneración y que aunque ha pedido un equipo, no se lo han dado.
Ante los reparos a su decisión, la magistrada dijo a través de otro auto, en mayúsculas para hacer énfasis, pero que se leyó como un grito: “¿SERÁ QUE DE MI SALARIO ESTOY OBLIGADA A PAGAR DICHA REMUNERACIÓN? (…) ¿QUÉ ES LO QUE SE PRETENDE, SO PRETEXTO DE LAS RAZONES QUE SE INVOCAN? ¿QUE RENUNCIEN Y QUE EL JUEZ QUE LE HAGA SEGUIMIENTO AL FALLO ESTÉ PERMANENTEMENTE REALIZANDO INSPECCIONES JUDICIALES?”.
El auto también sorprendió porque Villamizar exige que le cambien a la procuradora Alba Ávila so pena de declararse impedida para continuar como la magistrada del río. La Procuraduría le negó la petición.
“El malestar de Nelly con la procuradora es porque esta ha mostrado desacuerdo en algunas de sus decisiones. ¿En qué consiste faltarle el respeto a Nelly Villamizar? En llevarle la contraria”, dijo una persona que ha presenciado varias de las audiencias de la magistrada.
“Yo estoy cansada, pero voy a seguir. Dios me da la fuerza para trabajar 17 horas diarias de lunes a domingo. Aunque si quieren renuncio y le digo una cosa: No hay quién me reemplace”, dice Villamizar.
En eso tiene razón. Es difícil que alguien se eche encima un proceso con 100 mil folios.
“En parte no le dan ese equipo porque ella se enredó sola. Ningún juez iba a abrir tantos incidentes de desacato, ningún juez que se encargue de vigilar un fallo ha tomado tantas decisiones, ahora la están dejando con ese problema que nadie quiere asumir”, explicó un abogado que conoce el proceso.
Pero esta no es la única decisión polémica.
La magistrada ha sido noticia por dar órdenes sobre decisiones que están en manos de otras personas. Por ejemplo, le ordenó a la CAR, la autoridad ambiental, que acogiera integralmente la propuesta del exalcalde Enrique Peñalosa para la Van Der Hammen. Les ordenó a los concejales que votaran el Plan de Ordenamiento Territorial, POT, del exalcalde porque incluía la descontaminación del río. Aprobó también la propuesta de Peñalosa para los humedales, cuando hay otras instancias.
Estas decisiones le quitaron la admiración de muchos ambientalistas que marcharon a su favor en 2017 y que no compartían la visión de ciudad del exalcalde Peñalosa.
Sobre lo que piensan hoy los ambientalistas de ella dice: “yo soy más ambientalista que cualquiera. Ninguno de ellos ha recorrido tanto la cuenca del río y los humedales como yo. Ninguno de esos ambientalistas ha hecho tanto por el río como yo”.
Para Diego Bravo, exdirector de la CAR, “ lo que muestra el actuar de la magistrada es la necesidad de una reforma a la justicia para que alguien que tenga demasiada imaginación no termine excediéndose, como lo ha hecho Villamizar hasta ahora”.
Cuando les pregunté a las fuentes por qué nadie se atreve entonces a denunciar estas conductas, algunos explican que la magistrada es muy poderosa y que de perder el caso, tendrían a una enemiga de armas tomar.
Ella responde: “aunque me tengan miedo y aunque me odien también me agradecen por todo lo que he hecho”.