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En la casa de Otty Patiño hay detalles que recuerdan su vida como guerrillero del M-19. En la sala hay un gran cuadro de óleo sobre vidrio, pintado por su hija María Victoria, que representa una foto de la cúpula de esa guerrilla en los ochenta. La pintura tiene una diferencia con la foto original y es que las armas que llevaban algunos de los entonces guerrilleros fueron eliminadas, honrando la decisión de este grupo de dejar las armas en 1990 y apostarle a la paz del país. Un propósito que Patiño, a sus 79 años, ha vuelto a asumir como el comisionado de paz del gobierno de Gustavo Petro.
Desde el pasado diciembre, Patiño reemplazó a Danilo Rueda en la conducción de la política de paz total, en la que hay por ahora ocho procesos de paz con los principales grupos armados del país. Patiño recibió a La Silla Vacía para una entrevista sobre su visión de paz, los desafíos que ve en las negociaciones, las crisis que atraviesan los procesos del ELN y el EMC de las Farc, y de las crisis de mando que, según él, enfrentan todas estas organizaciones armadas.
Usted lleva ya cuatro meses al frente de la política de paz total. ¿Cuál es su evaluación de lo que ha encontrado y de los procesos de paz?
Durante el año que estuvo al frente, Danilo logró explorar todas las situaciones de violencia que hay en Colombia y abrió unas mesas de diálogos: la del ELN y la del EMC Farc. Así como unas mesas en las cárceles de Quibdó, de Itagüí y de Buenaventura. También conoció mucho acerca de una serie de expectativas de personas que quieren interlocutar con el gobierno.
En ese panorama, ya es suficiente con estos frentes. Aunque en este momento, nosotros estamos sumando el de la Segunda Marquetalia. También estamos mirando la posibilidad de negociaciones con los Conquistadores de la Sierra (ACSN), que son las herederas de Hernán Giraldo. Y con las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), que son el grupo que mayor expansión y ocupación han tenido dentro del territorio nacional.
Usted también ha planteado la idea de territorializar la paz. ¿De qué se trata esa visión?
Hemos descubierto que más allá de los procesos de diálogo con los actores armados, nos interesa mucho es la paz territorial. En muchos territorios lo que hay es una confluencia y una disputa de actores y de guerras internas, en la cual obvio sufren mucho las comunidades. No bastan las mesas de negociación, si no vamos a los territorios a establecer líneas claras de negociación, con el apoyo de las comunidades y de los gobiernos territoriales. En una negociación que solo está en la mesa, se termina imponiendo el ritmo del contrario, del oponente al Estado. Quien puede darle ritmo y sentido a esto es la gente que está en los territorios.
Con ese panorama amplio, algunos analistas piensan que al gobierno se está quedando corto de tiempo para llegar a acuerdos finales. ¿Cómo lee el alcance que puedan tener estos procesos en el tiempo que les queda?
Aquí hay varios tiempos y ojalá uno los pudiera hacer confluir. El primero son los tiempos sociales y esos ya no dan más espera. La gente está jarta de la violencia. “La paz es ahora” es el clamor.
También están los tiempos políticos, que desde luego dependen mucho del gobierno. Todavía nosotros como país no tenemos una claridad de que la paz es un tema de Estado. Entonces, todo el tema de la paz se descarga sobre el gobierno y hace que los tiempos políticos sean muy precarios. En el 2025 empiezan a sonar los ruidos electorales y entonces empieza agotarse el tiempo para estos esfuerzos tan importantes.
Y están los tiempos orgánicos de los oponentes (grupos armados), que a veces no casan ni con los tiempos sociales ni con los tiempos políticos. Esos tiempos orgánicos de las direcciones de estos frentes son complejos, mientras ellos se ponen de acuerdo. Porque una negociación no es solo entre dos partes, sino también las negociaciones internas que tienen ambos lados. En este caso, los tiempos orgánicos de estos grupos son muy lentos porque tenemos organizaciones, todas, que están en una profunda crisis. El ELN tiene una profunda crisis de mando, el EMC igualmente.
¿Pero entonces cuáles son los objetivos de la paz total en ese panorama, para cumplir por lo menos con los tiempos políticos?
Nosotros estamos tratando de conciliar los tres tiempos. De todas maneras, estamos planteando que el tiempo del diálogo está agotado, lo que empieza es el tiempo de la negociación. Es decirle a los ilegales: “bueno, se agotaron el tiempo de generación de confianza. Vamos a negociar ya”. Porque si no, este proceso de paz empieza a perder prestigio y confianza. Se empieza a creer que el gobierno está siendo manipulado por el oponente. Eso no es bueno, eso desprestigia la paz.
Eso no es como dicen los oponentes que es un problema de los medios de comunicación. La opinión pública no se mueve solamente al ritmo de lo que piensen los directores o los medios de comunicación, sino que también tiene su propia sensibilidad. Los medios son un eco de la opinión pública. A veces recogen ese sentimiento y la interpretan bien, otras veces lo manipulan, pero en muchas ocasiones interpretan bien el sentimiento de la gente.
¿Qué pasa si los grupos no quieren negociar?
Los frentes y las estructuras que no quieran negociar, pues ahí veremos qué se hace. De todas maneras ahí está la justicia, la fuerza pública y todos los instrumentos para que tenga una oportunidad por la vía del sometimiento o por si todavía tienen la fantasía de derrotar el Estado. El Estado no se va a dejar derrotar por esos delirios.
Cuando se inició la paz total, uno de los indicadores claros que tenía Danilo Rueda era el tema del alivio humanitario. ¿Sigue siendo ese el objetivo?
Nosotros no estamos en la perspectiva de la humanización de la guerra, estamos es por la terminación de la guerra. Nosotros estamos planteando es que vayamos hacia la paz y que los cese al fuego deben ser trabajados bajo la intención de ir disminuyendo la intensidad del conflicto, de tal manera que la gente pueda expresarse más, pueda participar más en la construcción de paz. No simplemente en defenderse de los atropellos de los armados.
Mire lo que pasó en el Cauca. El gobierno declaró suspendido el cese al fuego porque los miembros del EMC empezaron a atacar a las comunidades, intensificaron el reclutamiento de menores, empezaron a amenazar a los alcaldes recién elegidos en esos territorios e incrementaron las minas antipersonales. El gobierno sabe que el espíritu del cese al fuego no es proteger a las fuerzas militares, que para eso tienen armas y fuerza, sino proteger a la población. Entonces vimos que esta gente lo que estaba haciendo era aprovechar el cese para consolidar sus dominios y expandirse, y el gobierno dijo así no juego.
¿Bajo esa lectura, cree que los grupos armados, en particular el ELN y el EMC, se están aprovechando de los ceses al fuego para fortalecerse?
Creo que han tratado. En algunos frentes han tratado de fortalecerse, en otros frentes han aprovechado el cese al fuego para no contraerse más, porque en esos territorios en disputa se están enfrentando entre el ELN, el EMC, las AGC y la Segunda Marquetalia.
Le pongo el caso del Bajo Calima y San Juan, allí se están haciendo unos esfuerzos importantes para generar unas condiciones de vida distintas para la población y el Frente de Guerra Occidental del ELN lo único que se le ocurre es hacer paros armados.
Para eso sería importante saber cómo han funcionado el mecanismo de monitoreo. ¿Por qué todavía no hay informes oficiales y públicos?
Hay varios problemas, pero yo señalaría básicamente dos. El primero es que a nivel local, sobre todo en el caso del ELN, ellos no han desplegado la posibilidad de que gente de sus estructuras pueda participar a nivel local. Pero, creo que el principal problema es porque a muchas quejas que tiene la población, de actos que para la población constituyen una violación del cese al fuego, la interpretación que tienen los actores armados es que no constituye una violación del cese al fuego.
Para un cese al fuego tiene que haber un espíritu de desescalamiento del conflicto y uno no siente que en muchas zonas se esté desescalando el conflicto. Es que nosotros aquí no estamos poniéndole fin a la guerra, sino poniéndole fin a la violencia. Una violencia que están ejerciendo básicamente para ejercer mayor dominio territorial. Esa violencia que se ejerce a veces no tiene un correlato con el DIH. La voluntad política, que va mucho más allá de los protocolos de cese al fuego, no es muy clara en algunos actores.
En los tiempos de estos procesos y con la perspectiva de un nuevo ciclo con el ELN, ¿usted cómo ve un final feliz en este proceso con esa guerrilla? ¿Cómo sería un ELN en paz?
Nosotros no estamos pensando en un copia de procesos como el del 2016 con las Farc, donde hay un acuerdo final, con una firma posiblemente de Antonio García y posiblemente del presidente Petro. Esa foto no es lo imaginable.
Lo que yo imagino es que se creen unas dinámicas en los territorios, y que esas dinámicas territoriales se vuelvan irreversibles. Que toda la ilegalidad que hoy sostiene muchas economías en los territorios, los propios armados se comprometan a desmontar eso, para que en esos territorios se construya Estado Social de Derecho. Para mí, esa dinámica es lo que se aspira tener.
Pero esas dinámicas deben conducir a la dejación de armas, por lo menos, ¿no?
Sí, pero yo digo que la dejación de armas puede no ser un solo acto, sino hacerlo de manera gradual. Donde gente que hoy está en armas, mañana esté desminando. Entonces, desminar con el fusil al hombro no se podría. O desminar con el uniforme del ELN, tampoco. Que esos muchachos que hoy están en armas se conviertan en activistas sociales, cívicos o incluso políticos dentro de sus territorios.
Hay que mirar todo este proceso como algo que no puede separarse de las comunidades, porque en muchas casos con el ELN, ellos están muy articulados con la población. Ellos no son marcianos que llegaron a un territorio y crearon una base social. No, ellos salieron de allí mismo y sus familias pertenecen a esos territorios.
El diálogo regional de Nariño es un caso preciso del modelo de territorialización que usted plantea. Pero eso ha desatado una serie de tensiones con la mesa nacional del ELN. ¿Cómo superar esa crisis?
En Nariño hay algo positivo, allí se puede abrir una trocha, un camino, que puede mostrarle ese futuro al resto del ELN. De tal manera que lo único que uno le diría al Coce es que miren con atención lo que su propio frente puede hacer en Nariño. Con tranquilidad. No se asusten tanto de que ese frente esté empezando esa experiencia tan importante. Al contrario, mírenla con simpatía, con cuidado. Y mientras tanto vamos trabajando en la mesa. Esos esfuerzos simultáneos son posibles de hacer.
Veo que hay unas crisis internas dentro de las organizaciones armadas, pero hay gente dentro de los diferentes frentes que están absolutamente convencidas de que este es el momento de la paz.
Por otro lado está el proceso de participación del ELN y también está el llamado a la constituyente del presidente Petro y el eco de este mismo grupo guerrillero. ¿Puede el final del proceso de participación terminar en una constituyente?
Yo fui constituyente e indudablemente la Constitución del 91 quedó con muchas deudas. Se hicieron los planteamientos básicos de un Estado Social de Derecho y se crearon unos elementos garantistas como la tutela, para que la gente pueda acudir sin armas a hacer valer sus derechos. Este es el escenario en el que el presidente llama a una asamblea constitucional.
Pero, la única manera de que participen los armados, que debatan, es desarmándose, poniéndole fin al conflicto. De resto, una agitación armada en torno a una asamblea constitucional es perdedora para los que nos gustaría que avanzáramos más en el desarrollo constitucional. Porque eso es echarle violencia a la confrontación política que es sana y es buena. Pero meterle fierros a eso, candela, eso no es bueno. Si el señor Antonio García dice que tiene simpatía con un proceso constituyente, entonces que vaya dejando el fusil a un lado. Que él pueda como dirigente de esa organización dar ejemplo de civilidad.
Pero entonces este modelo de participación que está en curso, ¿cuál es entonces su fin?
Hay etapas en ese proceso. En el horizonte lejano, seguramente durante este gobierno no se alcance a fraguar la posibilidad de una asamblea constitucional, pero el debate ya empezó. Pero para tener un carnet de participar en el debate, hay que dejar las armas. Esa es una condición sine qua non.
Usted decía hace un momento que hay una crisis interna de los grupos armados. El viernes el EMC acordó continuar con los diálogos, pero hay dudas sobre si todos los frentes están en esa línea ante la ausencia de voceros de Cauca y Arauca.
Creo que el viernes hubo una victoria importante de las fuerzas que quieren la paz dentro del EMC. Las fuerzas del Cauca han mostrado que querían aprovechar el cese al fuego para aumentar su dominio frente a las comunidades y su predominio sobre las economías ilegales. Todos esos frentes que estaban pensando de hacer del Cauca su eje y su gran retaguardia, de alguna manera fueron derrotadas por la mayoría de los frentes en la reunión que hubo en Caquetá. Esa victoria de la paz es lo más importante.
Eso no quiere decir que vamos a seguir en una política de diálogos y guerra, sino que donde haya un esfuerzo de diálogos, tiene que haber también transformaciones. El desafío que tiene el gobierno con esos frentes que han dicho que quieren la paz es hacer grandes esfuerzos para que en sus territorios se empiece a ver que la paz no solo logra salvar vidas sino el mejoramiento de las calidades de vida en todos los aspectos básicos.
Ad portas de empezar la negociación con la Segunda Marquetalia ¿va a haber un cese al fuego con este grupo?
Ellos plantearon en su primera declaración de que la paz tiene que darse en un desescalamiento del conflicto. Ahí no se habla de cese al fuego y me parece hasta más sano plantearlo así. Lo que está implícito es la voluntad política, no el tema técnico. Es que el cese al fuego tiene unos componentes donde lo técnico y lo interpretativo se vuelve de la mayor importancia. ¿Qué es la violación? ¿Cuándo se constituye una violación del cese al fuego?
Entonces, creo que hay toda la disposición para mirar cómo se desescala el conflicto y cómo se va a desescalar las economías ilegales que producen violencia, porque no solo es el tema de las armas.
Pero si el EMC y el ELN tienen problemas de mando, la Segunda Marquetalia es menos cohesionado. ¿Cuáles son los desafíos con este grupo?
La Segunda Marquetalia quiere tener algunos elementos de cohesión, pero no creo que aspiren a ser una organización tan jerarquizada y unificada, como si pretendió el EMC y fracasaron afortunadamente, o como todavía pretenden los mandos del ELN.
En la Segunda Marquetalia reconocen su territorialización. Así también lo entiende el jefe negociador del gobierno, Armando Novoa, que aquí va a haber distintos ritmos de avance en este proceso, sin que nos angustiemos por eso. Depende de las circunstancias, porque a veces no solo depende de la política. Depende mucho de las realidades territoriales. Y hemos visto que también son las realidades fronterizas. El tema de la frontera es uno de los grandes temas que no hemos abordado todavía con la fuerza necesaria.
Justamente en el proceso con el ELN y ahora con la Segunda Marquetalia, la presencia de estos grupos en Venezuela es el elefante en la habitación. ¿Usted cómo evalúa el papel de Venezuela en la paz total?
Venezuela ha jugado un papel importante, benéfico. Ha jugado más al lado del gobierno colombiano, que al lado del ELN. Incluso desde antes. La permisibilidad en esas zonas fronterizas con el ELN ha sido cada vez menor por parte del gobierno venezolano. Eso ha sido bueno. Incluso yo he sido testigo. El ELN le ha pedido al gobierno venezolano instaurar un punto de contacto permanente y Venezuela no ha querido eso. Y lo ha dicho de manera muy clara: aquí nosotros no queremos tener dos embajadas, una del ELN y otra del gobierno nacional.
Le quiero preguntar también sobre los procesos de paz urbana. Falta ese marco jurídico para el sometimiento que han pedido los mismos actores armados. ¿En qué van en esos procesos?
Esos procesos que se instalaron desde las cárceles se hicieron con una mentalidad humanitaria, para impedir que esos muchachos se mataran entre sí en Quibdó, Buenaventura y el Valle de Aburrá. Y esos procesos han ayudado a disminuir un poco el tema de los homicidios. Ha sido positivo, pero creo que ya tenemos que pasar a una etapa superior: ¿cómo las personas que están comprometidas con un proceso de paz total ayudan al desmantelamiento de esas bandas, mirando que programas de orden social y económico pueden ayudar a ofrecer nuevas oportunidades? Se ha intentado un poco con el programa Jóvenes en Paz, creo que hay que profundizar con esos esfuerzos.
El tema fundamental de estas tres mesas es hacer unos laboratorios de paz urbana. No es el tema solo de las mesas, sino cómo contribuyen los alcaldes de esas poblaciones para ese tema. Tuvimos dificultades por la actitud del anterior fiscal con relación a este gobierno. Pero hoy podemos trabajar de una manera mucho más acompasada con la Fiscalía y desde luego con los demás organismos de justicia.
Pero más allá de ese conjunto de factores, hay un vacío legal para que estos grupos se puedan someter. ¿Qué están haciendo para eso?
Por supuesto se ha planteado crear un marco de sometimiento a la justicia, que estará por crearse. Particularmente, yo pienso que mientras tanto hay que trabajar con lo que tengamos. Porque mientras hacemos el marco jurídico van a haber muchos muertos. Entonces, en ese mientras tanto, debemos seguir avanzando.
Antes hablamos con la fiscal Mancera y ahora hablamos con la nueva fiscal, así como hemos hablado con el presidente de la JEP, hemos planteado la necesidad de territorialización de las jurisdicciones especiales y la jurisdicción ordinaria. Estamos en vísperas para hablar también con la Corte Suprema de Justicia, para ver cómo la justicia puede instaurarse en esos territorios.
Y quería cerrar con el tema del gran grupo en expansión. ¿Qué hacer con esta gran amenaza que es el Clan del Golfo o Ejército Gaitanista?
En las aproximaciones que hemos hecho nos hemos encontrado con distintos personajes que gravitan alrededor de ellos: abogados, intermediarios, lobbistas. Y uno allí no sabe con quién está conversando en definitiva. Entonces sobre la inseguridad en la interlocución no es posible negociar. Y por otro lado, no sabemos lo que quieren. ¿De verdad quieren un proceso de sometimiento? Entiendo que no. Ellos quieren hasta ahora respetabilidad.
Pero, por favor, ¿a un grupo que además de estar expandiéndose y estar siendo cada vez más poderoso, darles respetabilidad a través de una interlocución con el gobierno? No. Ellos tienen que plantear algo más que solamente querer hablar con el gobierno. ¿Hablar para qué? ¿Qué es lo que quieren entregar? ¿Qué es lo que quieren negociar? Entonces, estamos en plena disposición de hablar con ellos, pero bajo la seguridad de que la interlocución sea directa y no con un intermediario. Y segundo, queremos saber qué quieren hablar más allá de ganar respetabilidad política con nosotros.
El ELN acusa a este grupo armado de ser paramilitar y estar aliado con la fuerza pública. ¿El Clan del Golfo es un grupo paramilitar?
El Clan del Golfo son unas estructuras que se crearon bajo la huella de los antiguos grupos paramilitares. Pero uno no se puede dejar confundir diciendo que ese grupo son lo mismo. Ellos han tratado de diferenciarse con el nombre de “gaitanistas”, tratando de investirse de una entidad política.
Hay muchos comportamientos de funcionarios de la fuerza pública, también empresarios y autoridades locales que de alguna manera se articula con gente como el Clan del Golfo. No dentro de un gran proyecto contrainsurgente, sino en un proyecto de ganancias económicas. Eso, y si además combaten a un grupo como el ELN, los hace ver como un grupo paramilitar. Pero eso es relativo. La situación colombiana no es tan simple como para uno caer en las trampas de esa simplicidad que quiere vender el ELN, de que ellos son los únicos revolucionarios y los demás son contrainsurgentes.