El presidente Gustavo Petro anunció un revolcón a su gabinete. Es el segundo en nueve meses de mandato, y uno más profundo que el que hizo en febrero. Sacó a siete ministros: Hacienda, Agricultura, Interior, Salud, Ciencia, Tecnología y Transporte y movió al secretario general de la presidencial. Ya solo quedan ocho de los miembros del gabinete original.
Lo hace, además, cuando pasa por un momento difícil en su popularidad (solo 35% lo apoya), como lo muestra la encuesta Invamer que salió hoy. Estas son cinco conclusiones de esta movida, que hace que cada vez más se parezca al alcalde que fue hace 10 años.
1. Salen los ministros que contradecían a Petro y entran tres que aguantaron toda la alcaldía
Para Gustavo Petro la lealtad es quizás la virtud que más valora. Lealtad personal a él y a su visión. Ayer lo dijo en el Zarzal: “Un gobierno de emergencia que tenga funcionarios que trabajen de día y de noche, cuyo corazón esté a favor de la gente humilde y no simplemente de ganar un salario. Equipos que trabajen en cómo entregar tierra al campesinado, en cómo tener alimentación sembrada. Quien ya no sea capaz de hacer esto, ya no tiene espacio en nuestro gobierno”.
Con los cambios, el gabinete de Petro se parece cada vez más a sus equipos anteriores: en la alcaldía de Bogotá, en el de asesores programáticos en la campaña y en el empalme, lo que muestra que Petro quiere un equipo que crea en él, siga su línea y esté dispuesto a arriesgarse por cumplir con su programa.
De los siete nuevos ministros, tres fueron de los pocos funcionarios que se mantuvieron durante su alcaldía en Bogotá, que se caracterizó por los cambios de equipo.
Ricardo Bonilla, hoy minHacienda, fue secretario de Hacienda durante los cuatro años en Bogotá. Guillermo Alfonso Jaramillo, de Salud, también fue secretario de esa área y luego secretario de Gobierno. Y William Camargo, el nuevo ministro de Transporte, trabajó en la secretaría de movilidad y fue director del Instituto de Desarrollo Urbano (IDU), desde donde estructuró el proyecto de metro subterráneo por el que sigue jugado Petro.
Además, Bonilla y Jhénifer Mojica, ahora minAgricultura, estuvieron en el equipo programático de Petro y trabajaron en el plan de gobierno. Mojica llegó al proyecto de Petro a través de uno de sus asesores más cercanos, Daniel Rojas, hoy presidente de la SAE, quien coordinó la redacción del plan de gobierno y luego el empalme.
“Siempre le sugerí que ella debía ser la ministra. Ella fue la que desarrolló el punto agrario en el programa. Y en la Agencia Nacional de Tierras asumió una posición de lealtad absoluta frente al programa. Jhénifer no va a temer utilizar los mecanismos que tiene el Estado para acceder a la tierra”, dijo Rojas.
La llegada de Mojica al gabinete, sin embargo, puede terminar rompiendo los puentes con Fedegán y el uribismo. Cuando era subdirectora del Incoder su apuesta por recuperar baldíos la puso en abierta confrontación con muchos empresarios del sector afín del uribismo.
Petro le exige a sus subalternos que lo entreguen todo y que asuman todos los riesgos necesarios para sacar adelante su visión y su promesa de campaña. Durante su alcaldía esto llevó a una gran inestabilidad en su equipo pues muchos funcionarios que renunciaron sentían que para satisfacer las expectativas de Petro corrían el riesgo de terminar presos (como terminaron algunos) o con sus cuentas congeladas durante años por investigaciones de la Contraloría (como les sucedió a varios, incluyendo el propio Petro y a Bonilla).
Cecilia López, la exministra de Agricultura, y Ocampo tenían una trayectoria propia construida lejos de Petro y una edad que les daba la estatura para contradecir al presidente y hacerle un contrapeso intelectual. Sus críticas, además, las ventilaron públicamente. Y eso molestó al presidente, difícil de convencer de otros puntos de vista y sensible a la contradicción, especialmente si es pública.
Pero la consecuencia de la salida de estos dos veteranos, que se suma a la de Alejandro Gaviria hace unos meses, deja al presidente sin unos frenos que le podían evitar cometer errores costosos.
2. Rompe la coalición y abre la puerta para negociar al detal con los congresistas
Aunque ayer logró una ponencia positiva en la reforma a la salud, Petro tomó la decisión de cambiar el esquema de gobernabilidad que tenía en el Congreso, basado en una coalición con la U, los liberales y los conservadores.
Varios de los cambios apuntan a que quiere sacar adelante las reformas sociales, pero ya no negociando con los partidos en bloque, y sus jefes políticos, sino al detal, con congresistas de los partidos que eran aliados hasta ahora. En ese punto tendrán un lugar especial los liberales, pero no los de César Gaviria. El Liberal fue el único partido que le sumó un voto a favor a la reforma a la Salud en su primer debate (el de la disidente liberal María Eugenia Lopera, del grupo de Julián Bedoya). Y un día después fue el único partido que mantuvo representación en el gabinete con Catalina Velasco en Vivienda y Néstor Osuna en Justicia, que se han entendido con los congresistas liberales.
Hay varios indicios de la nueva estrategia de pescar votos con los congresistas y no con los jefes de los partidos: primero, sacó a la ministra de Salud, Carolina Corcho, cuya presencia en el gabinete hacía imposible cualquier modificación sustancial al proyecto de reforma. Su reemplazo, Guillermo Alfonso Jaramillo, un político que inició en el liberalismo, es una persona que conoce de la salud, también es de izquierda y de confianza de Petro. Pero, a diferencia de Corcho, es una persona con experiencia política y con quien se podrá discutir la reforma. No es un activista como ella que estaba dispuesta a jugarse todo por sacar adelante un proyecto que lleva defendiendo años.
El segundo indicio es que nombró a Luis Fernando Velásco en el Ministerio del Interior. El nombramiento de Velásco es particularmente diciente pues renunció al partido Liberal por sus diferencias con el director, Cesar Gaviria. Precisamente por eso tiene una ascendencia sobre los 18 liberales rebeldes de la Cámara que le enviaron una carta a Gaviria protestando por su decisión de no apoyar la reforma a la salud. Al nuevo ministro le quedará más fácil tratar de romper a los liberales por dentro.
Y con los otros partidos la apuesta va más por el uno a uno. La Silla supo que en la bancada conservadora esperan que, aunque perdieron su cuota en el gabinete, el presidente respete algunos puestos a los que ya se había comprometido con ellos como la dirección de ferrocarriles, que se están disputando el sector de Carlos Trujillo y el de Wadith Manzur.
En cuanto a La U, hay varios congresistas cercanos al gobierno más allá de la dirección del partido como Julián López y Antonio Correa, entre los que el gobierno podría pescar votos para armar mayorías.
En esa línea de buscar votos se explica la decisión de dejar a Mauricio Lizcano (ahora como minTic), quien militó en la U y tiene cancha política e interlocución con congresistas. Y también la de meter a Carlos Ramón González en la secretaría general, el codirector del Partido Verde y antiguo militante del M-19 con Petro.
González muy seguramente retomará para la Secretaría General el computador de Palacio, que hoy maneja Laura Sarabia, la jefe de despacho. Además, tiene un gran conocimiento en el tejemaneje político y burocrático, no solo para negociar con congresistas, sino para inclinar la elección del próximo presidente del Senado. Por acuerdos le corresponde a los verdes, y González puede ser clave para que el nuevo presidente sea el petrista Inti Asprilla, en perjuicio de la senadora Angélica Lozano, quien es más crítica con el gobierno.
Con estos cambios, el presidente Petro intentará una nueva negociación con la coalición de su reforma de la salud. Una que buscará hacer más de abajo hacia arriba, quebrando los liderazgos de los presidentes de los respectivos partidos.
3. La salida de Ocampo le quita un freno a Petro y rompe una garantía para los mercados
De todo el revolcón, la salida de Ocampo será la que tenga mayores consecuencias. Ocampo había conseguido tramitar una de las reformas tributarias más abultadas de la historia, y había negociado ya con la ministra de Trabajo la reforma pensional, que es clave para el gobierno. Frente a los mercados e inversionistas, había logrado mantener una relativa tranquilidad, a pesar de las declaraciones de la ministra de Minas y del propio presidente en contra del capitalismo.
La Silla supo que las diferencias del exministro de Hacienda con Petro, que se dieron incluso en público durante estos meses, escalaron hacia el final por el tema de Ecopetrol. “Ocampo hizo una campaña para que no llegara Ricardo Roa a la gerencia”, le dijo a La Silla una fuente cercana a palacio que pidió no ser citada. Ocampo apostó por Saúl Kattan, también cercano a Petro.
No fue la primera diferencia entre el presidente y su ministro de Hacienda sobre el manejo de Ecopetrol. Al principio del gobierno, Ocampo se opuso a que Edwin Palma, viceministro de trabajo y líder sindical, llegara a la junta de Ecopetrol. En cambio, impulsó la llegada a la junta de Claudia González, quien fue secretaria general del exministro de Hacienda Mauricio Cárdenas en el gobierno Santos. Según una fuente cercana a las movidas en Ecopetrol, hubo un encontrón entre Petro y su ministro por ese nombramiento.
Con el cambio en el ministerio de Hacienda, sale el hombre más poderoso del gabinete que le ofrecía una garantía a los inversionistas y al establecimiento económico. Y aunque su reemplazo, Ricardo Bonilla, es una persona que tuvo un manejo fiscal muy responsable durante la alcaldía de Petro, no tiene la reputación, la credibilidad internacional y la influencia hacia adentro del gabinete que tenía Ocampo.
La salida de Ocampo es casi el equivalente a la renuncia precoz de Antonio Navarro a los pocos meses de arrancar su alcaldía de Bogotá.
4. Rompe con el santismo, el liberalismo intelectual y con los vínculos con el establecimiento económico
La gobernabilidad de Petro estaba sostenida en tres patas: el movimiento social, representado en las ministras activistas; la coalición con partidos tradicionales en el Congreso y en el gabinete; y una tecnocracia liberal.
Con la salida de Ocampo y Cecilia López, Petro elimina la tercera pata. Y con la de Alfonso Prada, con el representante más visible del santismo. Ayer, en el Zarzal, Petro criticó duramente a Juan Manuel Santos, lo llamó mentiroso y lo señaló de no entender de qué se trata la paz. Una crítica que no es menor para un Nobel de la Paz.
Aunque el apoyo santista fue crucial en su victoria, pues logró subir al bus al centro que necesitaba para ganarle a Rodolfo Hernández, en las últimas semanas venía planteando distancias cada vez más notorias frente al acuerdo de paz. Ese distanciamiento desembocó hoy en ruptura con la salida de Prada del ministerio del Interior, que era el que quedaba después de haber echado a Gaviria, el exministro de Salud de Santos.
Estos tres ministros, y los sectores que representaban, actuaban como garantías para el establecimiento económico y un canal de comunicación entre el gobierno con empresarios y gremios.
5. Deja a ministros de pobre desempeño y refuerza que el remezón fue más político
El presidente dio a entender con su discurso en Valle del Cauca el martes que el revolcón ministerial estaba motivado por los resultados y que esperaba un trabajo “día y noche” del nuevo gabinete.
Pero en la decisión de a qué ministros dejar y a cuáles sacar pesaron más cercanías personales y políticas que la gestión de los ministros. Por ejemplo, dejó a Álvaro Leyva, cuyo manejo de la Cancillería ha sido caótico, pero que es lo suficientemente cercano al presidente para haber sido uno de los pocos ministros a los que Petro llamó personalmente para ofrecerles su cargo.
La última muestra del manejo desordenado de Leyva en la Cancillería fue la cumbre sobre Venezuela en Bogotá, que concluyó sin un acuerdo entre los países y con cables cruzados internamente.
Otra ministra cuestionada, pero con el aval de Petro, es Irene Vélez de Minas, quien es hija de Hildebrando Vélez, un conocido de Petro desde su época en Bruselas en los años 90 y con quien ha compartido una afinidad por los temas de cambio climático.
Un caso de menos cercanía, pero sí de afinidad ideológica es el de Iván Velásquez, quien ha mostrado limitaciones para liderar la Fuerza Pública, pero se queda en su cargo por el respaldo que Petro le ha dado a su gestión como investigador de la corrupción en Colombia y Guatemala.
Petro también mantuvo de encargado en Cultura a Jorge Zorro, que fue el dueño de la academia de música donde estudiaron las hijas de Petro y que además es excuñado del canciller Leyva.
En contraste, si el criterio eran los resultados, Petro sacó de su cargo a Sandra Urrutia de las Tic, que según dos fuentes del sector de telecomunicaciones consideraban que estaba agilizando la solución de varios problemas; y al propio José Antonio Ocampo de Hacienda, que era el único ministro con una reforma aprobada y cuyo trabajo, en palabras del propio Petro en su momento, “no puede ser calificado más que de excelente”.